1 ...8 9 10 12 13 14 ...17 Aguardamos nuestro turno más de dos horas. Como niña larguirucha de cinco años, Olivia parecía algo extraña esperando en una carreola, pero no le importó. La atmósfera era tranquila y serena cuando llegó su turno, y los ayudantes susurraron oraciones en francés mientras la sumergían en la tina de piedra.
Al salir del agua, Olivia declaró:
—¡Esta agua está bendita! Dios me ha curado.
Y así fue.
Días más tarde, ella empezó a mantener erguida la cabeza y a caminar mejor. Cuando regresamos a Holanda, el terapeuta nos informó que su memoria a corto plazo había vuelto a la normalidad. Sus dolores de cabeza desaparecieron, así como sus rabietas. Para gran sorpresa del especialista del oído, su “permanente” pérdida de audición cedió, al grado de que este sentido volvió a ser completamente normal.
Olivia pasó un mes tras otro asistiendo a terapia física para caminar de nuevo y afinar su habilidad motriz. Recibió terapia del lenguaje para acelerar su aprendizaje del holandés. En febrero pasó con puros dieces las pruebas holandesas estándar de finalización del kínder.
Hoy, once años después, Olivia es una brillante y entusiasta estudiante de dieciséis años de edad a la que le gusta cantar, tocar guitarra clásica y tomar helado. Nosotros valoramos enormemente cada momento de la vida preciosa de nuestra niña milagro en préstamo.
~Johnna Stein
Baby Loren
Baby Loren nació en París, Francia. Menos de una hora después, se le trasladó a toda prisa a la unidad neonatal de cuidados intensivos (UNCI), con un ritmo cardiaco de doscientos ochenta latidos por minuto, el doble de lo normal. Un pulso tan alto termina por provocar que, exhausto, el corazón se detenga.
El corazón de Loren fue cardiovertido, o sometido a terapia de choque, para forzarlo a recuperar su ritmo normal. Ella fue puesta después bajo tratamiento intravenoso para mantener su pulso en el nivel normal. Sin embargo, no respondía a ningún medicamento, y en su primer mes de vida recibió cardioversión varias veces al día.
Y luego que vio a
Jesús, se postro
a sus pies y le rogaba
mucho, diciendo:
“Mi hija está a la
muerte; ven y pondrás
las manos sobre ella
para que sea salva,
y vivir".
~MARCOS 5 22-23
Luego de un mes en la NICU con un pulso rápido, letal e incontrolable, sus doctores decidieron mandarla al Hospital Infantil de Texas, en Houston.
La bebé fue trasladada en avión e ingresada en la unidad pediátrica de cuidados intensivos, la cual sería su hogar en las cuatro o cinco semanas siguientes. El laboratorio de cateterización cardiaca descubrió la causa de su acelerado ritmo cardiaco, aunque durante el procedimiento se le sometió muchas veces más a tratamiento de choque. El diagnóstico: tumores cardiacos múltiples. Se programó entonces una operación a corazón abierto, sumamente riesgosa a causa no sólo de la reducida masa corporal de Loren, sino también de que este tipo de cirugía se había hecho pocas veces en el pasado. Había que extirpar parte del músculo cardiaco para poder eliminar los tumores.
Baby Loren entró a cirugía la mañana del viernes siguiente, a menos de una semana de haber llegado al Hospital Infantil de Texas. Yo emprendí ese día mis labores a cargo de los niños que ingresaban a la clínica cardiaca. Pero no dejaba de pensar en Baby Loren, y durante todo mi turno elevé oraciones por ella.
Los padres de la bebé permanecían en su hotel. Cuando la niña nació, les dijeron que las posibilidades de que sobreviviera eran muy reducidas. Volaron con ella, la internaron en el hospital y se marcharon a un hotel. Yo sabía que algunos padres sencillamente no soportaban el dolor. Los de Loren le llamaban al médico de vez en cuando, pero no regresaron al hospital en una semana.
A las tres de la tarde del día de la cirugía, el cardiólogo pediátrico salió de la sala de operaciones y me ordenó llamar a los padres de Loren para que vinieran. Me dijo que se había extirpado cerca de cuarenta por ciento del músculo cardiaco de la niña para tratar de retirar sus tumores. Añadió que nunca podría quitársele a Baby Loren la bomba de bypass corazón-pulmon que había permitido que su sangre continuara circulando por su cuerpo y pulmones mientras su corazón había estado abierto.
Llamé a los padres de Baby Loren, a quienes dije muy poco sobre la gravedad de la niña, sólo que no se encontraba bien y debían presentarse en el hospital.
En cuanto colgué, el cardiólogo pediatra se me acercó, agachando la cabeza, y me dijo:
—No pueden quitarle la bomba. Así que van a tener que desconectar todo y dejarla ir.
Entonces me dirigí a un antiguo clóset de utensilios de aseo que había sido convertido en baño, donde pasaba muchos minutos del día rezando por los niños enfermos y sus desconsolados padres. Ahí, rodeada de jabones, antiséptico y toallas de papel, recé fervorosamente, pidiendo a Dios que le diera a Loren la oportunidad de saber qué era vivir fuera de un hospital, sin dolor y en compañía de sus padres, quienes la abrazarían y besarían.
Yo estuve presente cuando Loren llegó a la sala de recuperación de corazón abierto, donde tubos y cables cubrían su cuerpo. Apenas si pude distinguirla en medio de los doctores y enfermeras que la rodeaban, pero vi un latido en el monitor. Aún vivía.
La enfermera quirúrgica informó que cuando a Baby Loren se le quitó la bomba de bypass corazón-pulmón, no tenía presión arterial. Pero después, mientras le ponían las últimas suturas, y en forma inesperada, su presión aumentó poco a poco a un intervalo aceptable. Su corazón empezó a latir entonces por sí solo. El pulso no era acelerado, sino regular y normal.
En ese momento entró a la sala de recuperación el jefe de cirugía, quien llamó a todos los médicos y enfermeras junto a la cama de Loren.
—Quiero que todos sean testigos de un milagro. Esta niña no debería estar viva. Alguien cuida de ella.
Al paso de los días, Baby Loren se fortaleció y empezó a actuar como una bebé normal. Tras un mes en nuestro hospital, sus padres vinieron a recogerla para llevarla a casa. Fue maravilloso verla cargada y abrazada por su mamá y su papá después de casi tres meses de vivir con tubos, agujas y cables.
Cuando los vi salir del hospital, reparé en que Dios me había concedido el favor que le pedí en el baño, justo como se lo formulé. Baby Loren se iba a vivir a su casa. Ya no sufría, y salía acompañada por sus amorosos padres.
~Kim D. Armstrong
Milagro de fin de semana
Esa mañana de viernes, Louis, mi esposo, y yo esperábamos en el consultorio a ser recibidos por el médico. Éste había curado una rasgadura enorme en la retina de Louis, pero la curación se resistía a cicatrizar. Esto nos inquietaba mucho, porque el papá de Louis se había quedado ciego justo por la misma causa.
—No te preocupes —le dije a Louis para tranquilizarlo—. Seguramente la herida ya cicatrizó.
Pero estaba equivocada. Minutos después, el doctor examinó el ojo de Louis y dijo:
Sáname, oh, Jehová,
y seré sano; sálvame,
y seré salvo: porque tú
eres mi alabanza.
~JEREMIAS 17, 14
—Tendré que operarlo el próximo lunes y volver a entrar en ese ojo. —Sacudió la cabeza—. Lamento tener que hacerlo, pero ya esperé la cicatrización lo más que pude. Aparte, la curación está empezando a abrirse.
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