En la historia reciente de las investigaciones político-culturales se ha desarrollado un importante debate epistemológico sobre la perspectiva de investigación. Especialmente, sobre la forma en que se estudiaban y catalogaban las culturas políticas. Por eso, desde la ciencia política se ha puesto en marcha una importante producción teórica alrededor del problema de lo que han definido como la «naturaleza de la interpretación». 46 En este sentido parecen especialmente relevantes las tesis de Stephen Welch, quien en 1993 ya alertaba sobre la preponderancia de una «visión idealista» en los estudios sobre las culturas políticas. Este punto de partida tan extendido entre las investigaciones otorgaba mayor importancia a la visión del propio analista que al significado aportado por los propios actores. Estas reflexiones acompañaban a la problemática que se escondía tras el «acto de nombrar» a las distintas culturas políticas. En vez de basarse en arquetipos ideales, el autor proponía dar más importancia al contexto mediante los propios conceptos vividos por los protagonistas. 47 En este sentido, también resultan interesantes las reflexiones del sociólogo Jesús Ibáñez hechas a mediados de los años ochenta, al calor de la manipulación mediática que se cernía sobre el recién creado PC que lideraba Ignacio Gallego. En su razonamiento destaca la importancia que le otorgaba a lo que se dice explícitamente y, sobre todo, de lo que no se dice de este cuando nos referimos a esta corriente comunista: «¿Por qué designarlo con el término de “prosoviético”? Ninguno de los designados como “prosoviético” se autodesignaría con esa designación (y no son más prosoviéticos que otros son proamericanos)». 48 Algunos historiadores están empezando a resaltar la necesidad de superar esta visión simplista basada en un estigma. En el II Congrés de Historia del PSUC, Joan Tafalla apuntaba acertadamente algunas críticas sobre la denominación hasta entonces hegemónica sobre esta corriente:
Desde hace tiempo, y sin ningún éxito, predico a favor de superar el estigma del «prosovietismo» para designar un determinado grupo interno del PSUC que una clasificación menos interesada llevaría a adjetivar como ala izquierdista del partido. ¿Por qué no designar aquellos, que la prensa burguesa y una determinada historiografía suelen denominar «Prosoviéticos», tal como ellos se denominaban, es decir, «comunistas»? […] Una amalgama de sectores y descontentos que no cabía ni bajo la etiqueta del «prosovietismo». Una amalgama de sectores y sensibilidades que convergían en su crítica del eurocomunismo y que coincidían en autodenominarse comunistas, y punto. 49
Partiendo de la base de que, efectivamente, los componentes de nuestro de objeto de estudio son, ante todo, comunistas, se hace necesario profundizar en su identidad para lograr una adecuada denominación. Como hemos visto previamente, la identidad está directamente relacionada con los procesos de acción colectiva, y se puede establecer que esta se lleva a cabo gracias a la identificación de los actores involucrados en el conflicto, el desarrollo de relaciones emocionales basadas en relaciones de confianza mutua entre sus miembros y la puesta en marcha de construcciones simbólicas que permiten conectar su lucha con su visión de la historia. 50 Según este parámetro de análisis, el término «prosoviético» es esquemático y deformante. En primer lugar, estamos hablando de una corriente con una corta historia de vida de apenas veinte años, lo que dificulta la creación de una única identidad plenamente consolidada. En segundo lugar, se trata de una cultura militante que se fragua en dos contextos muy distintos, primero dentro y después fuera de las estructuras del PCE. Como su acción se desarrolló en varias olas, su disidencia se produjo en muchos casos de forma paralela, coincidiendo en los ámbitos de actuación interna/externa. Por otra parte, conviene no olvidar el proceso de ósmosis con la identidad de la izquierda radical dada su colaboración durante varios años. Bajo esta situación parece recomendable buscar nuevas categorías que engloben más representativamente a esta identidad. Precisamente por ese motivo en esta investigación se utiliza el concepto de comunistas ortodoxos. La aparición del término «prosoviético» tiene su origen en sectores anticomunistas y es previo a los años sesenta, por lo que ni siquiera nace de forma específica para denominar a esta corriente comunista. Tras el giro del PCE a finales de los años sesenta este adjetivo peyorativo pasó a usarse para estigmatizar a aquellas personas que defendían la identidad ortodoxa. 51 El Diccionario de la Real Academia Española (RAE) define ortodoxo como «conforme con la doctrina fundamental de un sistema político o filosófico», además de «conforme con hábitos o prácticas normalmente admitidos». 52 Es decir, la ortodoxia aplicada a este sujeto político sería la conformidad con los principios de una doctrina (el marxismo-leninismo que se profesaba activamente en el PCE hasta los años setenta), aceptados por la mayoría (de los comunistas) como los más adecuados en un determinado ámbito (la sociabilidad militante).
En realidad, la cuestión de la ortodoxia comunista ha estado siempre presente en la historia del marxismo y no es un objeto de debate excesivamente novedoso. Incluso, ha sido objeto de reflexiones por parte de grandes teóricos del marxismo, como el filósofo húngaro György Lukács. En 1923 reflexionaba, desde otra perspectiva, sobre la necesidad de defender un marxismo ortodoxo:
Así pues, marxismo ortodoxo no significa reconocimiento acrítico de los resultados de la investigación marxiana, ni «fe» en tal o cual tesis, ni interpretación de una escritura «sagrada». En cuestiones de marxismo la ortodoxia se refiere exclusivamente al método . Esa ortodoxia es la convicción científica de que en el materialismo dialéctico se ha descubierto el método de investigación correcto, que ese método no puede continuarse, ampliarse ni profundizarse más que en el sentido de sus fundadores. Y que, en cambio, todos los intentos de «superarlo» o «corregirlo» han conducido y conducen necesariamente a su deformación superficial, a la trivialidad, al eclecticismo. 53
Como hemos visto anteriormente, el concepto de «prosoviéticos» resulta tremendamente conflictivo para el análisis histórico y dificulta una correcta caracterización de las singularidades de esta corriente. Esto ocurre principalmente por dos motivos. El primero reside en que cuando se usa este término se tiende a ignorar su origen e intencionalidad. Es necesario recordar que se trata de un término con claras connotaciones negativas que no se ajusta ni a la heterogeneidad de las fuerzas políticas que formaron parte de esta corriente, ni mucho menos a lo complejo de su identidad. El segundo motivo tiene relación con el bajo grado de aceptación entre los propios militantes. Este concepto no está interiorizado por la militancia, entre la cual aparecen diferentes opiniones. Además, para la casi totalidad de los comunistas entrevistados el origen de este término tiene como objetivo la descalificación desde los propios planteamientos que esgrimió el Franquismo durante cuarenta años para referirse al PCE. Es decir, construir una imagen de ellos como una fuerza externa y a las órdenes de Moscú, ajenos a la lucha de la clase obrera española por su emancipación. Si existe un consenso historiográfico para no referirse al PCE previo a 1968 como «los prosoviéticos», por los mismos motivos no es adecuado utilizarlo para calificar a los comunistas que, dentro o fuera del PCE, mantenían posturas disidentes basadas en el mantenimiento de la ortodoxia que hasta entonces había sido hegemónica en el partido. Además, la utilización del término «prosoviético» para hacer referencia a los comunistas ortodoxos lleva a embarcarse en otras posibles contradicciones historiográficas, teniendo quizás que aceptar según estos planteamientos que los comunistas más heterodoxos del PCE dirigidos por Santiago Carrillo serían susceptibles de ser denominados «antisoviéticos» por contraposición, lo cual significaría igualmente una mera vulgarización frente al complejo proceso que tuvo lugar en los intentos de construcción de una identidad eurocomunista. 54
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