Angie Thomas - El odio que das

Здесь есть возможность читать онлайн «Angie Thomas - El odio que das» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El odio que das: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El odio que das»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

«Esta historia es necesaria. Esta historia es importante.»
Kirkus ReviewsSTARR ES UNA CHICA DE DIECISÉIS AÑOS que vive entre dos mundos: el barrio pobre de gente negra donde nació, y su escuela situada en un elegante distrito residencial blanco. El difícil equilibrio entre ambos se hace añicos cuando ella se convierte en testigo de la muerte a tiros de su mejor amigo, Khalil, a manos de un policía. A partir de ese momento, todo lo que Starr diga acerca de la aterradora noche que cambió su vida podrá ser usado de excusa por unos y como arma por otros. Y lo peor de todo es que ambos bandos esperan que dé un paso en falso para poner fin a su vida.Inspirado por el movimiento Black Lives Matter, el debut de Angie Thomas sobre una chica normal sometida a tan difíciles circunstancias aborda cuestiones de racismo y violencia policial con inteligencia, corazón y una honestidad inquebrantable.«Angie Thomas ha escrito una novela asombrosa, brillante y desgarradora que será recordada como un clásico de nuestro tiempo.» John Green, autor de
Bajo la misma estrella«Que el mundo se prepare.» Adam Silvera, autor de
More Happy than Not

El odio que das — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El odio que das», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Todos ellos y dos de nosotras.

Mamá me aprieta la mano.

—Respira.

No me había dado cuenta de que había tomado la suya.

Respiro hondo y vuelvo a respirar, y ella asiente cada vez que lo hago, mientras dice:

—Así. Estás bien. Estamos bien.

El tío Carlos se acerca, y él y mamá me llevan frente a su escritorio, donde me siento. Percibo los ojos que me miran desde todas direcciones. Siento una presión que me oprime los pulmones. El tío Carlos me pasa una sudorosa botella de agua. Mamá me la pone en los labios.

Doy sorbos lentos y miro el escritorio del tío Carlos para evitar las miradas curiosas de los oficiales. Tiene casi la misma cantidad de fotos mías y de Sekani que de sus propios hijos.

—La voy a llevar a casa —dice mamá—. No la voy a someter a esto hoy. No está preparada.

—Lo entiendo, pero tiene que hablar con ellos en algún momento, Lisa. Es una parte vital de esta investigación.

Mamá suspira.

—Carlos…

—Lo entiendo —dice, en una voz notablemente más baja—. Créeme que sí. Desafortunadamente, si queremos que esta investigación se haga correctamente, tendrá que hablar con ellos. Si no es hoy, tendrá que ser otro día.

Otro día de esperar y preguntarme qué va a pasar.

No puedo soportarlo.

—Quiero hacerlo hoy —balbuceo—. Quiero terminar con esto.

Me miran como si apenas se dieran cuenta de que sigo aquí.

El tío Carlos se arrodilla frente a mí.

—¿Estás segura, nenita?

Asiento antes de perder el coraje.

—Está bien —dice mamá—. Pero yo entro con ella.

—Eso me parece perfecto —dice el tío Carlos.

—No me importa si no te lo parece —me mira—. No va a hacer esto sola.

Esas palabras se sienten tan bien como cualquier abrazo que haya recibido antes.

El tío Carlos mantiene su brazo alrededor de mí y nos lleva a una sala pequeña que no tiene nada adentro más que una mesa y unas sillas. Un aire acondicionado invisible zumba con fuerza, expulsando ráfagas de aire helado a la habitación.

—Está bien —dice el tío Carlos—. Esperaré afuera, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —le digo.

Me besa la frente con sus dos besos de siempre. Mamá toma mi mano, y su apretón fuerte me comunica lo que no dice en voz alta: Estoy contigo.

Nos sentamos a la mesa. Todavía tiene mi mano cuando entran dos detectives: un joven blanco de pelo negro relamido, y una mujer latina con arrugas alrededor de la boca y un corte de pelo en punta. Los dos llevan pistolas a la cintura.

Mantén las manos a la vista.

No hagas ningún movimiento repentino.

Habla sólo cuando te lo pidan.

—Hola, Starr y señora Carter —dice la mujer, tendiendo la mano—. Soy la detective Gomez, y éste es mi compañero, el detective Wilkes.

Suelto la mano de mamá para saludar a los detectives.

—Hola.

La voz ya me está cambiando. Siempre sucede alrededor de otra gente, esté o no en Williamson. No hablo como yo, ni sueno como yo. Elijo cada palabra con cuidado y me aseguro de pronunciarla bien. Nunca, nunca puedo dejar a nadie pensar que soy del gueto .

—Qué gusto conocerlas —dice Wilkes.

—Tomando en cuenta las circunstancias, no diría que es un gusto —dice mamá.

El rostro y el cuello de Wilkes se ponen extremadamente rojos.

—Lo que quiere decir es que hemos oído hablar mucho de ustedes —dice Gomez—. Carlos siempre habla efusivamente de su maravillosa familia. Sentimos como si ya los conociéramos.

Vaya si nos está halagando.

—Por favor, siéntense —Gomez nos muestra una silla, y ella y Wilkes se sientan frente a nosotros—. Deben saber que las estamos grabando, pero sólo se trata de un procedimiento para tener registro de la declaración de Starr.

—Está bien —le digo. Ahí va de nuevo la voz llena de vida y esa mierda. Nunca me siento viva, o alegre.

La detective Gomez dice la fecha y la hora, los nombres de las personas en la sala, y nos recuerda que nos están grabando. Wilkes toma apuntes en la libreta. Mamá me acaricia la espalda. Por un momento sólo se escucha el sonido del lápiz sobre el papel.

—Está bien —Gomez se acomoda en la silla y sonríe, las arrugas alrededor de su boca son cada vez más profundas—. No te pongas nerviosa, Starr. No hiciste nada malo. Sólo queremos saber qué pasó.

Ya sé que no hice nada malo , pienso, pero me sale como respuesta: Sí, señora.

—¿Tienes dieciséis años?

—Sí, señora.

—¿Desde hace cuánto conocías a Khalil?

—Desde que tenía tres años. Su abuela solía cuidarme.

—¡Vaya! —dice, como hace toda maestra, alargando la palabra—. Es mucho tiempo. ¿Nos puedes contar qué pasó la noche del incidente?

—¿Se refiere a la noche en que lo mataron?

Mierda.

La sonrisa de Gomez se opaca, las líneas alrededor de su boca no se ven tan profundas, pero dice:

—La noche del incidente, sí. Comienza donde te sientas cómoda.

Mira a mamá. Ella asiente.

—Mi amiga Kenya y yo fuimos a una fiesta en casa de un tipo llamado Darius —digo.

Pum-pum-pum. Tamborileo en la mesa.

Alto. Ningún movimiento repentino.

Aplano las manos para que queden visibles.

—Hace una fiesta todos los años en las vacaciones de pascua —le digo—. Khalil me vio, se acercó y me saludó.

—¿Sabes por qué había ido a la fiesta? —pregunta Gomez.

¿Por qué va la gente a una fiesta? Para ir de fiesta.

—Supongo que por propósitos recreativos —le digo—. Él y yo hablamos de cosas que estaban pasando en nuestras vidas.

—¿Qué clase de cosas? —pregunta.

—Su abuela tiene cáncer. Yo no lo sabía hasta que me lo contó esa tarde.

—Ya veo —dice Gomez—. ¿Qué sucedió después de eso?

—Empezó una pelea en la fiesta, así que nos fuimos juntos en su coche.

—¿Khalil no tuvo nada que ver con la pelea?

Arqueo una ceja.

—Para nada.

Maldita sea. Habla bien.

Me enderezo.

—Quiero decir, no, señora. Estábamos hablando cuando empezó la pelea.

—Está bien, entonces los dos se fueron. ¿Adónde iban?

—Ofreció llevarme a casa o a la tienda de mi padre. Antes de que pudiéramos decidir, Ciento Quince hizo que nos orilláramos.

—¿Quién? —pregunta.

—El oficial, ése es su número de placa —le digo—. Lo recuerdo.

Wilkes toma apuntes.

—Ya veo —dice Gomez—. ¿Puedes describir lo que pasó después?

No creo poder olvidar jamás lo que pasó, pero decirlo en voz alta es distinto. Y difícil.

Los ojos me arden. Parpadeo, con la mirada fija en la mesa.

Mamá me acaricia la espalda.

—Levanta la mirada, Starr.

Mis papás tienen ese rollo de que nunca quieren que mis hermanos ni yo hablemos con alguien sin mirarlo a los ojos. Dicen que los ojos de la gente cuentan más que sus bocas, y que es algo que va en dos sentidos: si miramos a alguien a los ojos y decimos lo que queremos decir con sinceridad, tendrá poco motivo para dudar de nosotros.

Miro a Gomez.

—Khalil se orilló y apagó el motor —le digo—. Ciento Quince encendió las luces altas. Se acercó a la ventana y le pidió a Khalil su licencia y tarjeta de circulación.

—¿Y Khalil cumplió con la petición? —pregunta Gomez.

—Primero le preguntó al oficial por qué nos había detenido. Luego le mostró su licencia y tarjeta de circulación.

—¿Khalil parecía encolerizado durante este intercambio?

—Molesto, pero no encolerizado —digo—. Sentía que el policía lo estaba acosando.

—¿Te dijo eso?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El odio que das»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El odio que das» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El odio que das»

Обсуждение, отзывы о книге «El odio que das» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x