– Tenemos que pensar en Alice -fue lo único que pudo decir.
– Alice ya se ha acostumbrado a vivir aquí -le dijo Gray-. Ya ves lo feliz que es -dudó un momento-, si te quieres marchar, Lizzy puede venir a cuidarla. Anoche me dijo por teléfono que ha dejado su trabajo, y se ofreció a venir cuando quisiéramos. Todavía cree que nos vamos a ir de luna de miel, pero podríamos decirle la verdad. No se lo contaría a nadie.
Clare pensó que era evidente que estaba deseando desembarazarse de ella. De repente sintió nauseas y un dolor en el pecho. Le temblaron las manos al volver a doblar la carta de Mark para meterla de nuevo en el sobre.
– Gracias por el ofrecimiento -le dijo, con frialdad-, pero Alice es primordial para mí y me temo que no me voy a ir hasta no ver a Jack con mis propios ojos. Se lo prometí a Pippa y pienso cumplir mi promesa.
Incapaz de soportar la desilusión que estaba segura vería reflejada en el rostro de Gray, Clare evitó mirarlo, pero pudo sentir sus ojos penetrantes sobre ella, así que decidió observar a Alice, que se lo estaba pasando de lo lindo golpeando el cepillo contra el recogedor. Aquellos ojos la ponían nerviosa, no quería que viera la desolación en su rostro, ni como hacía esfuerzos para contener las lágrimas.
– ¿Qué le vas a decir a Mark? -le preguntó, con dureza.
Clare se miró las manos y pensó que, de quedarle algo de orgullo, le diría que si no fuera por Alice correría a reunirse con Mark, pero no pudo mentirle.
– No lo sé. Tengo que pensarlo.
Cuando se volvió a quedar sola, Clare intentó convencerse a sí misma de que lo que sentía por Gray no era tan fuerte, de que tal vez aquella necesidad dolorosa que tenía de él no era real, después de todo. Sola en aquel lugar tan aislado, con un hombre atractivo y un bebé, cualquier mujer podría haberse enamorado.
Cuando volviera a casa tras el regreso de Jack, seguramente se daría cuenta de que su amor por él no era lo que había pensado. Tal vez llegara a la conclusión de que Mark era el hombre que quería, después de todo. Y tras haber vivido en aquel aislamiento, volvería a descubrir el color, el ruido y la emoción de la ciudad y olvidaría a Gray. Quizás un día todo le pareciera un sueño y se riera de sí misma por haber creído enamorarse locamente de un hombre con el que no tenía absolutamente nada en común, un hombre que vivía al otro lado del mundo en un lugar al que ella no pertenecía.
Tal vez.
Clare se levantó y empezó a preparar la comida. Los hombres no tardarían en llegar y el día tendría que continuar, aunque ella se sintiera como si se le hubiera hundido el mundo bajo los pies. Por un momento creyó que Gray y ella habían recuperado la armonía, pero no podía haber dejado más claro que estaba cansado de aquel matrimonio y quería que se marchara a casa con Mark.
– No me quiero ir a casa -murmuró Clare, con desesperación, admitiendo la verdad. Por más que se repitiera que Londres volvería a gustarle, sabía que ya nada sería igual. Lo encontraría gris y vacío sin Gray. ¿Cómo iba a soportarlo sin su presencia?
Sabía que no debía martirizarse pensando en el futuro. Tenía tiempo todavía. Tal vez Jack tardara otros seis meses en regresar y Lizzy cambiara de opinión sobre Stephen. Quizá ella se llegara a convencer a sí misma de que, después de todo, deseaba regresar a casa.
Después de comer, Gray ordenó a sus empleados que repararan todas las vallas deterioradas y él se retiró a su despacho para trabajar con la correspondencia que había llegado aquella mañana. Clare acostó a Alice y se sentó en el porche con un libro. Normalmente aprovechaba la siesta de la niña para realizar las tareas que le requerían un poco más de concentración, pero aquella tarde estaba demasiado cansada para concentrarse en nada. El trabajo podía esperar.
Pero el libro permaneció abierto en su regazo, sin que pudiera leer una sola línea. Se quedó mirando al riachuelo y poco a poco la calma y la luz apaciguaron sus nervios. Sintiéndose ya más tranquila pensó que todo saldría bien, que mientras pudiera permanecer en Bushman's Creek todo iría bien.
Oyó sonar el teléfono, pero no se movió para responder. Gray estaba en casa así que podía seguir allí sentada y disfrutar de la quietud.
Cuando Gray abrió la puerta corredera de cristal, minutos después, ella se encontraba todavía sentada en aquel sillón en el que se habían besado tantas veces. Al oír la puerta se volvió y lo miró con sus enormes ojos grises.
Gray se quedó mirándola y algo en su expresión la hizo levantarse de inmediato. Un escalofrío premonitorio le recorrió el cuerpo y el libro que había permanecido abierto sobre su regazo cayó al suelo.
– ¿Qué ocurre? -susurró.
– Era Jack.
Jack. Clare se quedó mirándolo y le entraron ganas de llorar. No podía ser Jack. Todavía no.
– ¿Dónde está? -preguntó con voz temblorosa y se humedeció los labios.
– Llamaba desde Mathinson -le dijo Gray-. Quiere que vaya a recogerlo ahora mismo -miró el pálido rostro de Clare con desolación-. Vuelve a casa.
Clare sabía que debía decir algo, porque al fin y al cabo tanto Gray como ella llevaban meses esperando ese momento. Jack fue la razón de su llegada a Australia. Después de tantas vicisitudes por fin iba a conseguir cumplir la promesa que le había hecho a Pippa, pero el único pensamiento que ocupaba su mente era que no estaba preparada.
No estaba preparada para encontrar las palabras adecuadas que hablarle sobre Pippa. No estaba lista para dejar a Alice con su padre. No estaba preparada para separarse de Gray.
No estaba preparada para marcharse.
– ¿Le… le vas a hablar de Alice? -consiguió decir por fin.
– Lo sabe -le respondió Gray con suavidad-. Me confesó que nunca había podido olvidar a Pippa, a pesar de que lo había intentado incluso marchándose a Sudamérica. Siempre había deseado ir y pensó que allí nada le recordaría a ella, pero no resultó y decidió ir a verla a Inglaterra -se detuvo, preocupado, al ver que Clare se dejaba caer pesadamente sobre el sillón, con la mirada perdida-. Jack tenía tu dirección, de cuando Pippa te escribía, y había planeado hablar contigo y pedirte que le dijeras donde estaba tu hermana, pero, por supuesto, cuando llegó tú ya te habías marchado. Al parecer habló con una vecina tuya que le contó lo de Pippa y le habló del bebé y de vuestro viaje a Australia para encontrar al padre.
– Debe de haber sido la señora Shaw -murmuró Clare-. Vive una planta más abajo y se portó muy bien con Pippa durante su enfermedad.
– También fue muy amable con Jack -le dijo Gray-. Cuando supo que habíais venido a Bushman's Creek, tomó el primer avión que pudo y ahora está en Mathinson, deseando regresar a casa.
– Será mejor que vayas a buscarlo -consiguió decir, con voz temblorosa-. Si tomas la avioneta, dentro de un par de horas estarás de vuelta.
– Sí -Gray parecía todavía preocupado por ella-. ¿Estarás bien?
– Claro -se agachó a recoger el libro y consiguió esbozar una sonrisa-. No esperaba que regresara tan pronto, eso es todo. No sé por qué me ha impresionado tanto, al fin y al cabo es el momento que llevábamos esperando durante tanto tiempo, ¿no es así?
– Sí -le volvió a decir-. Supongo que sí.
Alice se había despertado. Al verla entrar en la habitación una sonrisa le iluminó el rostro y a Clare se le rompió el corazón al tomarla en sus brazos. Oyó planear la avioneta que se dirigía a Mathinson, a Jack.
Cuando regresara tendría que entregar a Alice a su padre.
Llevó a la niña hasta la habitación que compartía con Gray y tomó la fotografía de Pippa. El rostro de su hermana le sonrió, mientras Alice jugaba con sus cabellos. La angustia se apoderó de Clare mientras miraba a su hermana, preguntándose cómo iba a ser capaz de decir adiós a Alice.
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