Louise Cooper - Espectros
Здесь есть возможность читать онлайн «Louise Cooper - Espectros» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Espectros
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Espectros: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Espectros»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Espectros — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Espectros», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
La tercera vez que despertó, Índigo escuchó unas voces ahogadas al otro extremo de la pared.
Durante unos minutos permaneció soñolienta, consciente de los suaves sonidos distantes pero sin escuchar realmente; se encontraba aún flotando entre el sueño y la vigilia, y todo en la silenciosa noche parecía un poco irreal a su amodorrado cerebro. Las sombras proyectadas por la luz de la luna jugueteaban sobre el desconocido mobiliario de la habitación, y una ligera brisa que penetraba hurtadillas por la entreabierta ventana agitaba las cortinas con suavidad. Volvió la cabeza para mirar en dirección a la alfombra sobre la que dormía Grimya, esperando ver la oscura masa de su dormida figura, pero en lugar de ello se encontró con la silueta de la cabeza del animal claramente recortada junto a la ventana, las orejas bien erguidas y el hocico en un ángulo tenso.
— ¿Grimya? —No del todo despierta, Índigo habló en voz alta, y la loba giró la cabeza al momento.
«¡Chisst!» Su voz telepática sonó como una apremiante advertencia en la mente de Índigo. «¡Escucha! ¿No las oyes?»
Con un esfuerzo, Índigo apartó la neblina mental del sueño. Los imprecisos y lejanos murmullos se habían detenido cuando pronunció el nombre de Grimya pero ahora se reanudaban, y ascendían de tono progresivamente como si una suave brisa los transportara hacia la casa. Demasiado cansada para pensar con auténtica claridad, intentó encontrar una explicación racional.
«Hollendy Calpurna deben de estar todavía despiertos», transmitió.
«No. » Grimya fue categórica. «Son voces de niños. »
«Ellani y Koru, entonces. »
De forma ilógica, Índigo empezaba a sentirse molesta. El ruido de los susurros comenzaba a irritarla, y la inquietud de Grimya no hacía más que empeorar las cosas. Pero, antes de que pudiera ordenar con malos modos a la loba que volviera a dormirse, ésta dijo:
«No son ellos. Escucha, Índigo; escucha con atención. »
Índigo suspiró, dándose cuenta de que no tendría descanso hasta que no apaciguara a su amiga. Se incorporó con dificultad, echando a un lado las mantas, y se apartó el cabello de los ojos mientras, de mala gana, se disponía a escuchar.
Entonces comprendió a qué se refería Grimya. Las voces parecían jóvenes, pero poseían un curioso timbre ligeramente artificial, como si las palabras que susurraban las pronunciasen en realidad adultos que pretendiesen imitar el tono de voz de los niños y casi —pero no del todo— lo consiguiesen. Y a medida que prestaba más atención advirtió que, tal y como había dicho la loba, éstas no eran las voces de Hollend o Calpurna ni tampoco las de ninguno de sus hijos, ya que murmuraban y charlaban y reían entre ellas no en el familiar idioma de Agantia sino en la lengua seca y ronca de los habitantes del lugar.
Sus misteriosos perseguidores habían regresado.
Grimya volvió la cabeza y sus ojos relucieron con un pálido tono ambarino al clavarse en el rostro de Índigo en medio de la penumbra. No dijo nada cuando Índigo saltó de la cama y cruzó la habitación, pero su mirada siguió a la muchacha mientras ésta llegaba junto a la ventana, hacía a un lado la cortina y miraba al exterior. La luna le elevaba muy alta en el cielo por entre delgados jirones de nubes, y su luz brillaba con fuerza suficiente para iluminar todo el Enclave de los Extranjeros; la calzada de tierra batida, las cercas de estacas puntiagudas, las agazapadas formas de las casas cercanas. No brillaba ni una luz en todo el recinto y no se veía un alma.
«Lo sé», dijo Grimya con tono sombrío cuando su amiga te apartó por fin de la ventana. «Yo también miré. No hay nadie ahí afuera. »
Índigo se sentó en la cama y, reprimiendo un escalofrío, le echó una de las mantas sobre los hombros. No tenía necesidad de proyectar sus sentimientos o darlos a conocer en voz alta; Grimya sabía perfectamente lo que pensaba.
«¿Por qué han regresado?» Intentó sin éxito deshacerse de algunas imágenes no demasiado agradables de la clase de seres que podían vagar en la quietud de aquella noche tranquila. «¿Quépueden querer?»
«Esta vez puedo oír algunas cosas de lo que dicen», informó Grimya e, irguiéndose, se acercó a la cama y saltó sobre ella para colocarse junto a Índigo como si estuviera ansiosa por encontrar consuelo. «Pero no tiene sentido para mí. Han estado hablando de "nosotras" y "ellos" y diciendo que hay algo que "ellos" no saben. Y ríen. Es una risa tonta, pero también muy triste al mismo tiempo. Parecen... sentirse solos. »
—¿Solos?
Estupefacta, Índigo volvió a hablar en voz alta. Al instante los murmullos cesaron, y la muchacha dio un respingo al comprender que los propietarios de las voces podían oírlas. Presa de violento frenesí, empezó a pasear la mirada por la habitación como si esperara ver rostros y figuras materializándose en la oscuridad. ¿Dónde estaban?
Capturando el involuntario pensamiento, Grimya le susurro al oído:
—No lo sé. Pero pien.. ssso que no están aquí. No en esta habitación o esta casa. Puede que ni sssiquiera en este mundo.
No en este mundo; sin embargo poseían el poder y, al parecer, el deseo de dar a conocer su presencia.
—Me parece —dijo Índigo a la loba en voz baja— que por la mañana debería hablar con Hollend y Calpurna. A lo mejor pueden arrojar algo de luz sobre esto... o, si no pueden, a lo mejor conocen a otros que sí.
—No estoy tan segura —repuso Grimya —. Recuerda que ellos son también ff... forasteros.
—No obstante, conocen el país. Puede que esto le haya sucedido a otros antes de nosotras. Si así es, Hollend y Calpurna habrán oído hablar de ello.
Grimya parpadeó y ladeó la cabeza a un lado.
—¿Tienes una te... teo... ? ¿Cuál es la palabra?
—¿Una teoría? No, no la tengo, todavía no. Pero algo bulle en mi interior, Grimya. Llámalo una cierta idea; yo no lo definiría más que así.
Índigo se detuvo y escuchó el silencio, preguntándose si las voces no estarían a su vez escuchándola a ella. Ahora ya no percibía nada extraño pero seguía sin poder quitarse de encima la sensación de que Grimya y ella no estaban solas en la habitación. Se había equivocado, pensó. Allá en la carretera había temido que aquellos débiles e insidiosos cuchicheos nocturnos fueran fantasmas propios, que se abrían paso despacio pero sin tregua desde el pasado para perseguirla. Ahora, no obstante, creía saber la verdad. Alguna otra cosa le hablaba; algo cuya naturaleza aún no comprendía, pero cuyo origen no se encontraba en su propia mente sino en los huesos de este extraño país, fértil y a la vez desolado.
Extendió un brazo y tiró con fuerza de las mantas, hasta que cubrieron todo su cuerpo, mientras el otro brazo se deslizaba sobre el atlético y peludo costado de la loba.
—Quédate aquí conmigo esta noche, Grimya —rogó, y la loba supo que en algún lugar de las profundidades de su mente empezaba a agitarse un gusanillo de temor, diminuto pero irrefutable. La loba se apretó contra ella y le lamió el rostro con cariño.
—Yo te protegeré —dijo con voz ronca—. No temas, Índigo; no temas. ¡Te mantendré caliente!
Índigo jamás sabría si fue el consuelo brindado por Grimya o su propio cansancio, pero lo cierto es que en cuanto cerró los ojos otra vez durmió profunda y tranquilamente lo que quedaba de la noche. Al cabo la despenó un vacilante golpeteo sobre su puerta, y al abrir los ojos descubrió que la luz de la mañana bañaba la buhardilla y que la loba se desperezaba y bostezaba a su lado. Mientras se incorporaba en el lecho, soñolienta aún, la puerta se abrió y apareció el rostro de Ellani.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Espectros»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Espectros» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Espectros» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.