Kasey retrocedió un paso y se apoyó contra el poste de la balaustrada.
– Sí. Jessie me ha comentado que fuiste a ver a tus padres.
– Fue idea de Paula.
– ¿Se han alegrado de verte? -preguntó Kasey, mientras trataba de analizar sus sentimientos por el hombre que tanto había significado para ella. Su primer amor. Habían cabalgado juntos, nadado en el mismo estanque. Sin embargo, en ese momento le resultaba imposible revivir el pasado.
– Pues… sí. Supongo que sí. Por lo menos, mi madre se ha alegrado. Al principio hubo algo de tensión, pero al final hemos conseguido hacer las paces.
– Me alegro.
– Me ha encantado volver a ver a mi hermano. Se ha casado y tiene tres hijos ya -Greg hizo una pausa-. A todo el mundo le ha encantado Paula -escudriñó con la mirada a su interlocutora, como buscando alguna reacción. ¿Celos, quizá?
En otras circunstancias, Kasey se habría sentido ofendida. ¿Cómo se atrevía a mirarla así?
Le devolvió la mirada con firmeza desafiante y por primera vez advirtió la inmadurez, la debilidad de Greg, que ella había tomado anteriormente como encanto juvenil. El héroe al que durante tantos años había admirado. ¿Cómo podía haber estado tan equivocada?
Greg era guapo, pero su atractivo un tanto blando resultaba insulso comparado con la masculina fuerza de Jordan. Siempre terminaba haciendo comparaciones y, claro, Jordan salía con ventaja. Pero, de no haber sido por Greg, nunca se habría casado con Jordan.
Y el sábado, Greg se casaría con Paula. Kasey había aceptado la invitación a la boda, pero ya no le importaba nada asistir o no.
– A mi padre le ha deslumbrado -decía Greg, sin dejar de mirar a Kasey con fijeza.
– Paula es una chica muy atractiva -dijo Kasey con sinceridad.
– Akoonah Downs ha cambiado mucho desde que te fuiste -susurró Greg, cambiando de táctica. Kasey sonrió.
– Jessie me ha comentado que no te han visto mucho por aquí. Por lo que me han comentado, has estado muy ocupado desde que tomaste las riendas de la granja.
– Henry tiene artritis, así que… -Greg se encogió de hombros y se interrumpió.
Así que ya tienes lo que querías, Greg, tu propia granja, hubiera querido decir Kasey.
– No venía aquí porque no valía la pena si tú no estabas -señaló Greg y posó una mano sobre la barandilla, a unos centímetros de la de Kasey-. Te he echado de menos.
– He estado lejos de casa por períodos más prolongados -le recordó Kasey-. Cuando estaba en el colegio, por ejemplo.
– Eso era diferente -le estrechó la mano.
– ¡Greg! -Kasey trató de apartar la mano, pero él se la retuvo.
– ¿Me has echado de menos, Kasey?
Pero antes de que Kasey pudiera contestar, una profunda voz los sobresaltó.
– Ah, estás aquí, querida -Jordan salió a la terraza.
Greg y Kasey retrocedieron con expresión de culpabilidad y Greg soltó la mano de la joven como si de repente le quemara. Jordan avanzó rápidamente hacia Kasey y le rodeó la cintura con el brazo.
– Usted es Parker, ¿verdad? -preguntó Jordan con tono frío y Greg se puso tenso.
– Greg Parker -farfulló.
– Tengo entendido que está encargado de la granja Winterwood -comentó Jordan con total desenfado, estrechando más a su esposa.
– Conociste a Greg el día de nuestra boda -intervino Kasey.
– Hmm -Jordan la rodeó por completo con sus brazos y la joven pudo sentir el aliento de su esposo acariciarle los cabellos. El corazón le latía desbocado-. Recuerdo que nos presentaron, pero debe comprender, Parker, que entonces tenía otras cosas en mi mente -mordisqueó con los labios el cuello de su esposa.
– Creo que voy a ir a ver a Mike -musitó Greg, fijando sus ojos en Kasey.
– Jessie acaba de preparar otra tetera -dijo Jordan-. Y me ha pedido que viniera a buscar a Kasey. Vaya a ver a Mike, Parker. Nosotros iremos dentro de un momento.
Sin decir palabra, Greg bajó los escalones de la terraza y cuando desapareció por una esquina de la casa, Jordan soltó con lentitud a su esposa, pero le impidió alejarse interponiéndose en su camino.
– No me tomes por idiota, Kasey -gruñó.
– No sé a qué te refieres -dijo con tanta convicción como pudo. Sin duda, Jordan había visto a Greg apretándole la mano.
– Eres mi esposa y hasta que yo diga lo contrario, ésa es la realidad. Cualquier diferencia que tengamos debe permanecer en privado. ¿Entendido?
– Eso es ridículo…
– Ridículo o no, te conviene hacer lo que te digo -la interrumpió Jordan-. Y eso incluye no tener interludios románticos con el tipejo ese.
– ¡No he tenido ningún interludio romántico con él! -protestó Kasey, furiosa-. Sólo estábamos hablando.
– ¿Hablando cogidos de la mano? -Jordan soltó una carcajada áspera-. ¡Qué bonito!
– Si no tienes cuidado, Jordan, voy a pensar que estás celoso -lo provocó Kasey.
Apretó los labios y la mandíbula, y la miró como si quisiera estrangularla. Pero logró controlar su ira.
– No me provoques, Kasey. Sólo te estoy pidiendo que te alejes de Parker -aflojó la presión de los dedos y comenzó a caminar hacia el porche-. Reunámonos con los tres, ¿quieres?
Jessie estaba ofreciendo unos panecillos a Greg cuando Jordan y Kasey se acercaron.
– Mi pastel favorito -dijo Greg con excesivo entusiasmo-. Usted debía saber que iba a venir, Jessie.
– Estaba segura de que vendrías -declaró ella en tono seco y comenzó a llenar las tazas de Jordan y Kasey.
Kasey se sentó con el corazón todavía agitado tras su enfrentamiento con Jordan. Y lo peor era que estaba segura de que todos debían haber oído su discusión. Miró a Jordan de soslayo.
Jordan también la estaba mirando. Al sentir que Kasey lo observaba, desvió la vista de manera indolente hacia Greg y luego volvió a posar la mirada en su esposa.
«Me has echado de menos, Kasey» ¿Habría oído Jordan las apasionadas palabras de Greg? Sin duda así había sido, dedujo Kasey. De otra manera, ¿qué sentido tenía aquella muestra de conyugal posesividad y de su despreciable ultimátum posterior?
– ¿Cómo está Paula? -Le preguntó Jessie a Greg-. ¿Ya está todo listo para la boda?
Greg asintió.
– Paula está bien y, por lo que sé, todo está arreglado.
Kasey lo miró con severidad. ¡Pobre Paula, qué poco le importaba a su prometido!
– ¿Cómo están los niveles de la presa? -cambió de tema Greg, dirigiéndose a Mike.
Charlaron sobre los temas habituales y Kasey observó que Jordan escuchaba con aparente atención, cosa que a ella le resultaba imposible. Jordan había cambiado de posición y había posado la mano en el muslo de la joven; movía los dedos en una lenta caricia que estaba surtiendo un efecto devastador en Kasey.
Cuando Jessie se puso de pie para preparar la cena, Kasey se ofreció rápidamente a ayudarla.
– ¿Se quedará Jordan hasta el fin de semana para asistir a la boda de Greg? -preguntó Jessie, mientras amasaba la pasta para el pastel de carne.
– No sé -contestó Kasey con aparente tranquilidad-. No me… no hemos hablado de ello -frunció el ceño-. No creo. No puede desatender durante mucho tiempo su negocio. Ha estado muy ocupado desde el infarto de su hermano.
Jessie observó a la joven mientras ésta desenvainaba los guisantes. Consciente del escrutinio de Jessie, a Kasey le tembló la mano y algunos guisantes se le cayeron al suelo. Se agachó para recogerlos, agradeciendo aquella excusa para ocultar su turbación.
– Y tú vuelves con él -no era una pregunta, sino una aseveración.
– No, me gustaría quedarme unos días más -respondió la joven.
Jessie dejó de amasar un momento.
– ¿Os pasa algo malo? ¿Tenéis algún problema? -quiso saber y Kasey se obligó a mirarla con expresión de asombro.
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