– Que suerte tienen algunos -repuse, y señalé las sillas-. Toma asiento, me gustaría hablar contigo.
Me miró fijamente como si se temiera lo peor y decidió apoyarse en una esquina del escritorio.
– ¿Qué haces estas navidades? -pregunté para romper el hielo-. ¿Vas a ver a tu padre?
– Dios mío, no -dijo con el entrecejo fruncido-. Por lo visto va a casarse con una niña de las Bermudas, ¿no te parece increíble? Casi podría ser su padre. Es evidente que ella sólo busca su dinero, pues no creo que su físico le resulte irresistible, la verdad.
– No sabría decirte -repuse, pensando que no ganaba nada con confiarle que ya estaba al corriente de esas noticias-. Quizá sea amor -añadí con la única intención de irritarla. Sé que no estuvo bien, pero no pude evitarlo.
– A quien voy a ver es a mi madre. Sé que al cabo de quince minutos ya me habrá sacado de quicio, pero de lo contrario pasaría la Navidad sola con los gatos, y es capaz de meter la cabeza en el horno en vez del pavo.
– Antes de que te vayas me gustaría comentarte un asunto. -Había dudado si tendría sentido celebrar esas dos reuniones la víspera de Navidad, pero imaginaba que una iría bien y la otra no. Hasta había esperado que ésta no saliera mal del todo, aunque lo consideraba improbable. Lo importante era tener el asunto zanjado antes de fin de año-. ¿Has hablado con tu padre últimamente?
– Sí, claro. La semana pasada. ¿Por qué?
– Ah, de modo que no sabes nada desde entonces.
Me miró con recelo, se apartó de la mesa y se dejó caer en una silla.
– ¿Por qué lo preguntas?
– En primer lugar, me gustaría hablar contigo sobre el trabajo que desempeñaba James.
– Siempre que hablas de tu trabajo mencionas a James, como si no llevaras seis meses al frente de todo. ¿Por qué lo haces?
– ¿Seis meses? -Casi gemí-. Dios mío, no me extraña que esté tan cansado.
Esbozó una sonrisa irónica.
– Entonces has tomado una decisión, ¿verdad?
– Voy a hacer unos cuantos cambios -dije-. En primer lugar, te alegrará saber que Tara Morrison ha aceptado. Volverá a la emisora a partir del uno de enero, y pasará un par de meses preparando un noticiario de calidad. Esperamos poder empezar a emitirlo en marzo.
– Estupendo. Es una buena decisión -condescendió, como si fuera un oficial superior y yo un simple soldado raso.
– También he tomado una resolución sobre el trabajo que desempeñaba James, y debo admitir que tenías razón en una cosa. Para ascender al puesto más importante no hay que pasar por todos los peldaños, sólo hay que comprender cómo están dispuestos.
– Gracias -dijo entusiasmada, como si acabara de ofrecerle el puesto-. Me gustaría pensar que con mi trabajo he demostrado que…
Alcé la mano para interrumpirla.
– Por esa razón he decidido apostar por una persona que ha demostrado un enorme entusiasmo, aparte de que lleva mucho tiempo en la televisión y conoce el medio al dedillo. Una persona que sabe lo que el público quiere ver, una persona en la que confío ciegamente.
Se hizo el silencio.
– ¿Y? -murmuró al cabo.
– El nuevo director gerente será Tommy DuMarqué -concluí.
Caroline parpadeó y tras unos instantes se echó a reír.
– ¡Tommy DuMarqué! -exclamó como si fuera la idea más ridicula que hubiera oído en la vida-. Me estás tomando el pelo. ¿La estrella de la telenovela?
– Ya no lo es. Tiene cáncer -dije, y al ver su expresión de sorpresa, aclaré-: Lo han eliminado de la serie. Ya sabes, ese asunto de la sobredosis ha sido…
– Lo que sé es que es tu sobrino -masculló-. ¿Vas a poner al frente de la emisora a un drogadicto confeso que se acuesta con su cuñada y que no ha salido de Londres en nueve años? ¿Qué cualidades son ésas? ¿A eso lo llamas experiencia?
La miré desconcertado.
– Me parece que estás mezclando…
No atendía a razones.
– ¿Qué ha estudiado, Matthieu? ¿Cuáles son sus méritos? ¿Puedes decírmelo?
– Sí, puedo -repuse con firmeza-, y acabo de hacerlo. Pone pasión en lo que hace, tiene muchas capacidades y conocimientos. Ha pasado página y estoy convencido de que puede desempeñar ese trabajo muy bien. ¿Te parece poco?
– ¿Y qué pasará con esta nueva página de su vida? No seas ingenuo, lo más probable es que se líe un porro con ella y se lo fume.
Abrí la boca para protestar, pero decidí callar. Caroline negó con la cabeza como si me hubiera vuelto loco.
– Lo siento mucho -dijo finalmente-, pero tendrás que decirle que no es posible.
– No puedo hacerlo, Caroline.
– Pues tendrás que buscar la manera. Puede que Alan y tú poseáis la mayoría de las acciones, pero yo aún controlo el treinta por ciento, y no permitiré que ese hombre sea el director gerente.
Suspiré.
– Las acciones que controlabas no eran tuyas sino de tu padre. Y no sirven para conseguirte un buen trabajo.
– Tampoco están para que contrates a miembros de tu familia de dudosa capacidad. Coge el teléfono ahora mismo y anula esa estúpida oferta que le hiciste. Si no, lo haré yo misma.
– No eres accionista -insistí.
– Pero mi padre sí. Y mientras esté en…
– Tu padre ya no lo es -dije alzando la voz para acallar sus gritos.
– ¿De qué estás hablando? Claro que lo es. Sigue siendo dueño del treinta por…
– Tu padre ha vendido todas sus acciones -dije-. Lamento que sea yo quien tenga que decírtelo, debería habértelo comunicado él mismo. De modo que ya no las controlas.
Vi que se le llenaban los ojos de lágrimas.
– Mientes -dijo, aun a sabiendas de que no tenía razón.
– Me temo que no. Lo siento.
– ¿A quién se las ha vendido?
– A mí, obviamente. De manera que ahora soy yo quien decide sobre estos asuntos. Lamento que te lo tomes a mal, pues me gustaría que te quedaras. De verdad, Caroline. A la larga, Tommy hará los cambios que crea apropiados, pero te doy mi palabra de honor de que, mientras tenga una participación mayoritaria en la emisora, habrá trabajo para ti.
Asintió con la cabeza y bajó la vista. Estaba claro que no tenía nada más que decir. Así que me levanté y me dirigí a la puerta.
– El caso es que no tengo hijos y, curiosamente, nunca he poseído un negocio en su totalidad. Al poner a Tommy al frente del canal… bueno, de ese modo se convierte en una empresa familiar. Y la idea me gusta. Mi sobrino pronto será padre. Estoy seguro de que lo entiendes.
Regresé a mi despacho. Unos minutos más tarde oí a Caroline cerrar la puerta del suyo y alejarse por el pasillo en dirección al ascensor. Suspiré aliviado. Ya estaba hecho. Era libre para irme a casa.
Un final
A la larga, todas las historias, con sus respectivas personas, confluyen en una.
Tengo buena memoria y una mente despierta, pero ha habido ocasiones en que me ha costado dar con los nombres en estos recuerdos, y hasta debo admitir que ha habido unos pocos personajes -por ejemplo, algunas madres de los distintos Thomas- a quienes me he visto obligado a adjudicarles un seudónimo o excluirlos por completo. Es demasiada gente para acordarse, y doscientos cincuenta y seis años es mucho tiempo.
De todas formas, la mayoría están muertos. Jack Holbyy yo logramos huir de Inglaterra y viajamos a Europa, donde nos separamos al cabo de unos meses. Jack se marchó a Escandinavia y nunca más tuve noticias de él. Me alegra no haberlo traicionado, mientras que la muerte de Dominique siempre me ha producido un sentimiento contradictorio. Hay ocasiones en que comprendes que quieres a alguien que no es digno de tu amor. A veces se crean lazos inexplicables que no pueden romperse ni siquiera cuando el ser amado traiciona la confianza que habías depositado en él. Otras, el objeto de tu amor está ciego a tus sentimientos, y no eres capaz de encontrar las palabras para explicarlo.
Читать дальше