– ¿Algo malo? ¡Oh, no, por supuesto que no!
– ¿Por eso viniste aquí? ¿Por eso te ha seguido?
Kasey forzó una risa.
– ¡Jessie por favor! He venido a casa por lo del accidente de mi padre y para veros. No es nada extraño, ¿verdad?
– Supongo que no -asintió Jessie poco convencida-. Pero no eres la misma de siempre. No eres la Kasey que se fue de aquí.
– Espero que no. Ahora he madurado, Jessie, soy una mujer adulta y casada y… bien, a lo mejor la ciudad me ha cambiado.
– ¡Puf! ¡Las ciudades! Sólo humo y corrupción.
Kasey suspiró aliviada al ver que Jessie cambiaba de tema de conversación.
– Nunca me han gustado las ciudades. ¡Tantos coches, tantos peligros! Ya le advertí a Paula que tuviera cuidado cuando Greg la llevó a Perth. Y, hablando de Greg…
Kasey se puso tensa, esperando las siguientes palabras de Jessie, lista para interrumpirla, pero como siempre, Jessie dijo lo que quería decir.
– Creo que todavía está enamorado de ti.
– ¡Oh, Jessie!
– No me vengas con tu «¡Oh, Jessie!». Ya sabes lo que quiero decir y ya sé que no le vas a dar alas -Jessie suspiró-. Trata de no preocuparte por eso, querida. Ya se repondrá. Greg sigue siendo muy inmaduro, a pesar de su edad. Pero cuando se case con Paula sentará la cabeza, ya verás.
– ¿Crees que será feliz?
– Estoy segura -aseveró Jessie-. Paula lo adora y será el rey de Winterwood en lugar de un peón aquí en Akoonah Downs.
Kasey miró a la anciana desazonada. ¿Cómo podía saber Jessie…?
– He sabido desde hace años lo que pensaba Greg, criatura. Y también tu padre estaba al tanto. Por eso nunca le preocupó que estuvieras enamorada de Greg. Sabía que no iba a ser suficiente para él.
Kasey suspiró. Parecía que todo el mundo estaba enterado de todo.
– Tu padre está muy contento de verte casada con alguien como Jordan -sonrió Jessie-. Y yo también -concluyó-. Ahora debemos darnos prisa con la cena.
Para asombro de Kasey, la cena de esa noche transcurrió con bastante tranquilidad. Si Jordan se había propuesto seducir con su encanto indudable a la familia de Kasey, lo estaba logrando a la perfección.
Kasey lo observó mientras bromeaba con Jessie hasta hacerla desternillarse de risa.
Cuando terminaron de cenar, se retiraron a la sala; después de estar allí hablando durante más de una hora, Kasey empezó a bostezar. Estaba cansada física y emocionalmente. Pero, ¿era mejor acostarse antes que Jordan? O debía esperar a que él estuviera dormido para retirarse ella a la cama?
Entonces se dio cuenta de que todos la estaban mirando.
– Lo siento. ¿Me decíais algo?
Jordan se puso de pie.
– Te estás durmiendo -dijo y se estiró-. Yo también estoy cansado, debo admitirlo. A los dos nos sentaría bien retirarnos temprano a dormir. Con su permiso. Mike.
El padre de Kasey asintió.
– Yo también voy a irme a la cama pronto. Aquí nos acostarnos temprano.
– Si quieres prepararé un poco de té, papá -se apresuró a sugerir Kasey.
– Para mí no, mi reina -dijo Mike-. Será mejor que te acuestes. Jordan tiene razón; parece que te vas a quedar dormida de pie -guiñó un ojo a su hija y ella dudó. No podía irse con Jordan.
Jordan cruzó la habitación y la agarró del brazo con suavidad.
– A la cama. Buenas noches Mike… Jessie.
Antes de que Kasey pudiera protestar se encontró en el pasillo, de camino a su habitación.
– Jordan, mejor te dejo pasar una noche tranquila. Nadie se enterará de que he dormido en mi cuarto.
Ya habían llegado al cuarto verde y Jordan la hizo entrar poniéndole una mano en la espalda.
– Creía que ya habíamos llegado a un acuerdo -dijo con exasperación.
– En realidad, no creo que tengamos que dar a nadie explicaciones de cómo dormimos, Jordan. ¿A quién le puede importar?
– A mí. Jessie habla demasiado y no quiero que mi vida privada se conozca desde aquí hasta Bourke.
– Aquí no hay espías, Jordan -dijo con sarcasmo y se apresuró a agregar, al ver la severa expresión de su esposo-: Además, decidimos que… -se interrumpió al advertir la ira reflejada en los ojos de Jordan.
– Si decidimos… ¿qué?
– Esta mañana has hablado de un posible divorcio -murmuró Kasey.
– Todavía no estamos divorciados -Jordan se quitó la camisa-. Hasta entonces, no quiero que se especule sobre nuestra vida privada.
– No entiendo por qué te importa tanto lo que piensen aquí. Akoonah Downs no es precisamente el centro de la vida social.
Jordan se encogió de hombros.
– ¿Entenderían tu padre y Jessie que durmiéramos en dormitorios separados?
Kasey calló.
– Concluyo mi alegato. Ahora iré un momento a la terraza mientras te desnudas y te pones el camisón, para evitar otra discusión -sin esperar réplica, salió.
Kasey permaneció donde él la había dejado, clavando la mirada en la enorme cama. Al acercarse el lecho, vio que Jessie había dejado sobre la cama el mejor camisón de la joven. Kasey acarició los suaves pliegues, luego dobló la prenda y la metió en el cajón superior del tocador y buscó en el armario hasta encontrar la vieja camiseta que se ponía normalmente para dormir. Rápidamente se desnudó y se puso la camiseta. Inmediatamente, se metió en la cama.
Como a una señal, Jordan reapareció. Apenas miró a su esposa antes de comenzar a quitarse los zapatos y desabrocharse los pantalones.
– ¡No puedes desnudarte aquí! -gritó Kasey sin poder contenerse. Jordan se detuvo.
– ¿Por qué no?
– Pues, porque…
Jordan se quitó los pantalones y se quedó parado ante ella en ropa interior.
Después, se fue acercando lenta y peligrosamente a la cama.
– No pensarás dormir con sólo… esos…
– No, no pienso dormir con estos -se burló él-. En realidad, suelo dormir desnudo, como ya sabrás -y tras decir esas palabras se quitó el calzoncillo.
Ruborizada, Kasey desvió la mirada.
– Tengo la clara impresión de que estás sonrojada, querida. ¡Vaya despliegue virginal! Pero un poco fuera de lugar y tiempo, ¿no te parece?
Kasey volvió a sentir una leve punzada de dolor en el pecho. Se mordió el labio inferior. ¿Cómo podía hacerle eso? Su ira comenzó a crecer.
Jordan había entrecerrado los ojos, pero ella captó un brillo helado en ellos.
– ¡No entiendo cómo eres capaz de decirme eso! -replicó Kasey, indignada-. ¡Qué manera de justificarte! Eres despreciable, Jordan.
– Lo que he querido decir es que no es la primera vez que dormimos juntos -dijo él.
– Lo cual no es precisamente mi idea…
– Kasey, estoy cansado…
– Yo también… de este matrimonio unilateral. Todo es siempre como tú deseas. ¡El gran Jordan Caine!
Jordan se incorporó con un ágil movimiento y la sábana se deslizó hasta debajo de sus caderas.
– Si lo que buscas es pelea, Kasey, te agradecería que la dejes para otra ocasión. He tenido un día muy cansado.
– ¿Y si yo decido no obedecer los deseos de mi amo y señor? -preguntó en tono sarcástico.
– Entonces tu amo y señor encontraría alguna forma especialmente desagradable de terminar la noche.
– ¡No te atreverías!
– ¿No? -Jordan deslizó un dedo por el cuello de su esposa. Ruborizada, Kasey se replegó, pero no antes de sus traidores sentidos hubieran enloquecido ante la sensual y delicada caricia.
Jordan le sostuvo la mirada durante unos segundos estremecedores.
– Los dos necesitamos dormir, Kasey, ¿no crees? -musitó. Y se volvió hacia su lado de la cama, dispuesto a dormir. La noche se extendía interminable ante ella. Kasey permanecía despierta, tensa y frustrada, al lado de su marido, que dormía relajado. Se le contrajo el estómago al recordar el altercado y su imaginación se desbocó; intentaba imaginar lo que habría pasado si Jordan hubiera aceptado el reto que le había lanzado. Eso sólo sirvió para ponerla todavía más nerviosa.
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