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Gabriela Mistral: Tala

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Gabriela Mistral Tala

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RECADO DE NACIMIENTO PARA CHILE

Mi amigo me escribe: "Nos nació una niña."

La carta esponjada me llega

de aquel vagido; y yo la abro y pongo

el vagido caliente en mi cara.

Les nació una niña con los ojos suyos,

que son tan bellos cuando tiene dicha,

y tal vez con el cuello de la madre

que es parecido a cuello de vicuña.

Les nació de sorpresa una noche

como se abre la hoja del plátano.

No tenía pañales cortados

la madre, y-rasgó el lienzo al dar su grito.

Y la chiquita se quedó una hora

con su piel de suspiro,

como el niño Jesús en la noche,

lamida del Géminis, el León y el Cangrejo,

cubierta del Zodíaco de enero.

Se la pusieron a la madre al pecho

y ella se vio como recién nacida,

con una hora de vida y los ojos

pegados de cera…

Le decía al bultito los mismos primores

que María la de las vacas, y María la de las cabras:

"Conejo cimarrón", "Suelta de talle"… [29]

Y la niña gritaba pidiéndole

volver donde estuvo sin cuatro estaciones…

Cuando abrió los ojos,

la besaron los monstruos arribados:

la tía Rosa, la “china”Juana,

dobladas como los grandes quillayes

sobre la perdiz de dos horas.

Y volvió a llorar despertando vecinos,

noticiando al barrio,

importante como la Armada británica,

sin querer aplacarse hasta que todos hubiesen sabido…

Le pusieron mi nombre,

para que coma salvajemente fruta,

quiebre las hierbas donde repose

y mire el mundo tan familiarmente

como si ella lo hubiese creado, y por gracia…

Mas añadieron en aquel conjuro

que no tenga nunca mi suelta imprudencia,

que no labre panales para osos

ni se ponga a azotar a los vientos…

Pienso ahora en las cosas pasadas,

en esa noche cuando ella nacía

allá en un claro de mi Cordillera.

Yo soñaba una higuera de Elqui

que manaba su leche en mi cara.

El paisaje era seco, las piedras,

mucha sed, y la siesta, una rabia.

Me he despertado y me ha dicho mi sueño:

– "Lindo suceso camina a tu casa."

Ahora les escribo los encargos:

No me le opriman el pecho con faja.

Llévenla al campo verde de Aconcagua,

pues quiero hallármela bajo un aromo

en desorden de lanas, y como encontrada.

>Guárdenle la cerilla del cabello,

porque debo peinarla la primera

y lamérsela como vieja loba.

Mézanla sin canto, con el puro ritmo

de las viejas estrellase.

Ojalá que hable tarde y que crezca poco;

como la manzanilla está bien.

Que la parturienta la deje

bajo advocación de Marta o Teresa.

Marta hacía panes

para alimentar al Cristo hambreado

y Teresa gobernó sus monjas

como el viejo Favre sus avispas bravas…

Yo creo volver para Pascua

en el tiempo de tunas [30]fundidas

y cuando en vitrales arden los lagartos.

Tengo mucho frío en Lyon

y me abrigo nombrando el sol de Vicuña.

Me la dejarán unas noches

a dormir conmigo.

Ya no tengo aquellas pesadillas duras

y vuelta el armiño, me duermo tres meses.

Dormiré con mi cara tocando

su oreja pequeña,

y así le echaré soplo de Sibila.

(Kipling cuenta de alguna pantera

que dormía olfateando un granito

de mirra pegado en su pata…) [31].

Con su oreja pequeña en mi cara,

para que, si me muero, me sienta,

pues estoy tan sola

que se asombra de que haya mujer así sola

el cielo burlón,

y se para en tropel el Zodíaco

a mirar si es verdad o si es fábula

esta mujer que está sola y dormida.

Recado para las Antillas

I

La isla celebra fiesta de la niña.

El Trópico es como Dios absoluto

y en esos soles se muere o se salva.

Anda el café como un alma vehemente;

en venas anda, de valle o montaña

y punza el sueño de niños oscuros:

hierve en el pan y sosiega en el agua.

De leño tiene su casa la niña

y llega el viento del mar a su cama;

llega en truhán con olor de plantíos

y entran en él toronjales y cañas.

La niña lee un poema de Blake

y de San Juan de la Cruz una estancia;

cuenta sus años y saltan los veinte

como polluelos que están en nidada…

Se los sabía y no los sabía;

en huevos de oro le colman la falda:

cuando pasea son veinte flamencos;

cuando conversa son veinte calandrias.

Ella se acuerda de Cuba y Castilla;

de adolescencias de ayer y de infancias.

Niña jugó bajo un árbol del pan

y amó de amor en las Córdobas blancas.

Cantan sus muros de fábulas locas;

cuando se duerme, más alto le cantan;

toda canción que cantaron los hombres

ellos las tienen, las silban, las danzan;

Van por los muros en aves o víboras

cuando ella duerme a la cara le bajan:

el Siboney y la india Guarina,

el Mar Sargasso y el Barco Fantasma.

La negra sirve un café subterráneo,

denso en el vértigo, casto en la nata.

Entra partida de su delantal,

de risa grande y bandeja de plata.

Yo, que no estoy, yo le digo que llegue

tosca y divina como es una fábula,

y mientras bebe la niña su néctar,

la negra dice su ensalmo de magia.

Sale corriendo a encontrar sus amigas,

grita sus nombres de tierras cristianas.

Se llaman dulce, modoso o agudo:

Águeda, Juana, Clarisa, Esperanza.

Y entre ellas cruzan revoloteando

locas palomas pardi-jaspeadas.

Los mozos llegan a la hora de siesta,

son del color de la piña y el ámbar.

Cuando la miran la mientan «su sangre»,

cuando consiente, la dicen «la Patria.»

En medio de ellos parece la piña,

entre su mata ceñida de espadas.

En medio de ellas será flambuayana,

fuego que el viento tajea en mil llamas.

La aman diversa y nacida de ellos,

como los lagos se gozan sus garzas.

Y otra vez caen y vuelan sesgueando

palomas rojas y amoratadas.

II

Ahora duerme en cardumen de oro

del cielo tórrido, junto a las palmas,

adormecida en su Isla de fuego,

pura en su tierra y en su agua antillana.

Duerme su noche de aromas y duerme

sus mocedades que aún son infancias.

¡Duerme su patria que son tres Antillas

y los destinos que están en su raza!

RECADO PARA LA "RESIDENCIA DE PEDRALBES", EN CATALUÑA

La casa blanca de cien puertas

brilla como ascua a mediodía.

Me la topé como a la Gracia,

me saltó al cuello como niña.

La patria no me preguntaron,

la cara no me la sabían.

Me señalaron con la mano

lecho tendido, mesa tendida,

y la fiebre me conocieron

en la cabeza de ceniza.

La palma entra por las ventanas,

el pinar viene de las colinas,

el mar llega de todas partes,

regalándole Epifanía.

La tierra es fuerte como Ulises,

el mar es fiel como Nausica.

Me miran blando las que miran;

blando hablan, recto caminan.

No pesa el techo a mis espaldas,

no cae el muro a las rodillas.

El umbral fresco como el agua

y cada sala como madrina;

la hora quieta, el muro fiel,

la loza blanca, la cama pía.

Y en silla dulce descansando

las Noemíes y las Marías.

De Cataluña es la aceituna

y el frenesí del malvasía;

de Mallorca son las naranjas;

de las Provenzas, el habla fina.

Unas manos que no se ven

traen el pan de gruesa miga

y esto pasa donde se acaba

Francia y es Francia todavía…

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