A mi maestra, Ruby Dussaillant, quien me acompañó y enseñó el secreto que encierra la escucha del fenómeno psíquico
AGRADECIMIENTOS
INTRODUCCIÓN
El objeto de la visión
irrumpe en el campo de la consciencia
fija su orientación
gravita en torno a su presencia.
Es la ocasión
para que emerjan racimos de imágenes,
buscan obtener comprensión
de algo ajeno a los acostumbrados trajes.
Uno a uno se desinforman
los elementos útiles para su aprehensión
se transfiguran en que fulguran
la iridiscencia del objeto de la visión.
Caminas en dirección a Él
acompañándote de cascadas inversas
los velos de tu ensoñación de ayer
le anuncian bajo delicadas transparencias.
Entonces otros órdenes se descubren,
las identidades del mundo formalizado
se han retirado en virtud de esta lumbre
retornados se hallan los sueños a lo simbolizado.
Por fin podrán descansar del mándala
la tiranía de verlos proyectados
en latencias de sentido que amalgamas
en la tierra donde somos desterrados.
Los disfrazados númenes
de tu mentada vida
pueden colgar sus disfraces
descansar de lo que fue la ida.
Esencias globulares se abultan
por donde quiera pongas la mirada
¿recuerdas la piscina de pelotas
que en tu infancia disfrutabas?
Organismo de luces umbrosas
se aleja suave
cual medusa en marea untuosa
y a la rugosidad vuelves.
PARTE 1 Adentro
Desde hace tiempo
una cruz negra me sigue
no lo veía cierto
pero me alcanza el que vive.
Tanto en espacio abierto
como al interior de la consciencia
aparece en su propio elemento
todo a su alrededor se integra.
Inclinados ante ella
concurro con mi compañero
también la catedral de piedra
su demonio en función de portero.
Carne sobre negra madera
cuerpo de sol doliente
vida humana en la cera de una vela
muñón nimbado de semblanza transparente.
El costado de Cristo
es puerta lateral de esta capilla.
Atravesada, un paisaje que no has visto
hace de mundos enteros arenilla.
Bosques caminan hacia la playa
cubiertos por un velo azul
tocan la arena y hallan
el cuerpo de la otrora luz.
Se revuelcan y sacuden como perros
espolvoreados de brillante savia
ríen, celebran ensueños
como a quienes crecieron alas.
El horizonte se dobla hacia la orilla
como camino del sol fulgurando en el mar
es una lengua de lo invisible en la olla
para esta alegría saborear.
¡Cómo saben de cariño y esfuerzo
de pobladoras eternas!
Corazón abundante, anchuroso;
sus cuerpos, carne que es piedra.
Como cayendo por una enorme garganta
el mar, insondable catarata
por ella va el paisaje de Atalanta
veloz, cómo gustaba sus caminatas.
De este mar sin orillas
brota mi preclaro desierto
donde todo cuanto dicho se ovilla
en el más pequeño gesto
para de súbito abrirse en nubes
que dejan un cielo descubierto
en erguidas auroras diciendo –hube-
recordando pasos del eterno.
Como otrora fueran los ojos
de quien por vez primera me recibiera
donde por ellos fui por fuera de mi comprensión
más que cualquiera que entender pudiera;
hoy camino junto a mis compañeros
por ocultas ciudades
infinita extensión de lo sincero
inefables colores materiales.
Te invito a mi orilla que es ninguna
de la multitud de mares que se conocen
para en este océano que te abruma
vivirnos entre sus abrazos y goces.
Muertos en millares
suben la colina
cruzan puertas ojivales
formadas por aves que anidan.
Todo es silencio hecho de saber
nimbando el espacio en sustancia
las puertas que pudieses ver
si te fuese concedida esta gracia.
Escribo de lo que veo
tal vez muerto también estoy
porque no lo invento de mi deseo
conozco a mi Señor.
Les vuelve la alegría
tan pronto ingresan al jardín
olvidan que vivían
y los muertos por venir.
Con todo, adentro se reconocen
como si siempre se hubieran visto
contento de palpables voces,
naturaleza de este recinto.
Los campos se abren
cuales grutas se despejan
como suave temblor de aire
son sus ojos que cobijan.
Místico rostro de Dios
Simultáneo contiene y espacia.
Las almas en júbilo de dos
avanzan veloces, como al todo abrazan.
La tierra se levanta y recuesta
imita ramas de árboles
valle que parece despierto
al viento se sueña en mármoles.
Auras que se despegan de los cuerpos,
cuerpos que se tornan auras
campana de mi amado desierto
callada, callada, callada.
Piedra, capilla ante el entorno
que parece enjambre de venas
así de largas las lenguas de los demonios
achuran el espacio de sanguijuelas.
Los campos se guardan
al interior de esta iglesia
sangre impalpable que a sí misma palpa
sustancia del silencio que de silencios se espesa.
Solo el portero ha quedado afuera
en su acostumbrada y desapercibida garita,
lucero clavado en tierra
que nadie visita.
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