Lope de Vega - FUENTEOVEJUNA
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No se ha de poder sufrir
lo que nos ha de decir
cuando sin ellas nos vamos.
ORTUÑO: Quien sirve se obliga a esto.
Si en algo desea medrar,
o con paciencia ha de estar,
o ha de despedirse presto.
ISABEL: Digo, señor, que conviene
el no haber descuido en esto,
por ver a Alfonso en tal puesto,
y su ejército previene.
Y es bien ganar por la mano
antes que el daño veamos;
que si no lo remediamos,
el ser muy cierto está llano.
REY: De Navarra y de Aragón
está el socorro seguro,
y de Castilla procuro
hacer la reformación
de modo que el buen suceso
con la prevención se vea.
ISABEL: Pues vuestra majestad crea
que el buen fin consiste en eso.
MANRIQUE: Aguardando tu licencia
dos regidores están
de Ciudad Real. ¿Entrarán?
REY: No les nieguen mi presencia.
REGIDOR 1: Católico rey Fernando,
a quien ha enviado el cielo
desde Aragón a Castilla
para bien y amparo nuestro:
en nombre de Ciudad Real,
a vuestro valor supremo
humildes nos presentamos,
el real amparo pidiendo.
A mucha dicha tuvimos
tener título de vuestros;
pero pudo derribarnos
de este honor el hado adverso.
El famoso don Rodrigo
Téllez Girón, cuyo esfuerzo
es en valor extremado,
aunque es en la edad tan tierno
maestre de Calatrava,
él, ensanchar pretendiendo
el honor de la encomienda,
nos puso apretado cerco.
Con valor nos prevenimos,
a su fuerza resistiendo,
tanto, que arroyos corrían
de la sangre de los muertos.
Tomó posesión, en fin;
pero no llegara a hacerlo,
a no le dar Fernán Gómez
orden, ayuda y consejo.
Él queda en la posesión,
y sus vasallos seremos,
suyos, a nuestro pesar,
a no remediarlo presto.
REY: ¿Dónde queda Fernán Gómez?
REGIDOR 1: En Fuenteovejuna creo,
por ser su villa, y tener
en ella casa y asiento.
Allí, con más libertad
de la que decir podemos,
tiene a los súbditos suyos
de todo contento ajenos.
REY: ¿Tenéis algún capitán?
REGIDOR 2: Señor, el no haberle es cierto,
pues no escapó ningún noble
de preso, herido o de muerto.
ISABEL: Ese caso no requiere
ser de espacio remediado;
que es dar al contrario osado
el mismo valor que adquiere;
y puede el de Portugal,
hallando puerta segura,
entrar por Extremadura
y causarnos mucho mal
REY: Don Manrique, partid luego,
llevando dos compañías;
remediad sus demasías
sin darles ningún sosiego.
El conde de Cabra ir puede
con vos; que es Córdoba osado,
a quien nombre de soldado
todo el mundo le concede;
que éste es el medio mejor
que la ocasión nos ofrece.
MANRIQUE: El acuerdo me parece
como de tan gran valor.
Pondré límite a su exceso,
si el vivir en mí no cesa.
ISABEL: Partiendo vos a la empresa,
seguro está el buen suceso.
LAURENCIA: A medio torcer los paños,
quise, atrevido Frondoso
para no dar qué decir,
desvïarme del arroyo;
decir a tus demasías
que murmura el pueblo todo,
que me miras y te miro,
y todos nos traen sobre ojo.
Y como tú eres zagal
de los que huellan, brioso,
y excediendo a los demás
vistes bizarro y costoso,
en todo lugar no hay moza,
o mozo en el prado o soto,
que no se afirme diciendo
que ya para en uno somos;
y esperan todos el día
que el sacristán Juan Chamorro
nos eche de la tribuna
en dejando los piporros.
Y mejor sus trojes vean
de rubio trigo en agosto
atestadas y colmadas,
y sus tinajas de mosto,
que tal imaginación
me ha llegado a dar enojo:
ni me desvela ni aflige
ni en ella el cuidado pongo.
FRONDOSO: Tal me tienen tus desdenes,
bella Laurencia, que tomo,
en el peligro de verte,
la vida, cuando te oigo.
Si sabes que es mi intención
el desear ser tu esposo,
mal premio das a mi fe.
LAURENCIA: Es que yo no sé dar otro.
FRONDOSO: ¿Posible es que no te duelas
de verme tan cuidadoso
y que imaginando en ti
ni bebo, duermo ni como?
¿Posible es tanto rigor
en ese angélico rostro?
¡Viven los cielos, que rabio!
LAURENCIA: Pues salúdate, Frondoso.
FRONDOSO Ya te pido yo salud,
y que ambos, como palomos,
estemos, juntos los picos,
con arrullos sonorosos,
después de darnos la iglesia…
LAURENCIA: Dilo a mi tío Juan Rojo;
que aunque no te quiero bien,
ya tengo algunos asomos.
FRONDOSO: ¡Ay de mí! El señor es éste.
LAURENCIA: Tirando viene a algún corzo.
Escóndete en esas ramas.
FRONDOSO: Y ¡con qué celos me escondo!
COMENDADOR: No es malo venir siguiendo
un corcillo temeroso,
y topar tan bella gama.
LAURENCIA: Aquí descansaba un poco
de haber lavado unos paños;
y así, al arroyo me torno,
si manda su señoría.
COMENDADOR: Aquesos desdenes toscos
afrentan, bella Laurencia,
las gracias que el poderoso
cielo te dio, de tal suerte,
que vienes a ser un monstruo.
Mas si otras veces pudiste
hüír mi ruego amoroso,
agora no quiere el campo,
amigo secreto y solo;
que tú sola no has de ser
tan soberbia, que tu rostro
huyas al señor que tienes,
teniéndome a mí en tan poco.
¿No se rindió Sebastiana,
mujer de Pedro Redondo,
con ser casadas entrambas,
y la de Martín del Pozo,
habiendo apenas pasado
dos días del desposorio?
LAURENCIA: Ésas, señor, ya tenían
de haber andado con otros
el camino de agradaros;
porque también muchos mozos
merecieron sus favores.
Id con Dios, tras vueso corzo;
que a no veros con la cruz,
os tuviera por demonio,
pues tanto me perseguís.
COMENDADOR: ¡Qué estilo tan enfadoso!
Pongo la ballesta en tierra
[puesto que aquí estamos solos],
y a la práctica de manos
reduzco melindres.
LAURENCIA: ¿Cómo?
¿Eso hacéis? ¿Estáis en vos?
COMENDADOR: No te defiendas.
FRONDOSO: Si tomo
la ballesta ¡vive el cielo
que no la ponga en el hombro!
COMENDADOR: Acaba, ríndete.
LAURENCIA: ¡Cielos,
ayúdame agora!
COMENDADOR: Solos
estamos; no tengas miedo.
FRONDOSO: Comendador generoso,
dejad la moza, o creed
que de mi agravio y enojo
será blanco vuestro pecho,
aunque la cruz me da asombro.
COMENDADOR: ¡Perro, villano!…
FRONDOSO: No hay perro.
Huye, Laurencia.
LAURENCIA: Frondoso,
mira lo que haces.
FRONDOSO: Vete.
COMENDADOR: ¡Oh, mal haya el hombre loco,
que se desciñe la espada!
Que, de no espantar medroso
la caza, me la quité.
FRONDOSO: Pues, pardiez, señor, si toco
la nuez, que os he de apiolar.
COMENDADOR: Ya es ida. Infame, alevoso,
suelta la ballesta luego.
Suéltala, villano.
FRONDOSO: ¿Cómo?
Que me quitaréis la vida.
Y advertid que Amor es sordo,
y que no escucha palabras
el día que está en su trono.
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