Capítulo V: “Los vasallajes del yo” (pp. 49-59)
Este capítulo es el más fundamentado en la clínica. Comienza con puntualizaciones acerca de la génesis del superyó. Por una parte, las identificaciones yoicas con los padres de la infancia que están en su origen explican por qué el superyó sigue dominando al yo maduro. Por otra parte, el superyó mantiene una conexión estrecha con el ello (por ser el heredero de sus investiduras de objeto edípicas) que representa ante el yo; por lo tanto, está más distanciado de la conciencia que ese último. Pasa luego a describir la conducta trastornada de algunos pacientes: en lugar de mejorar a raíz de la cura, empeoran; el obstáculo determinante reside en un sentimiento de culpa, del que no se percatan en absoluto. Eso lo lleva a relacionar la gravedad de la patología con la severidad del superyó.
Distingue diversas modalidades del sentimiento de culpa: puede ser consciente y normal, o híper intenso tal como sucede en la neurosis obsesiva y la melancolía, o bien totalmente inconsciente tal como se observa en la histeria. De acuerdo con Freud, la severidad extrema del superyó es una expresión de la pulsión de muerte y, más precisamente, de una desmezcla pulsional. Esta última es una consecuencia del proceso de identificación en el origen del superyó; también puede resultar de una regresión a la organización pregenital consumada en el ello, tal como ocurre en la neurosis obsesiva. El superyó acoge en su interior los componentes agresivos que quedan libres. Además, observa que cuanto más el individuo limita su agresión hacia afuera, tanto más severo se vuelve su ideal del yo. Acentúa el aspecto pulsional del superyó, que puede volverse tan cruel como el ello. En la melancolía, llega a subyugar completamente al yo hasta llevarlo a la autodestrucción.
Termina el capítulo examinando la fuerza y la debilidad del yo. Se encarga de funciones importantes, entre otras la percepción, el examen de realidad, el ordenamiento temporal de los sucesos anímicos, el llevar a cabo los procesos de pensamiento para aplazar las descargas así como la satisfacción o inhibición de las pulsiones. Al mismo tiempo, está sometido a tres servidumbres: la del ello, la del superyó y la de la realidad exterior, cuyas exigencias respectivas resultan a veces difíciles de conciliar. Frente a los peligros que emanan de la relación con las demás instancias, el yo desarrolla angustia: angustia realista, angustia neurótica y angustia de la conciencia moral frente al superyó; esta última es una continuación de la angustia de castración.
ANÁLISIS DEL TEXTO
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