»Casi me descorazoné cuando te vi -le confesó, señalando su elegante traje-. Se te veía con tanto estilo, tan profesional vestida de este modo, que me alegré de haber traído conmigo los papeles del divorcio, como excusa para verte. Necesitaban la firma de los dos, así que si me hubiera parecido que eras feliz, no te habría dicho nunca que te amaba, ni te habría preguntado si me amabas.
Clare sonrió.
– ¿Y ahora que sabes que te amo? -le preguntó, suavemente.
– Podemos romper los papeles -Gray se metió la mano en un bolsillo y sacó los anillos que Clare había dejado sobre la cómoda, aquel terrible día en que pensó que no volvería a ver Bushman's Creek-. Mira lo que he traído.
– ¡Mis anillos! -Clare se los volvió a colocar en el dedo-. Los he echado de menos -le dijo.
– Ahora siempre los podrás llevar puestos -le dijo, con esa media sonrisa que tanto había añorado-. Ahora ya sabes por qué te quería comprar un anillo de diamantes, Clare. Te lo compré porque te quiero, y siempre te querré.
A Clare se le iluminaron los ojos de felicidad, mientras deslizaba los brazos por el cuello masculino y levantaba la cabeza para que la besara.
– ¿Gray? -le dijo, en cuanto pudo hablar, echándose hacia atrás para mirarlo-. ¿Puedes hacer algo por mí?
– Lo que quieras -le dijo, abrazándola como si no estuviera dispuesto a dejarla marchar jamás.
– Llévame a casa.
– ¿A casa? -le preguntó con una sonrisa cargada de ternura y deseo.
– Sí, a Bushman's Creek.
Al atardecer de su primer día en el rancho, Clare y Gray se dieron un paseo por la orilla del riachuelo, agarrados de la mano. El cielo parecía de fuego y el sol poniente bruñía el paisaje, con un brillo misterioso, mientras que poco a poco se dejaba de oír a los pájaros. Jack estaba acostando a Alice y Lizzy estaba en la cocina.
– Me resulta extraño no tener nada que hacer -dijo Clare.
– Lizzy se marcha a Perth dentro de un par de días, así que tendrás un montón de cosas que hacer a partir de entonces.
– ¡Ahora veo por qué querías que volviera! -bromeó Clare-. Necesitas otra gobernanta.
Gray se detuvo y le hizo mirarlo de frente.
– No necesito una gobernanta -le dijo, muy serio-. Te necesito a ti. Necesito verte, tocarte y saber que cuando regreso a casa, al final del día, vas a estar allí.
– Siempre estaré allí -le prometió Clare, y se besaron mientras el sol desaparecía por el horizonte.
– ¿Sabes que Jack está pensando en comprarse una propiedad cerca de aquí? -le dijo Gray, mientras regresaban a la casa-. No querrá separarse de Alice, así que cuando se vaya se la llevará con él. ¿Te dará pena volver a perderla?
– Un poco, pero no será como la otra vez. No tendré que despedirme del mismo modo que entonces. Si van a vivir cerca la podré ver y además, se quieren tanto que es mucho mejor que estén juntos. Y si estoy contigo lo demás carece de importancia -le dijo. Las luces de la casa, en la distancia, brillaban como dándoles la bienvenida en la oscuridad-, pero de todos modos se me hará raro no tener que cuidar de ningún bebé -añadió, un poco melancólica.
Gray la atrajo contra sí, con una sonrisa en los labios.
– Espero que podamos hacer algo para solucionarlo -le dijo.
***