– Te veo, Tío Taranis. Te veo muy bien -dije, y mi voz fue fuerte y firme, e hizo que el arco de una ceja coloreada como una perfecta puesta de sol se elevara.
– Apenas puedo verte a través del amontonamiento de tus hombres, -dijo él. Había algo en su tono de voz que no podía discernir. Ansiedad, cólera; algo desagradable.
Doyle, Galen, y Abe comenzaron a alejarse de mí. Incluso Frost comenzó a separarse. Sólo Rhys se quedó aferrado a mi lado. En el momento en que sus manos desaparecieron, Taranis volvió a parecer rodeado de luz.
– Permaneced donde estabais, hombres míos -dije-. Yo soy vuestra princesa. Él no es vuestro rey.
Los hombres vacilaron. Doyle fue el primero que retrocedió y el resto siguió su ejemplo. Puse su mano en mi cara, y traté de decirle con mis ojos lo que pasaba. El hechizo apuntaba directamente hacia mí, como una flecha sólo dirigida hacia mi mente. ¿Cómo podría explicarles, sin palabras, lo que sucedía?
Rhys se colocó más firmemente alrededor de mi cintura, atrayéndome más cerca, dejando sólo el espacio suficiente para que el brazo de Frost se deslizara sobre mis hombros. Abe se paró detrás de mí, colocando una mano en mi hombro, el más cercano a Rhys. Galen se unió a él, y aunque claramente estaba perplejo, puso su mano en mi otro hombro, el más cercano a Frost. Yo tenía una mano rodeando la cintura de Rhys y la otra se la tendí a Doyle. Para el momento en que todos me estaban tocando, incluso a través de la ropa, la luz alrededor del rey se había desvanecido. Taranis era hermoso, pero eso era todo.
– ¿Meredith -dijo Taranis-, cómo puedes insultarme así? Estos hombres atacaron a una dama de mi corte, violentándola. Y aún así, tú estás ahí con ellos… tocándote, como si fueran tus favoritos de la corte.
– Pero, tío, es que ellos son algunos de mis favoritos.
– Meredith -dijo, y sonó asombrado, como un pariente mayor que oye que uno dice "joder" por primera vez.
Biggs y Shelby intentaban acercarse y enterarse de lo que sucedía. Creo que la razón por la que los abogados no habían interferido antes era que incluso los hombres que estaban lejos habían sentido algo del hechizo que Taranis había traído a esta reunión. Había traído esta magia con algún objetivo específico o tal vez siempre la traía cuando trataba con la Reina Andais, y ahora conmigo. Yo no había sido capaz de sentirla la última vez que habíamos hablado con Taranis. Pero entonces tampoco tenía a Doyle, o a ninguno de los otros hombres. No era simplemente que mis poderes hubieran aumentado desde aquellos pocos días pasados en el Mundo de las Hadas. La Diosa había sido una deidad muy ocupada. Todos habíamos sido cambiados por su roce, y por el toque de su Consorte, el Dios.
– No hablaré de este asunto delante de los monstruos que violentaron a una mujer de mi corte. -La voz de Taranis rodó por el cuarto como el susurro de una tormenta. Todos reaccionaron como si fuera más que un susurro. Yo estaba segura detrás de las manos de mis hombres de lo que fuera que Taranis trataba de hacer.
Shelby se volvió hacia nosotros.
– Creo que es una petición razonable que los tres acusados esperen afuera mientras hablamos con el rey.
– No -dije.
– Princesa Meredith -dijo Shelby-, está siendo poco razonable.
– Sr. Shelby, usted está siendo mágicamente manipulado -le dije, riéndome de él.
Él me miró con el ceño fruncido.
– No entiendo lo que quiere decir con eso.
– Sé que usted no lo entiende -le dije. Me giré hacia Taranis-. Lo que estás haciendo es ilegal según la ley humana. La misma ley a la que has apelado pidiendo ayuda.
– No he pedido ayuda humana -dijo él.
– Has acusado a mis hombres conforme a la ley humana.
– Presenté una solicitud a la Reina Andais buscando justicia, pero ella rechazó reconocer mi derecho de juzgar a sus sidhe de la Corte Oscura.
– Tú gobiernas La Corte de la Luz y la Ilusión -dije-, no la Corte de la Oscuridad.
– Eso fue lo que tu reina me aclaró.
– Y entonces, cuando la Reina Andais negó tu petición en su corte, te volviste hacia los humanos.
– Apelé a ti, Meredith, pero ni siquiera contestaste mis llamadas.
– La reina Andais me aconsejó contra ello, y ella es mi reina y la hermana de mi padre. Presté atención a su consejo. -Realmente más que un consejo había sido una orden. Ella había dicho que no importando lo demoníaco que fuera lo que hubiese planeado Taranis yo debía evitarlo. Cuando alguien tan poderoso como Andais dice que evites a alguien por miedo de lo que pudiera hacer, lo escucho. Yo no había sido tan arrogante como para creer que todo el objetivo de Taranis era simplemente lograr que yo le devolviera una llamada de espejo. Andais tampoco había creído que ese fuera su objetivo, pero ahora, hoy, yo comenzaba a preguntármelo. No podía pensar en nada que yo pudiera ofrecerle que hiciera que este enorme esfuerzo valiera la pena.
– Pero ahora, conforme a la ley humana, debes hablarme -dijo él.
Biggs dijo…
– La princesa estuvo de acuerdo con esta reunión de cortesía. No se la obliga a estar aquí.
Los ojos de Taranis ni siquiera se movieron para dirigirle una mirada al abogado.
– Pero estás aquí ahora, y eres más hermosa de lo que recordaba. He sido muy despreocupado en mis atenciones hacia ti, Meredith.
Me reí, y fue un sonido áspero.
– Oh, no, Tío Taranis, creo que has sido muy concienzudo en tus atenciones hacia mí. Casi más concienzudo de lo que mi cuerpo mortal podría soportar.
Doyle, Rhys, y Frost se tensaron contra mí. Yo sabía lo que querían decir con eso: ten cuidado, no reveles secretos de la corte delante de los humanos. Pero Taranis había comenzado, exponiéndonos frente a los humanos. Yo sólo seguía su ejemplo.
– ¿Nunca olvidarás un momento de tu infancia?
– Casi me matas a palos, Tío. Probablemente no lo olvidaré.
– No entendía lo frágil que era tu cuerpo, Meredith, o nunca te habría tocado así.
Veducci fue el que se recuperó primero, diciendo…
– ¿Está el Rey Taranis confesando que la golpeó cuando era una niña, Princesa?
Miré a mi tío, tan grande, tan imponente, tan regio en su ropa cortesana de oro y blanca.
– No lo está negando, ¿O sí, Tío Taranis?
– Por favor, Meredith, tío parece tan formal. -Su voz engatusaba. Dado que en ese momento Nelson comenzó a acercarse más al espejo, creo que el tono quería ser seductor.
– Él no lo niega -dijo Doyle.
– No te hablo a ti, Oscuridad -dijo Taranis, y su voz trató de tronar otra vez. Pero la seducción no había funcionado, por lo que la amenaza tampoco sirvió.
– Rey Taranis -dijo Biggs-, ¿Confiesa usted que golpeaba a mi cliente cuando era una niña?
Taranis finalmente se dio la vuelta, frunciendo el ceño. Biggs reaccionó como si el sol mismo se hubiera reído de él. Realmente tropezó en su discurso y pareció inseguro.
Taranis dijo…
– Lo que hice hace años no tiene la menor influencia en el delito que estos monstruos cometieron.
Veducci se giró hacia mí.
– ¿Cómo de fuerte la golpeó él, Princesa Meredith?
– Recuerdo cuán roja era mi sangre sobre el mármol blanco -dije. Miré a Veducci mientras hablaba, aunque podía sentir la magia de Taranis empujando hacia mí, llamándome para que lo mirara. Miré a Veducci porque podía, y porque sabía que eso acobardaría al rey-. Si Gran, mi abuela, no hubiera intervenido creo que él me habría matado a palos.
– Todavía guardas rencor, Meredith. Te pedí perdón por mis acciones ese día.
– Sí -dije, volviéndome hacia el espejo-. Me has pedido perdón recientemente por esa paliza.
Читать дальше