1 ...6 7 8 10 11 12 ...35 Durante el periodo de recogida de fuentes orales para la redacción de este trabajo fue quedando claro que el concepto de «prosoviéticos» no parecía ser del gusto de todos, siendo incluso un tema especialmente delicado durante las entrevistas. 55 Como ya hemos visto anteriormente, un aspecto fundamental que tiene que ver con su denominación está relacionado con la construcción de la identidad colectiva. Por eso, para el análisis histórico de esta corriente, las líneas de partida deberían de pivotar en torno a esa ortodoxia abandonada que les identifica. Este importante aspecto desborda los estrechos márgenes en los que tradicionalmente se les ha definido, reducidos a una mera caricatura de la Guerra Fría. Aun cuando se trata de una identidad en construcción y a que el «mito soviético» tuvo un peso importante, nos encontramos con una rica variedad de elementos identitarios que operan a distintos niveles. Para esta colectividad de exmilitantes el término adecuado sería estrictamente el de comunistas o marxista-leninistas. Esta concepción aparece en muchas de las entrevistas. Por ejemplo, un militante obrero que formó parte de estas organizaciones respondía en estas formas cuando le preguntaban por su militancia en organizaciones «prosoviéticas»:
[…] bueno eso de prosoviéticos… Yo era simpatizante de los países socialistas como ahora soy simpatizante de Cuba, sin embargo, estoy en contra de lo que hay en la Unión Soviética, estoy en contra totalmente, más que nadie. Pero a mí me parecía mal cuando me llamaban prosoviético, porque yo soy comunista». 56
Otro exmilitante, con un perfil más intelectual y que actualmente es profesor universitario, reflexionaba de la siguiente manera ante la misma cuestión de si «ellos» habían sido o no «prosoviéticos»:
Estar en el campo socialista era una cosa y ser prosoviético era otra cosa. Entonces, dentro del campo socialista estaba Yugoslavia, estaba Cuba. Y ser prosoviético era otra cosa. O sea que, yo creo que por ejemplo en la OPI de aquel tiempo, no era ya el debate, pero la inmensa mayoría de la gente no hubiera defendido la invasión de Checoslovaquia. Es verdad que luego el planteamiento era claramente prosoviético, muy formalmente prosoviético, pero era un prosovietismo, yo creo, acartonado y bastante interesado. O sea que, se te obligaba, ¿no? Es verdad que se puede decir: «oiga, pero usted está defendiendo esto» …. Pero yo creo que eran cosas que se hacían, primero, con escasa convicción y luego un poco con la idea de que lo que estaba ocurriendo no era una contaminación global del campo socialista, sino que había una corriente dominante negativa. 57
Resulta muy interesante ver cómo aparecen algunas reacciones refractarias ante este estigma que se proyectan sobre los conflictos vividos en el seno de esta corriente. De esta manera, podemos comprobar que muchos de los testimonios no niegan que existiesen «prosoviéticos», pero, sin embargo, nunca lo identifican como parte del «nosotros» colectivo, sino como una característica de los «otros». Según esta visión, los «prosoviéticos» serían aquellos sectores más sectarios y dogmáticos con los que no se identificaban y a los que en muchos casos consideraban culpables de los fracasos colectivos de su corriente. De esta forma, se reapropiaban del término que sus adversarios externos utilizaban para estigmatizarlos y lo usaban en los mismos parámetros contra sus propios adversarios internos. Lo cierto es que en el mejor de los casos el término era aceptado a regañadientes, aunque ellos se sentían esencialmente «comunistas y punto»:
Sin problemas no, con algún problema. Es decir, yo creo que hasta cuando nos preguntaban, no sé si venía de arriba o lo decíamos nosotros. Que nos gustaba la política internacional de la URSS, pero que no nos gustaba su política interior […] Estábamos en la órbita de los prosoviéticos, pero ya desde el principio no nos sentíamos precisamente cómodos con eso de que se nos calificara de prosoviéticos puros y duros. Y entonces, bueno, yo no sé si a modo de disculpa, pero teníamos eso aprendido […] Nosotros nos considerábamos comunistas y punto. Nos considerábamos la vanguardia que iba a ser capaz de liberar al pueblo. 58
Por supuesto, un factor importante que condiciona muchas de las respuestas sobre la cuestión del «prosovietismo» es el que tiene que ver con la valoración que realizan de su experiencia como militantes de esta corriente. En muchos casos, con el paso de los años han aflorado reflexiones más críticas sobre sus relaciones con la URSS:
Yo no lo consideraba acertado, después de mis vivencias directas con el campo del socialismo y con los tejemanejes en la construcción de partidos que dependiera de ellos. Después mis reflexiones me han confirmado en mis pensamientos. Yo mantengo la tesis de que el prosovietismo era una contradicción con lo acaecido en la URSS. Nosotros nos considerábamos prosoviéticos, leninistas, ortodoxos y por supuesto anti-carrillistas, en aquellos momentos todos estos calificativos significaban una sola cosa: comunista. Hoy, repito, hay que cuestionarlo todo. 59
Sin embargo, no sería realista pensar que a todo el grueso de estos comunistas les causaba rechazo el término de «prosoviético». Para una minoría el concepto era totalmente aceptable, incluso en los términos en los que lo planteaban sus adversarios. Así lo refleja el veterano militante del PCOE en Nerja, Manuel Calderón:
Hombre, a nosotros lo de prosoviéticos no nos parecía mal porque nosotros precisamente estábamos por eso. No por copiar el modelo soviético, pero si creíamos en los logros sociales de ese país. Un sistema en el que yo realmente creía […] No, no, yo no tenía ningún problema en que me llamaran prosoviético. Vamos no, no, ninguno. Nosotros en el partido no teníamos ninguno. Marxistas-leninistas prosoviéticos. Si eres marxista-leninista no vas a ser proamericano. 60
Aparte de considerarse comunistas, gran parte de esta militancia se identificaba con la corriente ideológica del marxismo-leninismo, es decir, se consideraban leninistas. El problema radica en que el concepto de «marxista-leninistas» o «leninistas» fue reivindicado de una u otra manera por varias corrientes comunistas, desde maoístas hasta algunos trotskistas. Con la expansión de la izquierda revolucionaria a finales de la década de los años sesenta, esta categoría se convirtió en un elemento de autopercepción ampliamente asignada a un conjunto heterogéneo de grupos, de tal manera que resulta confusa su utilización como elemento definitorio exclusivo de esta corriente. 61
Más allá de los testimonios individuales de los exmilitantes entrevistados, las organizaciones respondieron de distinta manera ante este calificativo. El caso más excepcional de entre todos estos partidos comunistas estudiados en el presente trabajo fue el del PCE (VIII-IX). Este partido gozó de una idiosincrasia especialmente integrista que se remonta a sus orígenes a principios de la década de los setenta. Precisamente por eso, tuvo siempre entre sus principios la defensa del «campo socialista» en cualquier situación, e incluso llegó a considerarlo «piedra de toque del internacionalismo proletario». 62 Este partido destacó por ser el que mejor resolvió los ataques sufridos a través de la etiqueta del «prosovietismo». Lejos de sufrirlo como un estigma, estos comunistas trataron de reapropiarse del término. De esta forma, un concepto tan controvertido se convirtió en motivo de orgullo. Para ellos, esta actitud formaba parte de lo que siempre había sido uno de los pilares fundamentales del partido comunista: «Por eso los comunistas españoles lejos de acomplejarnos cuando la burguesía y los revisionistas de derecha e “izquierda” nos califican de prosoviéticos, les respondemos: Sí, somos prosoviéticos, nos enorgullecemos de ello, siempre estaremos con el PCUS y la Unión Soviética». 63
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