Ella se quedó en silencio, tratando de luchar contra las emociones que se agolpaban en su pecho y que amenazaban con hacerla llorar.
No se merecía que Nick la tratara así de bien, menos aún después de lo fría y distante que había estado. Era un hombre amable y considerado y cualquier mujer, incluida ella, debería estar feliz de poder compartir su vida con él.
– Me siento tan impotente, sin saber qué hacer con Sam. Él no puede decirme qué le pasa y eso me paraliza.
– Estás probando la parte amarga de ser una madre.
– Pues no me gusta-dijo Jillian-. Se me ha encogido el estómago y me duele la cabeza. No puedo dejar de temblar.
– Eso es normal.
– Pero si ni siquiera soy su madre.
Nick deslizó el dedo por su barbilla.
– Pero quieres a Sam y por eso te preocupa.
Aquella nueva crisis no había hecho sino resolver los problemas surgidos entre ellos. Se sentía bien a su lado, le reconfortaba tu tacto y el modo en que la consolaba.
Jillian lo miró y sonrió.
– Todo irá bien-murmuró. Pero no se refería a Sam. Las cosas se habían clarificado entre ellos. La rabia y la confusión que había invadido su último día juntos se había disipado.
Llegaron al hospital en sólo treinta minutos y fueron atendidos por los médicos en poco tiempo. Éstos sugirieron la conveniencia de que Jillian se quedara en la sala de espera y, ella tuvo que aceptar. A Nick no le extrañó, pues ella estaba casi al borde del ataque de nervios y no iba a ser sino un estorbo.
Zach y Andy decidieron convertir la noche en un momento de diversión y se metieron en una pequeña área de juegos que había en la misma sala.
Nick y Jillian se sentaron en unas sillas cercanas a los niños.
– Yo creo que Sam ya tenía mejor aspecto-dijo él.
– Me dices eso para tranquilizarme, pero no me tranquilizas-ella hizo una pausa-. Creo que jamás podría ser madre. Es demasiado duro.
– Siempre tendrías un padre para ayudar.
– Bueno, eso no era lo que tenía pensado…
– ¿A qué te refieres?
– Inseminación artificial. Pensaba ir a uno de esos bancos de esperma y tener el niño por mí misma. Por eso quise cuidar de los trillizos. Asumí que, si era capaz de cuidar de ellos durante una semana, podría cuidar de uno sólo dieciocho años. Lo había calculado en el ordenador.
Nick contuvo una carcajada, pero no una sonrisa.
– Siento decirte que hace falta algo más que los resultados de un ordenador para ser padre o madre.
– Ahora lo sé. También sé que no sería capaz de ser una buena madre, ¿no estás de acuerdo?
– Pues no. Creo que podrías ser buena en cualquier cosa que te propusieras.
– ¿Señor y señor Hunter?
Jillian se levantó de la silla, sobresaltada.
– Soy Jillian Marshall. Este es Nick Callahan. No estamos casados…
La joven pediatra miró de un lado a otro de la sala de espera con el ceño fruncido.
– ¿Señor y señora Hunter?-repitió.
– Están en Hawai-dijo Jillian-. Nosotros nos ocupamos de Sam en ausencia de sus padres. No estamos casados. Pero mucha gente comete ese error. Sólo somos…
– Amigos-Nick terminó su frase.
– Eso, amigos-dijo Jillian-. ¿Cómo está Sam?
La doctora asintió.
– Está perfectamente. La fiebre ya ha remitido gracias al paracetamol que le han suministrado. Sólo tiene una pequeña infección de oído. Es mejor esperar a ver si es capaz de superarla por sí mismo. De todos modos, su pediatra deberá verlo y tomar una decisión.
– ¿Eso significa que no tiene neumonía ni encefalitis?
La médico se rió.
– No, por supuesto que no.
Pronto sacaron a Sam y Jillian lo tomó en sus brazos y lo besó en la frente. La fiebre había remitido, pero él permanecía dormido.
– Gracias por todo, doctora.
Nick recogió a Zach y a Andy y todos juntos se encaminaron al coche. Eran ya casi las dos de la mañana y el aparcamiento estaba en silencio.
Pusieron a los niños en sus sillas y Nick le abrió la puerta a Jillian.
Antes de sentarse, se volvió hacia él.
– Muchas gracias, Nick. Eres un buen… amigo.
Se quedaron en silencio, mirándose durante un rato, hasta que ella se aproximó a él, se puso de puntillas y lo besó.
Nick le rodeó la cintura con la mano y la atrajo hacia sí. Ella parecía estar a punto de derretirse en sus brazos.
El beso pasó de ser suave y sugerente a apasionado y feroz en cuestión de segundos. Por un momento, Nick se olvidó de dónde estaban y de todo lo que acababan de pasar. Sólo podía concentrarse en saborearse su dulce boca. Pero lo que realmente quería de ella, no podía obtenerlo en un aparcamiento con los niños dormidos en el asiento de atrás.
Necesitaba mucho más, necesitaba tiempo para desnudarla lentamente, para memorizar su aroma, para deleitarse con las curvas de su cuerpo. Quería hacer que disfrutara, que gimiera, con su tacto.
Nick se apartó suavemente.
– Creo que será mejor que llevemos a los niños a casa.
Jillian asintió y se metió en el coche.
Nick respiró profundamente y se encaminó al asiento del conductor.
Quizás para Jillian él no fuera más que un amigo. Sin embargo, para él, ella era mucho más. Era la mujer a la que amaba.
Lo que no sabía era si Jillian, en el fondo, sentía lo mismo hacia él… o no.
Jillian no se dio cuenta de que se había quedado dormida hasta que no se despertó en brazos de Nick. Notó que estaba siendo transportada suavemente y abrió lo ojos.
– ¿Estamos en casa?-preguntó ella una vez en el porche.
Él asintió.
– He llevado a los niños arriba. Están profundamente dormidos. Tú también te dormiste.
– Pero puedo andar-dijo ella.
– Lo sé. También puedo llevarte yo. Has tenido un día muy duro y no quiero que corras el riesgo de andar por tu cuenta y torcerte el tobillo de nuevo-le dijo él en tono de broma.
Ella sonrió y se acurrucó en sus brazos.
Él la llevó hasta su habitación y la dejó en la cama.
– ¿Puedo traerte algo más?-le preguntó él.
Ella lo miró bajo la tenue luz de la mesilla. ¡Era tan guapo! Su mente la trasladó al instante en que lo había visto emerger desnudo del agua. Se estremeció y un deseo prohibido se despertó dentro de ella.
Pero había mucho más que perfección física en aquel hombre. Era fuerte, amable, competente, un hombre capaz de ayudarla a superar una crisis y que realmente la quería. ¿Cómo no se había parado a analizar aquellas cualidades?
Se había obcecado de tal modo en sus ideas preconcebidas que no había sido capaz de ver lo que realmente importaba. Nick Callahan era el tipo de hombre al que realmente podía amar. Era el hombre al que ya amaba.
– Hay algo que necesito-dijo ella. Se puso de rodillas, lo abrazó y lo instó a acercarse. Luego lo besó, un beso lleno de pasión-. Quédate conmigo esta noche.
– Jillian, no creo…
– No quiero promesas. Lo único que necesito es estar contigo. No tenemos por qué… ya sabes.
Él la miró sorprendida.
– ¿No?
Jillian suspiró.
– Cuando estás conmigo, me siento a salvo, dejo de preocuparme y de obsesionarme. No voy a ser capaz de dormir si estoy sola. Y, en este instante, lo único que quiero realmente es estar contigo.
Nick dudó por un momento pero, finalmente, se tumbó a su lado.
Jillian comenzó a acariciarlo suavemente.
– ¿Es verdad lo que has dicho antes, en urgencias?
Él la miró.
– ¿Qué?
– Que eras mi amigo.
Él se rió ligeramente.
– Sí, supongo que sí.
– Bien, me alegro-era agradable saber que el hombre al que amaba era también su amigo.
Después de un largo silencio, Nick se incorporó ligeramente, se quitó la camiseta y la lanzó a un lado. Luego regresó con ella. Pero, al mirarlo, notó en sus ojos una mirada herida.
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