Lynsey Stevens - En los brazos del deseo

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– Me casé contigo de buena fe, Kasey. Quiero una esposa. Para que me sirva de anfitriona y caliente mi lecho.
¿Era Jordan Caine totalmente honesto con ella? ¿No era el casarse con ella un pretexto para ocultar su deseo por la mujer de su hermano? ¿Y cómo podía Kasey acusarlo de motivos deshonestos cuando sus propias razones para convertirse en la esposa de Jodan resultaban sospechosas? El matrimonio estaba condenado al fracaso desde el principio, mas Kasey complicó las cosas al enamorarse de Jordan.

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– Se está haciendo tarde y necesito ducharme y cambiarme antes de ayudarte a preparar la cena -se encaminó a la puerta.

– También a mí me gustaría ducharme -dijo Jordan, poniéndose de pie a su vez-. Así que podías enseñarme mi habitación.

Kasey miró a Jessie, estaba a punto de preguntarle qué cuarto le había asignado a Jordan cuando Jessie comentó:

– He puesto a Jordan en el cuarto verde -sonrió-. Y también he cambiado tus cosas a esa habitación, Kasey. Estaréis más cómodos en una cama de matrimonio.

Capítulo 9

Kasey miró al ama de llaves sonrojada.

– No deberías haberlo hecho, Jessie -dijo con voz tensa.

¿Cómo diantres iba a enfrentarse a esa nueva situación? Todo se le iba escapando del control.

– ¡Tonterías! -Jessie desdeñó sus protestas.

– Pero Jordan y yo… es decir… -Kasey aspiró profundamente-. Últimamente no duermo muy bien y no quiero molestar a Jordan.

– El cuarto verde estará bien, Kasey -dijo-. No me mimes tanto -y se volvió hacia Jessie-. Siempre es tan considerada -otra vez miró a su esposa con una sonrisa beatífica-. Pero ya sabes que no importa que me despiertes por la noche.

Kasey no pudo decir nada. La seductora sonrisa de su esposo le robó el aliento y sus palabras, encendieron en el interior de la joven un fuego que amenazaba con extenderse por todo su ser. Sería tan fácil dejarse llevar, rendirse a la sensual promesa que él ofrecía. Pretender. ¿Podría ella…?

Jessie estaba encantada. Jordan avanzó y cogió del brazo a Kasey.

– ¿Quieres acompañarme a nuestro dormitorio?

La leve presión de los dedos de su esposo sacó a Kasey de su estupor y avanzó con él hacia la casa. Jordan la soltó en cuanto Mike y Jessie ya no pudieron verlos.

¿Por qué estás aquí? Quiso gritarle Kasey. Una vez más, Jordan aparecía para complicarle la vida.

– Lo siento -Kasey se asombró ante la calma de su voz-. Ni siquiera se me había ocurrido pensar en… -calló e hizo un movimiento de desaliento con la mano.

– En dónde iba a dormir yo -Jordan terminó la frase-. Es natural que hayan supuesto que dormiríamos juntos -añadió con desenfado.

– ¿Pero qué vamos a hacer? -Kasey abrió la puerta del cuarto verde y entró.

La habitación era grande y daba a una terraza. Había dos viejos armarios de cedro en una pared y Kasey percibió el aroma del aceite para muebles que Jessie usaba. El lecho parecía suave y acogedor.

Kasey cerró los ojos, respiró hondo y luego se volvió para enfrentarse a su esposo.

Jordan se estaba desabrochando la camisa; la blancura de la tela hacia un intenso contraste con el bronceado del pecho.

– ¿Qué haces? -preguntó ella.

– Voy a ducharme, y normalmente suelo desnudarme antes de hacerlo -dijo con una semisonrisa irónica-. Supongo que el cuarto de baño está aquí al lado.

– Sí. Pero no puedes… quiero decir… no podemos…

Jordan se sacó la camisa del pantalón y después de quitársela, la dejó sobre el respaldo de una silla.

Kasey no podía quitar la vista del pecho de su esposo.

De repente, Kasey sintió seca la boca y se humedeció los labios con la punta de la lengua. Un deseo desgarrador la impulsaba a recorrer la distancia que la separaba de su esposo para estrecharse contra él y sentir el roce de su cuerpo.

– No iba a sugerir que nos ducháramos juntos -comentó él, interpretando mal la palidez de su esposa. Fue hacia el armario, para coger una de sus camisas limpias que Jessie había colgado allí.

Kasey lo miró en silencio, hipnotizada por el juego de músculos de su espalda.

– ¿O ha sido ese nuestro problema, Kasey? A lo mejor deberíamos habernos bañado juntos desde el principio -se volvió a mirarla, y dejó la camisa en el borde de la cama.

Kasey se ruborizó. Jordan estaba jugando con ella; podía verlo en sus ojos, en el brillo burlón que encendía su profundidad azul.

– Podríamos remediarlo -susurró él.

– ¡No seas absurdo! -Kasey se cruzó de brazos, cuando Jordan deslizó la mirada por el cuerpo de su esposa-. Utilizaré mi propio cuarto de baño y dormiré en mi antiguo dormitorio -declaró. Luego se volvió dispuesta a salir de la habitación.

– ¡Kasey! -el grito de Jordan la detuvo-. A menos que quieras enfrentarte a las preguntas de Jessie, te sugiero que duermas aquí.

– ¿Y tú en dónde vas a dormir?

– Aquí también.

– Pero… yo no puedo…

– ¡Por todos los santos! -explotó Jordan-. Estarás a salvo, no te preocupes -la espetó con irritación-. Te juro que no tengo intención de atentar contra tu pudor -le dirigió una mirada penetrante.

– Yo no he dicho que… pues… que fueras a intentarlo -farfulló Kasey, hundiendo las trémulas manos en los bolsillos de sus vaqueros, mientras el recuerdo de su noche de bodas revoloteaba en su memoria.

– Bien, si eso está claro, lo mejor será que nos comportemos como seres civilizados ¿te parece? -caminó hacia ella, desabrochándose el cinturón y Kasey se volvió y huyó hacia su habitación.

– ¡Adultos civilizados! -masculló la joven para sí.

Se sentía como una adolescente asustada. Cerró los ojos y dejó que el agua de la ducha le cayera sobre el rostro, y en su mente se presentó la perturbadora imagen de Jordan, desnudo, deslizándose en la cama junto a ella.

¿Deberían bañarse juntos? En ese momento casi podía sentir las manos de Jordan recorriendo su cuerpo. Su suave, sensual gemido la sacó de sus fantasías.

¡Debía estar loca! Parecía que la estaba afectando el calor. Furiosa consigo misma, cerró los grifos del agua y salió de la ducha. Sacó una toalla de baño y comenzó a secarse con innecesario vigor.

Se puso unos pantalones cortos de color beige y una blusa a juego. Descalza, bajó a la terraza. Apoyó la mejilla contra el poste de la balaustrada y suspiró.

Hacía menos de un mes, pensaba que nunca se recobraría del dolor que Greg le había infligido. Sin embargo, la vida había seguido su curso. La noche que Greg había ido a verla a su apartamento, la había puesto en el camino que la llevaría al desastroso matrimonio con Jordan. Un error tras otro. ¿Sería ése su destino?

– Hola, Kasey.

El sonido de su nombre la sobresaltó; se incorporó, y se volvió hacia el hombre que acababa de llegar montando a caballo.

– Siento haberte asustado. Creí que me habías visto.

– No… no importa. Debía estar soñando despierta. ¿Cómo estás, Greg?

Greg se encogió de hombros.

– Bien -la miraba con expresión reservada-. Tienes buen aspecto -añadió, recortando las riendas de su montura cuando el animal se inquietó-. Parece que la vida de ciudad te sienta bien.

Kasey inclinó la cabeza. Era evidente que Greg no la podía ver con claridad desde donde estaba.

– Quizá sea la vida de casada -declaró desafiante e inmediatamente se arrepintió al ver a Greg apretar los labios con enfado-. Y hablando de esas cosas, ¿qué tal van tus planes de boda?

– Bien -respondió Greg-. Paula se está encargando de todo. Yo me contentaré con firmar los documentos.

Kasey lo observó detenidamente. Parecía insatisfecho, amargado.

Si no estaba contento con su vida, él era el único culpable, se dijo Kasey. Greg había escogido su propio camino y ya era demasiado tarde para cambiar de idea.

– ¿Cómo está Mike? -preguntó él.

– Bien, aunque un poco fastidiado por tener que quedarse todo el día en casa -aquel tema de conversación era terreno neutral-. Si quieres saludarlo, está en el porche.

Greg frunció un poco el ceño.

– En realidad he venido a verte a ti -bajó del caballo, lo ató bajo la sombra de un árbol y dejó su sombrero en la cabeza de la silla de montar. Mientras ascendía por los escalones hacia Kasey, se pasó los dedos por el pelo. Se detuvo a unos centímetros de ella-. Norma Main me ha dicho que llegaste un día después de que yo me fuera con Paula a Perth.

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