Louise Cooper - Avatar

Здесь есть возможность читать онлайн «Louise Cooper - Avatar» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Avatar: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Avatar»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Avatar — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Avatar», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Índigo no reconoció, escuchó los susurros e hizo un gesto admonitorio en dirección a Yima, al tiempo que indicaba con la cabeza a Uluye. Yima enrojeció, dedicó un ademán de disculpa a Índigo y se alejó. La muchacha la siguió con la mirada, alarmada por sus palabras. ¿Los muertos surgiendo del lago? Eso no podía ser literalmente cierto. Intentó llamar la atención de Shalune, deseosa de musitarle una urgente pregunta, pero Shalune o bien no advirtió su gesto o consideró prudente hacer caso omiso de él.

Grimya seguía contemplando a Uluye, quien ahora repetía el ritual de preguntas y respuestas con un anciana zanquilargo, e Índigo inquirió en silencio:

«Grimya, ¿escuchaste lo que ha dicho Yima?»

«Lo escuché. Pero no sé qué puede haber querido decir. La loba lanzó una rápida e intranquila mirada a su amiga «¿No creerás que eso pueda ser verdad?¿Que los muertos van a regresar realmente?»

«No lo sé. Lo cierto es que no lo sé.»

El anciano había sido despedido para ir a colocarse junto a la muchacha que seguía sin parar de llorar; otras de personas se acercaban. Las nubes de incienso eran cada vez más espesas al no existir brisa que las dispersara; el olor resultaba acre al olfato de Índigo y empezaba a volverse desagradable al mezclarse con el olor a alquitrán de las antorchas. Se sentía ya un poco desorientada y estaba segura de que había un narcótico en el incienso— y la cena y la atmósfera empezaban a adoptar un tinte irreal Índigo se dijo que tenía que mantenerse lúcida costara Id que costara. Debía descubrir la verdad sobre esta ceremonia; tanto si era un simple truco para consolar a los que habían perdido a un ser querido y atemorizar a los perturbadores, o algo más siniestro.

Seis suplicantes habían presentado ya sus ofrendas y en este momento conducían al séptimo ante Uluye. El sonido de su voz al elevarse colérica alertó a Índigo, quien levantó los ojos y vio a una mujer escuálida acurrucada de rodillas sobre el rojo polvo con otras tres personas de aspecto severo, dos mujeres y un hombre, detrás de ella.

Uluye se alzaba sobre la abyecta mujer como un ángel vengador.

—Justicia? —rugió, y su voz se escuchó por todo el Ligo—. ¿Justicia, para un asesino de niños?

—¡Yo no lo hice! —lloriqueó la mujer—. ¡Él lo hizo, él fue! ¡Dijo que no podía alimentar más bocas, que siete eran demasiadas, que tres debían morir! ¿Qué podía hacer yo? Intenté detenerlo, pero me golpeó... Mira, Uluye, mira, aquí están las señales. Sólo soy una pobre mujer débil, y él es mucho más fuerte que yo...

—¿Dónde está tu hombre ahora? —la interrumpió Uluye con voz helada—. ¿Por qué no está aquí para defenderse?

—Huyó, Uluye. Huyó porque es culpable y sabía que lo castigarías. Mató a tres de mis hijos y se llevó a los otros cuatro, y me ha abandonado para que llore

a mis pequeños sola y sin consuelo. Mira, mira las señales que me hizo, Las cicatrices...

La voz de Uluye cortó en seco sus balbuceos.

—¿Dónde están tus ofrendas?

La mujer rebuscó en una bolsa que llevaba y sacó un paquete y un odre, pero los sostuvo pegados a su pecho, claramente reacia a entregarlos a la sacerdotisa.

—Las he traído. Comida y bebida. Mira, aquí las tengo. Pero me han costado muy caras; tendré que pasar hambre ahora, pues mi asesino marido me ha dejado sin nada. Ten piedad de mí, Uluye; ¡ten piedad de mí!

Uluye clavó sus ojos en ella durante un buen rato. Luego, con deliberada lentitud, extendió los brazos y arrancó las ofrendas de las manos de la mujer. Desenvolvió el pan, abrió el odre. Comió. Bebió.

El rostro de la suplicante se arrugó en una desagradable expresión infantil. No intentó discutir, pero, mientras sus tres acompañantes —Índigo sospechó que «guardianes» debía de ser una palabra más apropiada— la conducían a reunirse con los otros postulantes, sus manos y pies empezaron a agitarse en mudo pero incontrolable terror.

Uluye escudriñó con la mirada a los congregados e inquirió con engañosa suavidad:

—¿Quién es el siguiente?

Mientras el octavo candidato se adelantaba, Índigo dirigió una veloz mirada a Shalune. La gorda sacerdotisa la observaba con disimulo, Índigo le hizo una señal sin ser vista, y Shalune se alejó despacio de su compañera para acercarse furtivamente a la litera, hasta quedar lo bastante cerca como para poder conversar en susurros.

—No deberías hablar.

El tono de su voz recordó a Índigo el susurro de los cazadores de las Islas Meridionales; Shalune había aprendido el truco de suprimir los tonos sibilantes de su voz. Índigo sonrió levemente y contestó en forma parecida.

—Lo sé. Pero hay mucho que no comprendo. ¿Quién era esa mujer?

—¿Ella? Una asesina de niños. Degolló a tres de sus hijos y afirma que fue su marido quien lo hizo. Él ha desaparecido; lo más probable es que también lo haya matado, aunque todavía no se ha encontrado su cadáver. Todos los habitantes de su pueblo saben que es culpable, pero! no tienen pruebas. Así pues la han obligado a venir aquí,! a descubrir la verdad.

—¿Cómo pueden descubrirla?

Shalune la miró a los ojos, con cierta sorpresa.

—Por los niños, claro. Ellos conocerán a su asesino.

—Pero...

Sin proponérselo, Índigo levantó la voz, y Uluye le dedicó una mirada malévola por encima del hombro. Al instante, Índigo transformó la exclamación en un carraspeo, pero, cuando Uluye desvió la mirada otra vez, Shalune hizo un gesto silenciador.

—No más charla —musitó—. Espera y observa. No necesitas hacer nada más. —Dedicó una mueca a la espalda de Uluye y retrocedió para reunirse con su joven compañera.

Índigo se recostó en su sillón, perpleja, mientras el despreocupado comentario de Shalune resonaba en su cerebro: «Por los niños, claro». Seguía sin poder convencerse de que era posible. No quería creerlo, porque, si fuera cierto, si esta noche los espíritus de los muertos iban a levantarse y andar de nuevo por el mundo de los vivos, entonces..., entonces...

—Nnn...

El sonido brotó involuntariamente de su garganta; no pudo acallar la lengua a tiempo. Uluye volvió a girarse con rapidez, pero esta vez expectante más que enojada, como si esperara ver algún cambio en ella.

Índigo cerró los ojos ante la intensa mirada de la sacerdotisa, al tiempo que pensaba: «No, Uluye, no se trata del oráculo. ¡Soy yo!». Algo centelleó por un instante en su mente: unos ojos aureolados de plata, pero desaparecieron con tal rapidez que no arraigaron en su memoria. «Contrólate —se dijo furiosa—. No pierdas la lucidez.»

Era el incienso que la afectaba..., este repentino aturdimiento que parecía provenir de la nada, como si se alzara de la litera para flotar sobre ella. Humo narcótico en el aire. Empezaba a padecer alucinaciones; le pareció que una neblina se alzaba del lago y empañaba su superficie, difuminando los reflejos de la luz de las antorchas, convirtiendo Las aguas en un enorme espejo dorado. ¿Cuánto tiempo duraría aún esta ceremonia? Ansiaba que terminara. Tenía sed. También hambre. Deseaba regresar al familiar refugio de la cueva, dormir...

Sacudió la cabeza, y el miasma se disipó. Parpadeando, descubrió que ahora había quince personas apiñadas a un lado del redondel y que no había ningún nuevo demandante frente a Uluye en la roja arena. ¿Quince postulantes? Quizá se había dormido después de todo. Y Grimya se había ido. ¿Dónde estaba Grimya?

«¿Grimya?» Envió su llamada y se sintió aliviada cuando la voz mental de la loba le respondió de inmediato.

«Estoy aquí, Índigo. Detrás de tu sillón.» Una pausa,,! luego: «Na.., no me gusta lo que percibo. Huelo algo, lo reconozco, pero me hace sentir inquieta».

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Avatar»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Avatar» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


libcat.ru: книга без обложки
Louise Cooper
Louise Cooper - El Proscrito
Louise Cooper
Louise Cooper - El Iniciado
Louise Cooper
libcat.ru: книга без обложки
Louise Cooper
libcat.ru: книга без обложки
Louise Cooper
Louise Cooper - Nocturno
Louise Cooper
libcat.ru: книга без обложки
Louise Cooper
Louise Cooper - Troika
Louise Cooper
libcat.ru: книга без обложки
Louise Cooper
Louise Cooper - Nemesis
Louise Cooper
Отзывы о книге «Avatar»

Обсуждение, отзывы о книге «Avatar» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x