Mark Victor Hansen - Caldo de pollo para el alma - Duelo y recuperación

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Caldo de pollo para el alma: Duelo y recuperación: краткое содержание, описание и аннотация

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101 historias de inspiración y consuelo para sobrellevar la pérdida, recuperar la fuerza, valorar la vida y encontrar nuevos motivos para alegrarse.Leer sobre personas que han atravesado por periodos de gran sufrimiento y que lograron salir adelante nos ayuda a enfrentar nuestras propias crisis. Perder a un ser amado, trátese de un padre, un hijo, el cónyuge, un hermano o nuestro mejor amigo, constituye una experiencia que todos compartimos. Estas páginas ofrecen consuelo y llenan al lector de la fuerza espiritual que necesita en tales circunstancias. Son testimonios reales de hombres y mujeres que sufrieron la muerte de alguien muy cercano y que consiguieron recuperarse, aceptar la pérdida y reencontrarse con la felicidad y el amor.Caldo de pollo para el alma… apoyo para los momentos difíciles.

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Yo no lo discutía. Señalé la ventana del otro lado de la casa. —La cochera se ve desde aquí. Sigue llena de herramientas de carpintería y mecánica. Aunque mi difunto esposo ya estaba enfermo, le gustaba trabajar en su taller. Su motocicleta está estacionada en un rincón y nuestra lancha y equipo de pesca, en el otro. Pasamos muchas horas viajando por el país en esa pequeña casa rodante que está estacionada en el cobertizo. Los conduje a la sala donde la Biblia familiar estaba abierta sobre la mesa de café y el retrato de mi esposo colgaba de la pared. Lo señalé. —Era muy apuesto. De joven, mis amigas me decían que se parecía a Elvis. No quiso que le tomaran fotografías después de que se quedó calvo por la quimioterapia. Señalé con la cabeza el televisor. —Le compré esa pantalla grande para que pudiera ver a sus Kentucky Wildcats jugar basquetbol. Se retrepaba en aquel sillón reclinable y veía los partidos o su programa de casos judiciales. Recogí un hilo suelto. —Los brazos del sillón tienen lugares desgastados donde los nietos se subían para sentarse en las piernas de papi. Y los resortes están un poco flojos porque a veces el sillón no sólo sostenía a mi esposo, sino también a nuestras dos hijas adultas al mismo tiempo —tuve una visión fugaz de los tres apiñados en ese sillón—. Examinemos de cerca ese sillón. Busquen con cuidado y de seguro encontrarán una bola de menta envuelta en papel celofán que se le cayó del bolsillo donde se guardaba un montón para dárselas a las señoras y los niños en la iglesia. Le decían de cariño el Hombre de los caramelos —esbocé sin querer una sonrisa—. De hecho, una bola de menta apareció misteriosamente en su mano después de que una de las señoras de la iglesia se acercó a ver su cuerpo en la funeraria. Pasé la mano por la otra pared. —Éstos son mis nietos —recorrí con el dedo la orilla tallada a mano del marco de madera y me detuve en la más pequeña—. En el camino de la infancia a la vejez pasamos por muchas etapas de la vida. Mi nietecita cumplió dos años esta primavera. El plato y la cuchara sustituyeron la leche materna y empezó a usar calzones en lugar de pañales. Se puso la mochila al hombro cuando empezaron las clases y anunció que ella también iría a la escuela, ¡vaya berrinche que hizo cuando sus dos hermanos se subieron al autobús y la dejaron atrás! La transición de bebé a niña terminó en ese momento. Acaricié con el dedo el siguiente retrato. —Su hermano, que empezó a ir a preescolar este año, abordó nervioso el autobús, se detuvo en el peldaño, se volvió a mirar y agitó la mano para despedirse, mientras una lágrima sin brotar acechaba detrás de las pestañas. Y mi tocaya llegó a la preadolescencia este verano. En vez de programas infantiles, su personaje favorito de la televisión es el ídolo del momento entre los adolescentes, y su ropa de niña pequeña ya no le queda. Tener diez años es complicado: una es muy joven para las relaciones entre niño y niña, pero los juguetes ya no la entusiasman. En otra fotografía aparecían tres nietos en fila. —Este nieto pasó a secundaria; estaba impaciente, pero también temeroso. Las maestras de primaria ya no estarán ahí para consolarlo cuando pierda el dinero para el almuerzo y lo molesten los muchachos pendencieros. Ahora tiene que enfrentar un nuevo nivel de independencia. Este nieto se enfrenta con valentía a ese temible monstruo llamado preparatoria mientras que este otro será adolescente el próximo mes. La grasa de bebé empieza a derretirse y algunos granitos han aparecido en su rostro —hablaba en voz baja en ese momento. —Antes de que subamos a las recámaras, permítanme enseñarles a mis hijos —me volví hacia los retratos que estaban en la pared del otro lado de la habitación—. Mi hija menor cumplirá treinta años en septiembre. Le salieron algunas canas cuando dejó de ser mamá y ama de casa para ir a estudiar a la universidad. Mi otra hija, que alguna vez fue estudiante con necesidades especiales que luchaba contra la dislexia, ha empezado a perseguir su ideal de ser maestra de otros niños con necesidades especiales. Tomé el marco de filigrana y el rostro de una bella joven, que ha dejado un enorme hueco en nuestros corazones, me devuelve la mirada. Los ojos se me humedecen cuando veo a mi hijo con su nieta en brazos, mi bisnieta, que ayuda a aliviar el dolor de nuestras vidas y llena el lugar vacante en los retratos familiares que alguna vez ocupó la única hija de mi hijo. Una lágrima me escurrió por la mejilla y sonreí con tristeza. Miré a mis compradores imaginarios y anuncié: —Siento mucho haberles hecho perder el tiempo, pero creo que no terminaremos este recorrido porque la casa ya no está en venta. Esta casa guarda muchos recuerdos y con la ayuda de Dios, creo que los conservaré tal como están. Una brisa fresca y curativa entró por la ventana cuando estaba por acabarme la limonada y empezaba a planear el nuevo día. Una mariposa monarca, negra y amarilla, revoloteó junto a la celosía, agitando las alas mientras se posaba sobre una hoja de clemátide. El mes pasado inicié mi transición: era una esposa felizmente casada y ahora soy una viuda confundida e insegura, pero, al igual que la mariposa, a mí también me saldrán alas y remontaré el vuelo. JEAN KINSEY Compartir el viaje Una de mis amigas más queridas murió hace poco. Dolores luchó contra el cáncer más de ocho años con fortaleza y optimismo inquebrantable. Era una persona que asumía todo. Cada vez que el cáncer reincidía, lo aceptaba, casi le daba la bienvenida, y una vez incluso exigió la siguiente ronda de quimioterapia. Sabía lo que le esperaba: la náusea, la neuropatía, el insomnio y el dolor, pero también estaba consciente de las consecuencias si se negaba. Habría dos o tres días a la semana de molestias, pero ella se centraba en los cuatro en los que se sentiría “bastante bien”. Si el régimen requería quimioterapia cada tres semanas, esperaba con entusiasmo las dos semanas en que se sentiría más o menos bien. Sin embargo, los periodos de remisión antes de que reapareciera el cáncer se fueron haciendo cada vez más cortos. Donde solías estar, hay un agujero en el mundo que durante el día me esfuerzo constantemente por rodear y en el que siempre caigo por la noche. Te echo mucho de menos. EDNA ST. VINCENT MILLAY Dolores aseguró que entendería cuando su calidad de vida disminuyera demasiado; no obstante, a pesar de las duras pruebas a las que se sometía, seguía resistiendo. Al fin llegó el momento en que entraba y salía del hospital y el dolor regía su existencia diaria. Entonces tomó la decisión de suspender los exámenes, la quimioterapia, la angustia para ella y su familia y dejarse ir. Volvió a casa con los cuidados que requiere un enfermo desahuciado. Tres semanas después asistimos a su funeral. Nos conocimos hace treinta años; una amiga mutua nos presentó, pensó que nos llevaríamos bien porque yo me iba a mudar a la misma calle y las dos éramos escritoras. Nuestra amiga tenía razón. Nos llevamos bien en muchos sentidos y descubrimos más una de la otra con el transcurso de los años. Nuestra amistad empezó cuando invité a mi nueva vecina a un grupo de escritores al que yo asistía desde hacía algún tiempo. Ella escribía poesía y yo libros infantiles, dos géneros muy distintos, pero el grupo era ecléctico: un hombre escribía cuentos de horror à laStephen King; una mujer escribía reportajes para periódicos; alguien más escribía poesía por placer personal. El grupo era divertido y servicial, pero fueron las idas y venidas juntas en el auto lo que ayudó a florecer nuestra amistad. Nos conocimos bien durante esos viajes. Hablábamos de nuestras esperanzas y filosofías, nuestras familias, nuestros mundos. Un día se me ocurrió la idea que podríamos escribir un libro infantil con mis cuentos y sus poemas.Читать дальше
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