Louise Cooper - Avatar
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—¿Índigo? ¿Qué sssucede?
—No lo sé. —La imagen había desaparecido, e Índigo meneó la cabeza—. Por un instante tuve la impresión que alguna imagen de lo ocurrido anoche volvía a mí, debo de haberme equivocado. —Sus ojos se desviaron en dirección a la entrada de la cueva—Ojalá pudiera hablar con Uluye. Si tan sólo pudiera hablar su idioma, podría hacerle comprender que no soy lo que piensa que soy.
Grimya pensó en las sacerdotisas de las lanzas que con sutileza pero también
con energía habían reforzado la voluntad de Uluye durante la ceremonia.
—No estoy sssegura de que fuera prrru... dente —dije Uluye posee un grrran poder aquí..., poder terrenal, quiero decir; no conozco ninguna otrrra clase. Sssi dices que no quieres ser su oráculo, no le gusss... tara. Puede ser una enemiga peligrrrosssa. Sería más prrrudente hacer lo que quiere, al menos por ahora. Además —añadió—, pueden existir otrrras razones para no decir nada. Sssi esta Dama Ancestral es el demonio, ¿en qué convierte esto a Uluye?
—No lo había pensado —respondió Índigo, mirándola con desazón—. ¡No se me había ocurrido siquiera! !
—No digo que Uluye sea perversa. Sólo digo que no lo sa... sabemosss.
—Y, hasta que lo sepamos, seríamos muy estúpidas del arriesgarnos a decirle cualquier cosa parecida a la verdad. Además, incluso aunque Uluye no esté directamente conectada con el demonio, dudo que consiguiéramos nada razonando con ella.
Índigo paseó la mirada por la bien equipada cueva, por el montón cada vez mayor de regalos y ofrendas traídos por los habitantes de la ciudadela durante los dos últimos días.
—Estas mujeres pueden festejarnos y concedernos todos los lujos, pero eso no cambia el duro hecho de que somos prisioneras aquí; y esto significa prisioneras de Uluye. Las sacerdotisas pueden venerar a su supuesto oráculo, pero tanto si son conscientes de ello como si no, su lealtad está ante todo con Uluye. El oráculo habla, pero Uluye interpreta y actúa, y, en su calidad de portavoz del oráculo, tiene poder absoluto sobre todo el mundo. —Sonrió torvamente y sin la menor alegría—. En el momento en que me proclamó nuevo oráculo, me convertí en la piedra angular de ese poder. No permitirá que ninguna disensión por mi parte comprometa su posición, y tiene guerreras suficientes a su servicio para asegurarse de que yo no disiento. De modo que, por lo que parece, no tengo más lección que someterme a su voluntad.
—Puede que no resulte tan mala idea después de todo, eso crees? —repuso Grimya bajando la cabeza—. Si estamos en lo cierto con rrrespecto al demonio, entonces, como oráculo, al menos has encontrrrado una forma de llegar cerca de él.
—Cierto; pero en muchos aspectos eso me preocupa más que cualquier otra cosa. ¿Recuerdas la maldición de los Bray y lo que pasó con ella? No me gustaría exponerme abiertamente a un poder como aquél una segunda vez.
Frunció el entrecejo—. No creo que pudiera resistir para ver por algo parecido otra vez.
—Lo siento —gimoteó Grimya en voz baja—. No era mi intención despertar recuerdos dolorosos.
—No, no; tienes razón en lo que dices. Es sólo que...
Suspiró—. No me malinterpretes, querida Grimya. Sé lo leal y fuerte que eres.
Pero, incluso con tu amor y tu apoyo, todavía desearía poder contar con otra aliada aquí. Si hubiera alguien en la ciudadela en quien pudiera confiar para que me ayudara en lo que tengo que hacer, me sentiría menos vulnerable.
Grimya permaneció en silencio unos instantes. Luego dijo:
—Quizá deberías hablar con Sha... lune.
—¿Shalune? —Índigo la miró sorprendida.
—Sssi. No es mi intención prrre... cipitarme, pero..., desde que volviste a enfermar, creo que me ha empezado a gustar. Mi instinto también me dice que no todo está bien entre ella y Uluye. Crrr... creo que no están de acuerdo en muchas cosas, y que Shalune preferiría ser la jefa aquí en lugar de Uluye. No conozco la palabra justa para el; pero pienso que ella es... mejor persona.
Acompañando esta afirmación surgió una imagen mental que combinaba la racionalidad, el sentido común y una voluntad de razonar sin dogmatismos, Índigo, que pensaba que escoger entre las dos sacerdotisas era cuestión decidir entre el menor de dos males, se sintió a la vez prendida e intrigada. Había supuesto que Shalune ocupaba el segundo puesto detrás de Uluye en la jerarquía religiosa; si, tal y como daba a entender Grimya, Shalune estaba descontenta con la jefatura de Uluye, entonces que era posible que la mujer resultara ser la aliada que necesitaban, Índigo no deseaba verse involucrada en una lucha por el poder entre las dos mujeres, pues ello pe acarrear demasiadas complicaciones, quizás incluso demasiados riesgos. Pero, si podía ganarse la confianza de Shalune, al tiempo que se mantenía aparte de cualquier disputa que pudiera estarse cociendo entre la mujer y superiora, evitaría al menos el peor de los riesgos.
—Yo no diría que debas con... fiar en ella —dije Grimya —. No de momento. Pero creo que podrrría estar dispuesta a ser nuestra amiga, y mi instinto me dice que eso sería un buen comienzo.
—Tu instinto raras veces se equivoca, Grimya, y me inclino a confiar en él. Shalune es la aliada más improbable! que se pueda imaginar, pero intentaré ganarme su amistad. —Índigo volvió a dirigir la mirada hacia la entrada de la cueva—. Puede que sólo sea un pequeño paso. Pero, si la Dama Ancestral es el demonio que buscamos, podría ser un paso de vital importancia.
CAPÍTULO 6
Índigo contempló cómo Shalune tomaba con destreza un puchero situado sobre el hogar y empezaba a servir su contenido en dos recipientes de arcilla.
—Ésta es la primera ocasión que he tenido para poder decirte lo agradecida que te estoy, Shalune —dijo la muchacha en la lengua de la Isla Tenebrosa—. Debiera haberlo expresado antes, pero no sabía cómo decirlo de forma correcta en tu lengua.
Shalune alzó la cabeza y le dedicó una sonrisa.
—No hay nada que agradecer. Me limité a hacer lo que la Dama Ancestral me indicó; cualquier otra habría hecho lo mismo.
Índigo escuchó con atención mientras Grimya traducía en silencio las palabras y frases que no conocía. En estos momentos ya no eran demasiadas; llevaban quince días en la ciudadela, y, con la ayuda de la loba, había realizado rápidos progresos en su aprendizaje de la lengua de los habitantes de la Isla Tenebrosa. Devolvió la sonrisa a Shalune, preguntándose si podría aventurarse a hacer algunas preguntas que Uluye, al parecer, no estaba dispuesta a contestar con todo detalle.
Para empezar, no la habían requerido todavía para cumplir con sus deberes como oráculo por segunda vez. No podía negar ni por un momento que se alegraba de ello, pero a la vez también lo encontraba curioso. No obstante, cuando intentó preguntar a Uluye sobre ello, la mujer se limitó a encogerse de hombros por toda respuesta y decir que esto estaba en las manos de la Dama Ancestral.
Tal vez Shalune fuera más comunicativa, así que Índigo inquirió:
—Shalune, ¿puedo hacerte una pregunta?
—Pregunta. —Entonces la sacerdotisa lanzó una risita ahogada—. Aunque debería ser yo quien preguntase, ¿no? ¡Tú eres el oráculo después de todo!
—Es lo que todo el mundo dice. Pero, desde esa prime noche, no se me ha pedido que vuelva a hablar. —Hizo una pausa, para luego seguir—: Me he estado pregunta do cuándo llegará esa próxima ocasión.
—Nosotras no podemos predecirlo —respondió Shalune—. Es la Dama Ancestral quien escoge el momento el lugar para su siguiente revelación, no nosotras. Volver a hablar a través de ti cuando tenga algo que decir, no antes. Pero no te preocupes —añadió, dedicando de nuevo a Índigo su sobrecogedora y feroz sonrisa—. Cuando llegue el momento, ¡tú lo sabrás antes que nadie!
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