Lo peor era que los labios de Romana respondían con calor. Al devolver la caricia, estaba traicionando todo lo que era importante. No quería que acabara nunca, porque después de aquello no le quedaría nada, ni siquiera el respeto a sí misma.
Pero finalmente terminó, y con él, sus sueños, toda su esperanza. Todo lo que quedaba eran las lágrimas que resbalaban por sus mejillas.
Comenzó la música y ellos bailaron porque era lo que todo el mundo esperaba. Romana se sentía tan débil que creyó que se iba a romper. Pero la gente no se rompía, y en realidad los corazones tampoco.
Niall había mostrado su verdadera cara. Durante unos instantes, ella había creído que podría nacer algo especial entre ellos.
La música seguía sonando, pero él dejó súbitamente de mover los pies. Romana levantó la vista y lo miró a los ojos.
– ¿Ya está? ¿Es suficiente para saldar mi deuda?
– Esto no es un cobro, Romana. Es una declaración pública de intenciones, para que todos los Claibourne y los Farraday del mundo sepan que no permitiré que una antigua disputa nos separe. Esto es un acto público de fusión entre tú y yo, con mi garantía personal de que Louise no se interpondrá entre nosotros. Te quiero, Romana, y quiero que sepas que voy a cobrarme los intereses de este beso durante los próximos cincuenta años.
– ¿Cincuenta años? -preguntó Romana, secándose las lágrimas.
– Si me aceptas, sí. Eres la princesa de mi cuento, me has despertado de mi letargo. Y ya sabes cómo acaban los cuentos, ¿no?
La música había dejado de sonar. La gente los rodeaba, esperando que pasara algo.
– Te ofrezco mi corazón, Romana. ¿Lo quieres?
Había dudado de él, pero eso no volvería a ocurrir.
– Sí -repuso Romana-. Sí.
Y mientras sus labios se unían de nuevo, lo único que se escuchó fue un multitudinario aplauso.
– Una cosa más -dijo Niall-. Quiero que sepas que la rendición es incondicional. Alma, corazón, y… grandes almacenes. Cualquiera que sea el futuro de Claibourne & Farraday, mi voto está en tus manos. Estoy seguro de que tomarás la decisión correcta.
Seguían siendo el centro de atención de cientos de ojos clavados en la pista.
– ¿Qué más quieres? ¿Me pongo de rodillas?
– ¿Lo harías?
– Sí. Si tú quieres.
Romana pareció dudar un instante, pero luego se giró, lo tomó de la mano y lo guió hacia la salida.
– ¿Y qué hacemos con esto? -preguntó Niall señalando el bullicio.
– Molly puede arreglárselas sola -repuso Romana.
– Hemos hecho lo que debíamos -dijo Romana.
– No podía estar más de acuerdo -repuso Niall.
Romana elevó su mano para poder contemplar el brillo de su anillo de casada a la luz de la luna. Niall entrelazó sus dedos con los de ella, dejándolos caer sobre la almohada.
– Si se lo hubiéramos dicho a todo el mundo, habrían esperado una boda por todo lo alto. Eso habría sido un regalo para el departamento de Relaciones Públicas de Claibourne & Farraday, pero no quería que nuestra boda se convirtiera en un circo. Aunque tendremos que contárselo a la familia…
– ¿Volvemos a casa y nos enfrentamos a ellos? -propuso Niall sin mucha convicción.
– De acuerdo, pero primero disfrutemos de nuestra luna de miel. ¿Por qué no les mandamos un correo electrónico?
– Excelente idea.
Sentada ante el ordenador de un cibercafé, Romana contempló por enésima vez el brillo de su anillo.
– ¿Qué les decimos?
– Algo corto y simple -contestó él-. A ver qué te parece esto:
Sólo unas líneas para deciros que la supervisión ha sido todo un éxito.
Nos casamos ayer.
Romana y Niall.
***