Tal consideración culmina con un claro tono de nota necrológica, al referirse irónicamente el investigador a los diferentes rumores que existen sobre “la muerte del autor”, “la muerte del sujeto”, “la muerte de lo real”, la devaluación de los grandes discursos, y el anuncio de que nada existe fuera del texto: Barthes, Foucault, Baudrillard, Lyotard, y Derrida convertidos así en jinetes anunciadores de un nuevo Apocalipsis.
Vale la pena recordar que en Norteamérica tal viento apocalíptico había sido ya identificado por algunos en 1967, cuando John Barth publicó su breve ensayo “The Literature of Exhaustion” /“La literatura del agotamiento”, considerado en ese momento un manifiesto postmodernista, donde apresuradamente se percibieron señales de crisis en el terreno estético, particularmente en el literario. Sus reflexiones conducían a una consideración de la experiencia postmoderna, explícitamente más democrática que la modernidad precedente con la cual contrastaba; un texto en el cual múltiples y claras diferencias de registro poético eran para él —novelista y académico— objeto de comparación. Doce años después, el malentendido era aclarado y enfatizado por el autor en otro ensayo igualmente importante, “The Literature of Replenishment” /“La literatura del reabastecimiento” (1979), ocasión en que el aporte hispano (Cervantes, Borges) recibía un merecido gesto celebrativo, cuya culminación era — según el planteamiento de Barth— Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.3 Las letras hispanoamericanas participaban así en un diálogo estético de evidente dimensión universal. Todo considerado, sigue siendo difícil proponer adecuadamente los límites conceptuales de una experiencia histórica y cultural caracterizada, en lo esencial, por la falta de estabilidad ontológica y el escepticismo epistemológico. Lo cual no impide que, a pesar de todo lo transcurrido después del análisis llevado a cabo por Lyotard en 1979, continúen los esfuerzos por concretar una definición que todavía sigue resultando huidiza. Como bien sugiere Chris Snipp-Walmsley:
La condición postmoderna debe leerse como aquélla en la cual la transición entre la Era Industrial y la Era de la Información se ha completado. En esta nueva época, las políticas territoriales que motivaron guerras han sido reemplazadas por políticas directamente relacionadas con el dominio que aseguran los armamentos más eficaces y los sistemas de información más rápidos. De igual manera, el reconocible sujeto racional, esencial en la condición moderna, es —según lo predicado por el postmodernismo— un engaño: somos todos construcciones culturales creadas por una red invisible de discursos que nos posicionan y sujetan. Es aquí, en esta crítica a los principios fundamentales de la Ilustración, donde el post-estructuralismo, el postmodernismo, y el neo-pragmatismo convergen.4
Encuentro particularmente acertada la parte final de esta reflexión, porque nos recuerda que el fenómeno de la postmodernidad debe entenderse como parte de un continuum histórico-cultural en el que se entrecruzan caminos diferentes. Si, como seres humanos, somos constantes recolectores y consumidores de experiencias, como estudiosos somos también inagotables improvisadores de esquemas que nos permiten indagar el mundo del cual somos parte, buscando entenderlo mejor. Inevitablemente respondemos al llamado de una formación humanística, y fue esto lo que intenté explorar al incursionar en la novela colombiana contemporánea dentro del contexto de la postmodernidad. Era innegable que nos movíamos por un terreno epistemológicamente diferente, y que ante nosotros aparecía un nuevo modo de representación; pero esto no significaba que, junto al cuestionado valor del lenguaje, la consiguiente devaluación de los grandes discursos, o el desaparecido poder del autor —entre otras cosas—, no pudiéramos rescatar el valor de la experiencia humana transformada en ejercicios de escritura.
El enfoque y los límites de mi proyecto en ese momento quedaban aclarados: recoger importantes reflexiones sobre un seleccionado número de textos que ilustraban adecuadamente el carácter postmoderno en la novela colombiana a partir de la demarcación genérica señalada por la obra de Gabriel García Márquez. Este acercamiento se desarrolla allí en seis incursiones (véase, a continuación, la Introducción correspondiente), complementadas en la presente edición. El Capítulo I consta ahora de una segunda parte (B), dedicada a Cuestión de hábitos (2005), obra particularmente relevante en la producción de Moreno-Durán. Mi análisis intenta demostrar que el texto es ejemplo de la capacidad engañosa del lenguaje como vehículo codificador de la realidad: el travestismo de algunos personajes en la historia narrada —o representada— se ve reflejado por el enmascaramiento de la escritura que la contiene. Los cinco siguientes capítulos (II, III, IV, V, y VI) son fieles al texto de la edición anterior. El Capítulo VII, dedicado a La virgen de los sicarios (1994), de Fernando Vallejo, plantea una nueva consideración al tema de la violencia, visto en este caso como testimonio de una degradación cultural mayor; señal ideológica de una civilización extraviada, e impotente, ante la pérdida de sus valores. El acercamiento aplicado señala cómo la actitud misantrópica del narrador responde a un impulso cínico, arraigado en la realidad que el discurso proyecta. El Capítulo VIII explora atentamente Hic Zeno (2008), de Clinton Ramírez, novela que ilustra de manera especial el recorrido hecho por la obra de este autor caribeño, entre la modernidad y la postmodernidad. En este caso, las estrategias narrativas someten la visión de mundo proyectada por los significantes a una inevitable ambigüedad ontológica, emparentada con lo fantástico, para resaltar finalmente su condición de simulacro. Mis incursiones culminan ahora en el Capítulo IX con una indagadora lectura de Bien cocido (2021), obra de Luis Molina Lora —ganadora del XIV Concurso Nacional de Novela organizado por la Cámara de Comercio de Medellín, 2019—, texto que establece un celebratorio vínculo de valor sociocultural entre el espacio de la cocina y el espacio de la escritura. Como se ve, más que un comentario marginal a las abundantes propuestas teóricas que continúan agitando nuestro campo de estudio, mi interés se sigue concentrando en el determinante papel de ciertas estrategias discursivas, reconocibles en cada una de las novelas escogidas como señales reveladoras de su identidad: intersecciones de una escritura postmoderna.
Mi más sincero agradecimiento a la Editorial de la Universidad del Magdalena, que hace posible la publicación de este estudio en Colombia. A Talia Mendez Mahecha, por su excelente trabajo de digitalización llevado a cabo en The CulturePlex Lab de Western Universty (London, Canadá), cuyo director, el Dr. Juan Luis Suárez, generosamente nos permitió rescatar el archivo original. Como siempre, la valiosa y constante ayuda de Peggy Ellis —entusiasta compañera— ha sido esencial en esta experiencia. Sin olvidar, por supuesto, a todos aquellos estudiantes y colegas con quienes he compartido muchas de estas ideas, e inquietudes, a lo largo de mi carrera.
Teobaldo A. Noriega, Ph.D.
Febrero 2022
1. Comisionado inicialmente, por el Concejo de Universidades de la Provincia de Quebec (Canadá), como una investigación sobre el estado del conocimiento en el mundo contemporáneo, el estudio llevado a cabo por el filósofo francés J.-F. Lyotard (1924-1998) apareció publicado en 1979, convirtiéndose rápidamente en punto central del posterior debate sobre la oposición modernidad/postmodernidad en la filosofía occidental. Existen muchas ediciones del mismo, entre ellas la que utilizo aquí: J.-F. Lyotard, The Postmodern Condition: A Report on Knowledge (984).
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