– Muy bien. Lo hemos pasado estupendamente.
Roxy levantó las cejas.
– ¿Hay algo más que quieras contarme?
Greg carraspeó y agarró a los tres niños.
– Les daré de desayunar mientras vosotras charláis.
Roxy la miró agradecida y, en cuanto desapareció, volvió a centrarse en su hermana. Jillian se había levantado y se cepillaba el pelo ante el espejo. Roxy la miró en el reflejo.
– No he visto el coche de Nick en la puerta.
Jillian se encogió de hombros.
– No sé. Creo que ha terminado la librería y se ha marchado.
Roxy le quitó el cepillo para que parara.
– Habla conmigo de una vez-le ordenó.
Jillian forzó una sonrisa.
– Bueno, hay una cosa que me gustaría decirte. El otro día infravaloré el trabajo que cuesta ser madre. Te pido disculpas si te dije algo que te sentara mal. Hace falta mucho más que una buena organización para llevar una casa-Jillian abrazó a su hermana-. ¡Me alegro tanto de que estés de vuelta!
Roxy se rió.
– He notado que el techo del baño de abajo está recién pintado. Déjame adivinar: se salió el agua de la bañera de arriba.
– Más bien la del retrete. Atasco de camiones en las tuberías.
– Ya. Bueno, que sepas que hace tres semanas me metieron todas las toallas que había en los armarios en la bañera llena de agua. Fue el día que más cerca estuve de darlos en adopción.
Jillian se rió.
– Eso me hace sentir mejor. También te contaré que tuve que llamar a los bomberos para que rescataran a Sam que se había quedado encerrado en el baño.
– Me suena a una semana cualquiera de mi vida-dijo Roxy.
– No sé qué habría hecho si Nick no hubiera estado aquí-murmuró Jillian.
– Empezaba a preguntarme cuándo ibas a nombrarlo.
– Hizo un gran trabajo con las estanterías. Es un estupendo carpintero-dijo Jillian.
– Sí-respondió Roxy-. Y no haber tenido que pagarle hace que nos parezca incluso mejor.
– ¿A qué te refieres? ¿No le habíais contratado?
– Si le tuviéramos que pagar lo que vale, las librerías nos habrían costado más que toda la casa. Cuando rompió con Claire, lo invitamos a quedarse el tiempo que quisiera en la cabaña del jardín. A cambio, él nos prometió hacernos las estanterías. Le gusta trabajar con las manos de vez en cuando. Supongo que le relaja.
– No entiendo-dijo Jillian-. Pensé que era carpintero. Y, ¿quién es Claire?
Roxy parpadeó sorprendida antes de que su rostro expresara su incomodidad.
– ¿Nick no te ha contado a qué se dedica?
Jillian negó con la cabeza. ¿Qué le había estado escondiendo? ¿Sería un criminal, un traficante de drogas? ¿Por qué le había ocultado información? ¿Y quién demonios era Claire?
– Me sorprende. Nick no es carpintero, es ingeniero industrial y arquitecto, muy famoso, por cierto. Hace unos años diseñó un vehículo para la NASA. También nos diseñó la casa como regalo de boda.
– Pero… pero pensé que era un tipo ordinario.
Roxy se rió.
– ¿Nick? Cielo santo, veo que ha vuelto a hacer una de las suyas. Es un bromista. Además odia que las mujeres vayan detrás de él sólo por su fama y su fortuna.
Jillian sintió una inmensa rabia crecer en su interior. ¿Acaso se había estado riendo de ella?
– ¿Quién es Claire? ¿Es su mujer, su novia? ¿O es como yo, alguien con quien se acuesta ocasionalmente?
– ¿Te has acostado con él?
Jillian comenzó a andar de un lado a otro de la habitación.
– No puedo creer que haya sido tan estúpida. Pensé que era encantador y honrado y resulta que me ha estado engañando.
Roxy la tomó de la mano, obligándola a detenerse.
– Jillian, ¿qué ha ocurrido entre vosotros? ¿Estás enamorada de él?
– Pensé que era… que era un tipo vulgar, alguien con quien jamás podría tener una relación. Y cuando pierdo mis prejuicios y me permito pensar que lo importante es su honestidad, su claridad, me encuentro con esto-agarró la ropa y se dispuso a salir al baño-. ¿Si estoy enamorada de él? Pensé que lo estaba, pero ahora sé que no ha sido más que una locura pasajera.
Una fina calima cubría el agua de la bahía de Narrangasett. Desde la orilla, Nick observaba la superficie vidriosa sin dejar de pensar en Jillian.
– ¿Qué te parece?-le preguntó Ken Carlisle, uno de los ejecutivos de la inmobiliaria que llevaba sus propiedades.
– Es una zona preciosa-respondió Nick. Realmente, podía imaginarse una casa allí, junto al agua, construida con piedra y madera, armonizando con el paisaje. Pero, cuanto más trataba de convencerse de que era exactamente lo que buscaba, más lo dudaba-. No estoy seguro.
– No vas a encontrar una propiedad tan grande en toda la bahía-dijo Ken-. Si no hacemos una oferta hoy, seguramente estará vendida para mañana.
– ¿A cuánto está esta zona de Boston?-preguntó Nick.
– ¿De Boston?-Ken se encogió de hombros-. No lo sé. Cálculo que a una hora. Quizás un poco más.
Jillian vivía en Boston. Si era un poco optimista respecto a su futuro con ella, aquella sería una mala elección. Sabía que se iba a impacientar pensando que aún le quedaba una hora hasta poder tener a Jillian en sus brazos. Puede que no quisiera quedarse a pasar la noche los días que tuviera clase por la mañana.
No quería precipitarse. Jillian y él aún no se conocían, pero no quería tomar una decisión tan importante como la de hacerse una casa en aquel momento.
– Aunque no construyas, podrías comprar como inversión.
Nick negó con la cabeza.
– No creo que este sea el sitio adecuado para mí.
– Bueno, después de todo, como Claire se ha mudado, tienes tu otra casa.
Nick lo miró, confuso al oír el nombre de su ex novia. Era extraño, pero la mención lo había dejado completamente frío. No sentía nada: ni rabia, ni dolor.
– Por cierto, me gustaría que pusieras esa casa a la venta. No quiero volver allí nunca. La siento como si fuera parte de la vida de otro hombre. ¿Podrías?
Ken frunció el ceño.
– Sí, claro. Es una pieza muy codiciada. Pero, ¿dónde vas a vivir?
– He estado durmiendo en el sofá de la oficina desde que volví de New Hampshire. Buscaré un apartamento dentro de unos días.
– Bueno, tengo unos adosados que te podrían valer temporalmente.
– No, de momento no quiero comprar nada. No estoy preparado para tomar ninguna decisión de momento.
Odiaba aquella sensación de inestabilidad. Necesitaba centrarse y recuperar el equilibrio.
Deseaba poder saber con certeza si ella lo amaba. Quería que pasara a formar parte de su vida.
La amaba, estaba seguro de ello. Pero los sentimiento de Jillian eran un misterio.
Conociéndola, probablemente a aquella alturas ya se habría convencido a sí misma de que todo había sido un espejismo. Cara al mundo exterior, él no era más que un carpintero y no cumplía sus estándares.
Aquella misma noche le revelaría quién era. Le contaría sus miedos, sus inquietudes, sus deseos, y le rogaría que fuera completamente sincera con él. Sólo así podrían tener una vida juntos.
Aunque ella había estado esperando el sonido del intercomunicador durante la última media hora, el timbre la sobresaltó. Jillian se preguntó cuánto tardaría Nick en darse por vencido y en marcharse.
Se sentía como una necia, como una niña tonta a la que hubiera engañado el hombre más sofisticado del mundo.
Al oír a Roxy contarle que era un hombre de mundo y que solía salir con todo tipo de mujeres despampanantes, desde modelos a actrices, se había quedado desconcertada. Al parecer, hacía poco había acabado su relación con aquella tal Claire y, sin duda, Jillian se había convertido en la primera en una larga cadena de relaciones esporádicas.
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