El feudo, la comarca y la feria
La privatización del espacio público en Lima
Javier Díaz-Albertini F.
Colección Investigaciones
El feudo, la comarca y la feria .
La privatización del espacio público en Lima
Primera edición digital, septiembre de 2016
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ISBN versión electrónica: 978-9972-45-363-2
A mis hijos, Kai y Miguel, por todos esos maravillosos momentos que pasamos en los parques, veredas y calles de nuestra querida ciudad .
Presentación
Capítulo 1. El espacio público: entre la privatización y la reivindicación
1.1 El espacio como sentido e identidad
1.2 Definiendo el espacio público
1.3 El temor y la inseguridad
1.4 El dominio del parque automotor
1.5 El imperio del liberalismo
1.6 El apego al espacio próximo
Capítulo 2. El feudo
2.1 La segregación y los espacios públicos
2.2 El parque «del barrio»: enrejados, restringidos y ornamentales
2.3 Parques de proyección interdistrital
2.4 Parques metropolitanos: con derecho de admisión
2.5 Conclusión: ¿son posibles los espacios de integración?
Capítulo 3. La comarca
3.1 La apropiación ilegal de calles
3.2 El capital social, la inseguridad y el espacio
3.3 El espacio público y las calles enrejadas en el imaginario del NSE A
3.4 Las veredas y los viandantes
3.5 Conclusiones
Capítulo 4. La feria
4.1 Del centro multifuncional al policentrismo especializado
4.2 El espectáculo del consumo
4.3 Los centros comerciales en Lima
4.4 Nuestras visitas
4.5 ¿Una ciudad de consumidores, pero sin ciudadanos?
4.6 Los múltiples espacios de los adolescentes: trasposiciones e identidades
4.7 Conclusiones
Epílogo. El espacio secuestrado
Coda metodológica. ¿Qué opinan los limeños y las limeñas del espacio público?
Referencias
De pibes la llamamos la vedera
y a ella le gustó que la quisiéramos.
En su lomo sufrido dibujamos
tantas rayuelas.
Julio Cortázar. (1995).
Veredas de Buenos Aires y otros poemas 1
¿Por qué surgen tantas dificultades y conflictos con respecto al uso del espacio en Lima? En nuestra universidad, los alumnos obstruyen pasillos y se apropian de las escaleras al sentarse en ellas cual parque público. En el distrito de La Molina, privatizan vías con tranqueras y levantan un cerco en el límite con otro distrito (más pobre). En complejos residenciales, los habitantes destruyen la armonía arquitectónica añadiendo pisos en los aires, cercando el estacionamiento público, abriendo negocios en zonas de viviendas y en áreas comunes. Los vecinos de todos los sectores sociales están enrejando el acceso a vías públicas y apropiándose de parques, sin autorización de las instancias correspondientes. Sin olvidar la usurpación de la calle por el ambulante, de las playas por el NSE A, de las avenidas y autopistas por el transporte para recoger pasajeros en cualquier sitio, de los parques públicos por autoridades municipales que los cercan, cobran entrada y limitan exageradamente los usos permitidos… Todas son formas de imponer y excluir, en vez de compartir y convivir con la diversidad y hacer del espacio público uno de los lugares privilegiados para ejercer la ciudadanía, las diferencias y, también, el anonimato. Son maneras de actuar que privilegian lo privado: el beneficio, el deseo y la necesidad individual sobre los derechos de los demás.
En Lima, somos parte de un proceso preocupante que está ocurriendo en las llamadas ciudades posmodernas: una constante disminución en la disponibilidad y en el uso del espacio público 2. La creciente privatización o privatismo en las ciudades globalizadas es un tema común y recurrente en los estudios urbanos contemporáneos (Gottdiener, Hutchison y Ryan, 2015). A partir de los años ochenta, los designios de las grandes ciudades han pasado a ser crecientemente influenciados o determinados por decisiones e intereses particulares, entre los cuales tienen especial peso las empresas inmobiliarias y de construcción. Esta actuación se concreta claramente en el tratamiento del espacio urbano, cuyo nivel de privatización varía de sociedad en sociedad; se observan, por ejemplo, notables diferencias entre los países desarrollados, donde la privatización es más común en las ciudades estadounidenses que en las ciudades europeas, especialmente las escandinavas (Logan y Molotch, 2007).
Aunque no hay acuerdos inequívocos sobre lo que implica la privatización, es posible definirla como un conjunto de procesos y acciones que privilegia la iniciativa privada o particular como principal determinante de las políticas y decisiones urbanas. El desarrollo de la ciudad resulta, entonces, del agregado de iniciativas particulares que, normalmente, tienen al mercado como mecanismo esencial para la toma de decisiones. Otras esferas de toma de decisiones –como las gubernamentales, comunales o personales– pasan a un segundo lugar o son consideradas subyacentes a los intereses particulares. Según Logan y Molotch (2007), en el nuevo urbanismo se favorece el valor de cambio sobre el valor de uso, a pesar de que este último resulta esencial para entender las disposiciones de la mayoría de los habitantes de una urbe, especialmente en la creación de lugares. El concepto de «lugar» es utilizado por las ciencias sociales para definir un espacio que ha sido dotado de significados personales, y normalmente se expresa en el grado de apego, place attachment en inglés (Smaldone, Harris y Sanyal, 2008). Es evidente que este apego no puede reducirse a un valor monetario (precio), sino que va ligado a opciones de vida y de interacción social.
Como se señaló anteriormente, una de las manifestaciones más preocupantes de la privatización es la disminución del espacio público, sea este medido en términos de área o en el deterioro que sufre en al menos una de las tres funciones que debería cumplir: su libre acceso, transparencia y multifuncionalidad. Como bien indica Borja (2003), la crisis de la ciudad posmoderna se expresa con más fuerza en lo compartido:
En los espacios públicos se expresa la diversidad, se produce el intercambio y se aprende la tolerancia. La calidad, la multiplicación y la accesibilidad de los espacios públicos definirán en gran medida la ciudadanía. Su polivalencia, su centralidad, su calidad generan ciertamente usos diversos que entran en conflicto (de tiempo y espacios, de respeto o no del mobiliario público, de pautas culturales distintas, etc.), pero también pueden ser una escuela de civismo. (p. 210)
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