Javier Fariñas Martín - Nelson Mandela

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Amplio recorrido biográfico de Nelson Mandela, uno de los hombres más importantes de nuestro tiempo. Este libro es un reconocimiento a un pueblo que luchó. Sin una Sudáfrica rebelde, orgullosa y que se rebeló en masa contra la injusticia, Mandela no habría sido imprescindible. Desde su niñez hasta sus años de presidencia, Madiba, como se le denomina cariñosamente en su país, estuvo acompañado por personas que le hicieron evolucionar hasta ser quien fue. La obra tiene como anexos el Manifiesto del Congreso del Pueblo carta de la Libertad y la Autodefensa de Nelson Mandela ante la Corte Suprema en el juicio de Rivonia, en el que fue condenado a cadena perpetua. El libro tiene, además, un índice onomástico.

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El Día de la Libertad también nació su tercer hijo, Makgatho Lewanika. Por aquel entonces, su matrimonio con Evelyn ya empezaba a dar síntomas de naufragio. De hecho, el esposo y padre solo hizo un breve paréntesis en el hospital dentro de la vorágine del Día nacional de protesta, del Día de la Libertad. Del día de Makgatho. El compromiso con el CNA y la causa anti - apartheid le alejaban más y más de su casa. Los reproches de Evelyn, cuya actitud y convicciones religiosas diferían de los gustos políticos de su marido, eran cada vez más frecuentes. Pero también aquel compromiso con el pueblo sudafricano causaba inquietud en su hijo mayor, que apenas levantaba unos pocos palmos del suelo. «En aquella época, mi mujer me comentó un día que mi hijo Thembi, que por aquel entonces tenía cinco años, le había preguntado dónde vivía papá. Volvía tarde a casa por las noches, mucho después de que él se fuera a la cama, y salía temprano por las mañanas, antes de que se despertara. No me agradaba verme privado de la compañía de mis hijos. Ya en aquellos días, mucho antes de que tuviese el menor atisbo de que pasaría décadas alejado de ellos, les echaba mucho en falta» 8.

Mandela pasó a presidir la Liga Juvenil del CNA a la vez que comenzaba a fraguar la necesidad de dar un paso más en la lucha contra el sistema impuesto por el Gobierno de Malan que, quizás, pudiera incluir cierta forma de violencia contra el sistema. Ahí, sin embargo, sabían que tendrían un duro hueso que roer dentro del propio partido, Albert Luthuli, el histórico líder del Congreso Nacional Africano. Luthuli «era un ferviente discípulo del Mahatma Ghandi y creía en la no violencia por ser cristiano y por principios. Muchos de nosotros no..., porque adoptarlo como principio implica que, sea cual sea la posición, te aferrarás a la no violencia... Adoptamos la actitud de que nos aferraríamos a la no violencia solo cuando las condiciones lo permitieran. Tan pronto como las condiciones giraran en contra, abandonaríamos automáticamente la no violencia y utilizaríamos los métodos que requiriese la situación» 9.

Esa rabia contenida comenzó a ser combatida en el ring . Literalmente. En 1950, Mandela comenzó a practicar el boxeo en el Donaldson Orlando Community Center de la mano de Skipper Molotsi quien «le enseñó que, para triunfar, un boxeador no solo debe ser ágil y fuerte, tiene que conocer a su contrincante» 10. Se entrenaba cuatro días a la semana.

Después del bufete.

Después del CNA.

Antes de la familia.

Una hora y media de deporte que le permitía evadirse del aquelarre de reuniones y problemas más o menos cotidianos. Era un centro mal equipado, sin un cuadrilátero adecuado, con pocos pares de guantes, sin cascos, sin protectores dentales. A pesar de lo rudimentario que era, Eric Ntsele, campeón de los pesos gallo sudafricanos, o Freddie Ngidi, campeón mosca del Transvaal, fueron algunos de los humildes logros de aquel club en el que una veintena de jóvenes negros pegaban golpes al saco todas las noches. Mandela, que ya había practicado el boxeo en Fort Hare, nunca consideró dedicarse a ello de manera profesional. Peso pesado con poca pegada y movimientos torpes, consideraba esta práctica deportiva, además de una forma de escapar de la rutina, como un cauce para estudiar la estrategia del adversario, fuera cual fuera su naturaleza y condición. Cómo rodear al enemigo. Qué hacer. Cómo moverse. Cómo encontrar sus puntos débiles. Cómo y dónde golpear. Con el tiempo, su hijo Thembi se convertiría en asiduo en la práctica de este deporte.

El desarrollo legislativo del apartheid corría casi tanto como los deseos de la minoría blanca que había votado al Partido Nacional en 1948. Tres años más tarde, el Gobierno aprobó la Ley de representación segregada y la Ley de autoridades bantúes, que provocó la desaparición del Consejo de Representación Nativa, el único espacio en el que, de forma indirecta, los africanos tenían cierta presencia en el gobierno de las distintas áreas en que se dividía el país. A partir de ahora, este organismo quedaría sustituido por un sistema de jefes tribales nombrados por el Gobierno. A través de estos se pretendía perpetuar un sistema que, objetivamente, solo beneficiaba a la minoría bóer.

La firma de estas leyes generó una insatisfacción entre negros, indios y mestizos que comenzó a fraguar en lo que sería una gran campaña nacional de desobediencia civil. Esa campaña contemplaba la posibilidad de una resistencia pasiva que podría llevar a cientos, o miles, de voluntarios a las cárceles sudafricanas. Superada la hostilidad intelectual al comunismo, ahora las reservas de Mandela se centraban especialmente en los partidos que representaban a la minoría india, por lo que defendió con vehemencia que esa campaña estuviera monopolizada por la mayoría negra. Trasladó esa oposición al comité ejecutivo nacional y a la Conferencia nacional del CNA en diciembre de 1951. En ambos casos, tumbaron sus reticencias con solemnidad y contundencia. Mandela, tan vehemente como obediente, acató la decisión. En la protesta contra el Gobierno de Pretoria irían de la mano con indios, mestizos y con aquellos blancos que renegaban de la discriminación racial.

El 29 de febrero de 1952, el CNA pidió al Gobierno que revocara la ley que había convertido al comunismo sudafricano en una página de su historia contemporánea. Además, exigió que anulara las leyes en las que se sustentaba su entramado de injusticia: la de áreas para grupos, la de representación segregada, la de autoridades bantúes, la de pases y salvoconductos.

Antes de la Campaña de desafío de las leyes injustas, realizaron una convocatoria para el 6 de abril de 1952. No era un día más. La fecha coincidía con el 300 aniversario de la llegada de Jan van Riebeck a Ciudad del Cabo en 1652. Aquel momento era, de algún modo, el inicio del descalabro del pueblo negro en su propio país. Los blancos celebraban los tres siglos del nacimiento de la nación. Ese mismo día, los negros repasarían, uno a uno, los 300 años de opresión que llevaban anotados en su colectivo libro de familia.

Cuando Mandela comenzó a trabajar en el bufete de Sidelsky, este le dejó un traje. El día de su graduación en Fort Hare, le dejaron dinero para comprarse otro y le prestaron los ropajes académicos. La suya parecía una vida fiada por otros, porque el día que obtuvo el carné de conducir, se examinó con un coche que no era suyo. Mientras el país vivía bajo el yugo del Partido Nacional y el endurecimiento de las leyes contra los negros y las minorías no blancas, la historia personal de Mandela se escribía, muchos días, a golpe de embrague y viajes con la ventanilla bajada por las más que decentes carreteras sudafricanas.

Como no eran muchos los negros que tenían carné, el novel conductor se convirtió en una especie de recadero del CNA. Si había que traer o llevar compañeros o materiales, si había que hacer mandados o llevar algo de correspondencia a las diferentes agrupaciones del partido, ahí estaba Mandela. Una de aquellas encomiendas tuvo como contexto la Campaña de desafío de las leyes injustas. El CNA iba a dirigir una carta al mismísimo Daniel Malan indicándole la forma, el modo y, ante todo, los plazos que le marcaban para la anulación de ese cuerpo legal irreconciliable con la dignidad y con los derechos de los negros y de las minorías india y mestiza. La carta debía ir firmada por el presidente del CNA, James Sebe Moroka, que sería arrestado precisamente con motivo de la Campaña de desobediencia civil. Camino de Thaba ‘Nchu, Mandela se acercó demasiado a un par de chavales blancos que iban en bicicleta por la carretera. Uno de ellos, sin percatarse de la presencia del vehículo, invadió el carril e impactó levemente contra el coche. Bicicleta y muchacho se desparramaron por la carretera. A pesar de lo aparatoso del golpe, el chico no se lastimó, pero un camionero que pasaba contempló la escena y avisó a la policía. Un negro había atropellado a un chico blanco. Nelson Mandela, en su autobiografía recuerda bien el episodio, porque uno de los agentes que llegó hasta el lugar de los hechos le dijo en afrikáans: «Kaffer, jy sal kak vandag», algo así como: «La acabas de cagar, cafre». Mandela, preocupado por el chaval y por la situación, no se arredró. «Estaba conmocionado por el accidente y me consternó la violencia de sus palabras, pero le dije con toda firmeza que cagaría cuando quisiera, no cuando me lo dijera un policía» 11. Eso, como era de esperar y como Mandela sabía, solo podía empeorar las cosas. Lo agravó su respuesta, como también el ejemplar de la revista The Guardian, tildada de izquierdista en la Sudáfrica del momento, que el sargento encontró debajo de la alfombrilla del coche. La carta que debía firmar Moroka quedó a salvo bajo su ropa. Con la publicación en la mano, y con el Partido Comunista ilegalizado, Mandela se convirtió en carne de cañón para un arresto seguro. El agente no se cohibió de gritar nada más que a los vientos el hallazgo de aquella presa. Lo hizo, como era de esperar, en afrikáans: «Wragtig ons het’n Kommunis gevang» . Traducido, aquel mensaje era como el vozarrón del grumete al avistar tierra desde lo alto del mástil: «Válgame, hemos cogido a un comunista». La entonación iría encadenada a varios signos de exclamación que equivalían al deber cumplido, al reconocimiento de los compañeros y al hecho de acabar, poco a poco, con la plaga de comunistas –y encima negros– que termiteaban el país.

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