– ¿Está bien?-le preguntó ella.
– Sí-respondió él-. Supongo que estoy cansado.
Él deslizó el brazo bajo la cabeza de ella y Jillian apoyó la mejilla sobre su piel cálida.
– Esto es estupendo-murmuró ella, posando la mano sobre su torso desnudo.
Notó el ritmo constante de su corazón latiendo con fuerza. Tenía en los ojos una mirada que no había visto antes: de depredador feroz.
Ella se estremeció y se quedó inmóvil, incapaz de reaccionar.
Nick se inclinó lentamente, hasta atrapar la boca de ella e invadirla con la lengua suavemente.
Toda aprensión que Jillian tenía se desvaneció, todas sus inhibiciones desaparecieron.
Deslizó la mano por su torso y se deleitó con su piel. Nunca antes le había intrigado tanto el cuerpo masculino.
Los dedos le temblaron al rozar accidentalmente el borde del pantalón.
Jillian suspiró suavemente. Jamás se había considerado una persona sensual, pero al tocar el cuerpo de Nick se despertaban en ella instintos de los que creía carecer.
Las fuerzas la abandonaron por completo cuando él respondió explorando su cuerpo. Sus labios trazaron un camino de besos sobre su cuerpo, sobre su cuello, entre sus senos, hasta su vientre. Allí, él comenzó a despojarla de la ropa, exponiendo su piel para poder besarla.
Jillian sabía que todo aquello sólo podría conducir a un final, pero ya no la preocupaba. Había estado luchando contra sus sentimientos desde el primer momento en que se habían visto y no tenía fuerzas para seguir peleando.
Al notar que Nick le quitaba la camiseta, Jillian pensó que se sentiría avergonzada. Pero al ver su mirada de deseo cualquier sentimiento que no fuera el de entrega se desvaneció.
Él acarició sus senos suavemente, atrapando su pezón a través de la fina tela del sujetador.
Jillian se estremeció, mientras se preguntaba cómo podía haber vivido hasta entonces sin haber experimentado nada semejante. El placer era tan intenso que rozaba el dolor.
– ¡OH!-gimió ella, hundiendo los dedos en su pelo.
Nick la miró.
– ¿Te gusta?
Ella asintió.
– Jillian, quizás deberíamos…
Ella posó el dedo sobre sus labios.
– Necesito y quiero que esto suceda. Por favor…
Por primera vez en su vida, no tenía un plan, estaba actuando guiada única y exclusivamente por el instinto. No podía introducir los datos en el ordenador y predecir lo que iba a ocurrir. Pero le daba lo mismo. Lo único que le importaba era sentir.
Jillian sonrió y se quitó lentamente el sujetador.
Nick suspiró.
– ¡Eres tan hermosa!-murmuró él y le acarició los senos-. Sabía que serías así.
Jillian cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás.
Nick hacía que se sintiera feliz y protegida.
– Ámame-le dijo ella-. Ahora.
– Ahora-repitió él.
A un beso frenético lo siguió un incesante juego de caricias y tactos. Finalmente desnudos, ella lo miró con los ojos llenos de deseo.
– Tócame-le rogó él.
Ella deslizó los dedos hasta su masculinidad y él comenzó a respirar aceleradamente.
Así era como Jillian siempre se había imaginado la pasión verdadera, libre de barreras e inhibiciones.
Nick gimió y la tomó de la cintura. Lentamente, buscó con la mano su húmeda feminidad y comenzó a acariciarla.
Si hasta entonces su tacto la había deleitado, aquello estaba a punto de enloquecerla de necesidad, placer y deseo.
Sin dejar de acariciarla sensualmente, Nick buscó en sus pantalones un preservativo, lo sacó y se lo puso.
Luego se tumbó sobre ella y se abrió paso en su interior con infinito cuidado. Un suave gemido se escapó de los labios femeninos, mientras enlazaba las piernas alrededor de su cintura. Comenzó a moverse de arriba abajo rítmicamente, hasta perder contacto con la realidad. Sólo había un pensamiento que permanecía claro e inalterable: amaba a Nick. Ocurriera lo que ocurriera a la mañana siguiente, aquella era una verdad inalterable. Y, en el fondo de su corazón, ella sabía que él la amaba también.
Después de hacer el amor, Nick debería haberse quedado plácidamente dormido. Pero no fue así.
Al ver la incipiente luz del amanecer supo que sólo les quedaba una hora antes de tener que enfrentarse de nuevo con la vida y de tener que regresar a Providence. Le esperaba su trabajo.
De haber sabido que iba a conocer a alguien como Jillian, habría retrasado algunos proyectos. Necesitaba estar un día más con ella.
Aunque habían dado rienda suelta a su pasión, las cosas seguían sin aclararse entre ellos.
La noche anterior ella le había dejado claro que no esperaba promesas. Con cualquier otra mujer eso podría haber sido un alivio, pero con Jillian era distinto. Porque después de haberla tocado, de haber disfrutado dentro de ella, sus temores se veían confirmados: la amaba. La pregunta era si ella lo amaba a él.
Al principio había pensado que su pequeño engaño estaba siendo un impedimento para llegar a tener una relación. Pero ya no lo creía. Si lo aceptaba tal y como creía que era, estaría aceptando a la persona, no la vida que se había construido.
Ahora sabía que le importaba lo suficiente como para hacer el amor con él sin que nada más se interpusiera. Había llegado la hora de contarle la verdad. Si realmente lo amaba, no le tendría en cuenta el engaño. Seguía siendo el mismo hombre, sólo que con mejores atributos. Puede que se enfadara, pero finalmente entendería lo que había hecho.
Una vez decidido el curso de acción, trató de dormirse.
Pero le resultaba difícil yacer desnudo junto a Jillian y conciliar el sueño.
Lentamente, deslizó la mano por la cadera de ella, disfrutando del tacto de su piel. El recuerdo de su cálida noche despertó sensaciones sentidas en su tórrido encuentro.
Hacer el amor con Jillian había sido toda una revelación. Era patente que jamás había tenido un amante que se preocupara por ella.
Nick sonrió con cierta satisfacción al pensar en lo que le había hecho sentir. Quería ser el único hombre de su vida, el que se levantara con ella cada mañana y con el que se durmiera cada noche. Amar a Jillian le resultaba tan fácil y natural.
Se apoyó sobre el codo y la observó. Era preciosa. Jamás había conocido a una mujer que pudiera alterar tanto el ritmo de su corazón sólo con una sonrisa.
Un llanto rompió la paz de la mañana. Los niños se habían despertado. Besó suavemente a Jillian y se levantó de la cama. Si conseguía mantenerlos callados, quizás ella podría dormir un rato más.
Se puso los pantalones y se encaminó al dormitorio de los pequeños.
Pero la falta de energía y el exceso de la de ellos les hacían imposible que estuvieran en silencio.
Preparó el desayuno con intención de sacarlos al jardín en cuanto tuviera ocasión. Pero Jillian apareció antes.
– Buenos días-dijo Nick, notando el cansancio y la preocupación en el rostro de ella-. He preparado café y tostada. ¿Quieres?
Jillian asintió, sentándose en el taburete.
El le puso la taza y el plato delante y ella lo miró.
– Nick, respecto a lo de anoche…
– Sí, lo sé, fue increíble-respondió él, dándole un abrazo.
– No era eso…
– Jillian, no hace falta que hablemos de ello-dijo él, besándole la mejilla-. Lo que ha pasado entre nosotros estaba claro que iba a suceder. Yo me alegro de que finalmente haya ocurrido. Tengo que irme esta mañana, porque tengo una reunión mañana y necesito preparar la presentación. Pero antes de irme, quería, decirte algo.
– No hace falta decir nada-se precipitó ella.
– Sí, sí hace falta y es importante. Puede que te enfades conmigo, pero…
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