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Mireia desaparecida
Tomás Moscardó
Primera edición: abril de 2022
© Copyright de la obra: Tomás Moscardó
© Copyright de la edición: Angels Fortune Editions
Código ISBN: 978-84-125103-0-0
Código ISBN digital: 978-84-125103-1-7
Depósito legal: B 3940-2022
Corrección: Teresa Ponce
Maquetación: Celia Valero
Edición a cargo de Ma Isabel Montes Ramírez
©Angels Fortune Editions www.angelsfortuneditions.com
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A mi hija Nuria, por quererme tal como soy
1. ¿Dónde está Mireia?
2. Una pizarra en blanco
3. Atando cabos
4. La caja de cromos
5. La batalla en el ciberespacio
6. El gato y el ratón
7. El rescate
8. El desenlace
Capítulo 1
¿Dónde está Mireia?
Aquella mañana de junio de 2019 parecía que iba a ser una mañana más en el lujoso hotel de Magaluf en Mallorca.
En el bufé comedor del hotel de cinco estrellas, situado apenas a unos metros de la playa y con sus terrazas mirando al mar, los clientes iban llegando para disfrutar del variado desayuno que allí se ofrecía.
Aunque el público eran básicamente turistas británicos, al fondo de una de las terrazas se podía ver un grupo no muy numeroso de chicos adolescentes que estaban de viaje de estudios.
Después de varias idas y venidas desde las mesas del desayuno hasta los expositores, de los que no paraban de salir huevos con beicon, fruta, cruasanes e infinidad de manjares, el grupo de adolescentes parecía completo. Realmente no era así.
Los profesores responsables del grupo observaron que faltaban tres alumnos: dos chicas y un chico.
Empezaron a preguntar a los compañeros si sabían algo de los ausentes. Ninguno de ellos pudo dar una respuesta.
Gemma y Pep eran los profesores responsables del grupo de alumnos, además Gemma era su tutora. Juntos se acercaron hasta el lugar donde estaba sentado Quim, compañero de habitación del chico ausente, y allí mismo de pie junto al joven, que permanecía sentado, le preguntaron:
—Quim, ¿dónde está Gerard? Es tu compañero de habitación, ¿a qué hora se ha levantado?
—No ha dormido en la habitación esta noche —respondió el joven.
—¿Cómo que no ha dormido en la habitación esta noche? —exclamó la profesora.
—No. Después de cenar, cuando todos nos fuimos a la fiesta chill out de al lado de la piscina grande, lo vi junto a Tania. Como siempre con los labios pegados. Así que les dejamos solos y nos fuimos a tomar algo. Nos separamos en varios grupos. Yo me quedé con Xesca, Inma, Roser, Neus, Ferran, Antonio y Lluc. Los demás se fueron haciendo sus grupos también, y no sé más.
—Seguro que Gerard y Tania se fueron por ahí a follar a saco —agregó Lluc.
—¡Ya te digo! —añadió Antonio mientras chocaba los cinco con Lluc.
Sorprendidos por las respuestas, ambos profesores se miraron mutuamente. En su rostro se observaba ya cierta preocupación. De nuevo Gemma preguntó a todo el grupo.
—¿Hay alguien que viese a Gerard, Tania o Mireia anoche después de la cena?
El resto de los alumnos respondió negando con la cabeza.
Gemma se giró hacia el otro profesor y con la mirada preocupada le comentó:
—Tres alumnos que no sabemos dónde están. Me estoy poniendo muy nerviosa.
—Cálmate, Gemma, seguro que hay una explicación lógica para todo esto. Llamemos a sus móviles, a ver si es que se han quedado dormidos.
Gemma marcó primero el teléfono de Mireia.
—Vamos, Mireia, responde al móvil. ¡Responde, maldita sea!
Pep se pasaba la mano por la cara con gesto de preocupación esperando a que Mireia respondiera la llamada.
—¡Joder! Apagado o fuera de cobertura —dijo Gemma a Pep.
—Llama al de Tania. Mientras, voy a intentar localizar a Gerard. Seguro que esto no es más que una simple borrachera que se les ha ido de las manos —le respondió.
—Nada, igual que el de Mireia, apagado o fuera de cobertura. ¿Has conseguido algo al móvil de Gerard?
—Tampoco. Igual que los de las chicas, apagado o fuera de cobertura. Joder, Gemma, tenemos que subir a la habitación de Tania y Mireia para ver si es que simplemente estuvieron de juerga y se han quedado dormidos.
Rápidamente ambos profesores subieron hasta la cuarta planta y llegaron a la habitación 412. Pep golpeó la puerta y comenzó a llamar a las chicas en voz alta.
—¡Tania! ¡Mireia! ¡Despertad, que es tarde! Tania, ¿me oyes? Mireia, ¡abre la puerta! No pasa nada si anoche bebisteis un poco de más, pero abrid la puerta, que nos tenéis muy preocupados.
La angustia iba reflejándose cada vez más en el rostro de los profesores. De nuevo se miraron uno al otro con una expresión que denotaba que ambos ya sabían que algo no iba bien.
—Gemma, mira, esa luz roja sobre la puerta es un indicador de que hay alguien en la habitación. Están dentro. Voy a bajar a la recepción para que nos abran la puerta —afirmó Pep.
—No tardes. Yo seguiré insistiendo, a ver si contestan. Si realmente están dentro, tendrán que oír los golpes en la puerta —respondió Gemma.
Corriendo por el pasillo de la cuarta planta del hotel y bajando las escaleras tan rápido que el corazón parecía que se le iba a salir del pecho, los minutos hasta llegar a la recepción del hotel se le hicieron eternos.
Jadeando y sin aliento, llegó hasta el mostrador de la recepción y se dirigió al empleado.
—Tenemos una urgencia: dos de nuestras alumnas no han bajado a desayunar ni responden al móvil. Tampoco abren la puerta de la habitación, pero la luz está en rojo, eso significa que están dentro, ¿no?
El recepcionista se quedó perplejo y respondió a Pep.
—Un momento, que aviso al jefe de recepción.
El joven entró en el office y pasados unos segundos apareció su jefe por la puerta lateral del mostrador.
—¿Qué es lo que sucede? —preguntó el superior.
—Tenemos tres alumnos menores que no se han presentado a desayunar, nadie los ha visto desde anoche, no responden a sus móviles ni abren la puerta. Pero la señal de que hay alguien en la habitación está encendida. Son dos chicas que comparten la 412 y un chico que está en la 418, pero su compañero de habitación sí está y confirma que no ha dormido en la habitación. No sé, ¿pueden de alguna forma abrir con la llave maestra?
—Por supuesto, caballero, no se preocupe. Enseguida vamos a la 412 y abrimos la puerta. ¿Es usted el tutor de los chicos?
—No, la tutora es mi compañera Gemma, que se está dejando las manos aporreando la puerta de la habitación.
Rápidamente Pep y el jefe de recepción se dirigieron hacia el ascensor para subir a la cuarta planta. Mientras, Pep sacó su teléfono móvil para informar a Gemma.
A paso ligero llegaron ambos hasta la puerta de la habitación 412, donde estaba Gemma esperando.
—Vamos, vamos, dese prisa, necesitamos entrar en la habitación —le espetó Gemma al encargado.
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