Margaret Weis - El templo de Istar

Здесь есть возможность читать онлайн «Margaret Weis - El templo de Istar» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El templo de Istar: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El templo de Istar»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El templo de Istar — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El templo de Istar», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Tika esbozó una triste sonrisa y Riverwind, que no había cesado de examinar intrigado su faz, enmudeció. Apuró su ya casi vacío plato y lo apartó, a la vez que declaraba:

—Sería para mí un gran placer prolongar mi visita, pero no puedo abandonar a mi pueblo durante mucho tiempo. Como sabes, mi misión es de la máxima importancia. ¿Dónde está Cara…?

—Voy a comprobar si te han preparado la alcoba —lo atajó la joven, levantándose de un modo tan precipitado que derramó parte de la bebida sobre la oscilante mesa—. He ordenado al enano gully que te haga la cama, y ya puedes imaginar lo que eso significa: lo más probable es que lo encuentre durmiendo como un tronco.

Se alejó presurosa pero, en lugar de subir la escalera en dirección a las habitaciones, salió al exterior por la puerta de la cocina. Se perdió su vista en la negrura y, sin cesar de sentir la caricia del fresco aire sobre sus febriles pómulos, suplicó en un siseo a los dioses:

—Por favor, haced que parta de inmediato.

2

Añoranzas

Quizá lo que más temía Tanis de su regreso a Solace era enfrentarse a la visión de «El Último Hogar». Allí había comenzado todo, el próximo agosto haría tres años. Allí, junto a Flint y Tasslehoff Burrfoot, el incansable kender, había entrado una noche para encontrarse con los viejos amigos. Allí su mundo se había vuelto del revés, sin que nunca más se enderezara tal como era en un principio.

Pero a medida que cabalgaba hacia la posada notó que sus temores se sosegaban. Tanto había cambiado que incluso le asaltó la sensación de dirigirse a un lugar ignoto, vacío de recuerdos. Se erguía el local en el suelo en lugar de ocultarse entre el ramaje del robusto vallenwood como antaño, y se atisbaban ciertas novedades, tales como algunas alcobas recientes, necesarias si se pretendía acomodar a los incontables viajeros, y una techumbre de diseño más actual. Además de los rasgos evocadores del pasado, se habían borrado de su estructura las cicatrices de la guerra.

En el mismo instante en que Tanis empezaba a relajarse, se abrió la puerta principal de la posada. Brotó la luz del interior, formando su haz un camino de bienvenida y el aroma de las patatas llegó a sus vías olfativas, transportado por la brisa y acompañado de risas estentóreas, multitudinarias. Los recuerdos renacieron como impulsados por un resorte y el semielfo, sobrecogido, inclinó la cabeza.

Mas, quizá por fortuna, no tuvo tiempo de hacer elucubraciones. Cuando él y su compañera se acercaron al albergue, el mozo de las cuadras corrió presto a sujetar las riendas de sus cabalgaduras.

—Forraje y agua —le especificó Tanis, deslizándose por la silla y arrojando una moneda al muchacho. Acto seguido se desperezó a fin de desentumecer sus contraídos músculos—. Di instrucciones anticipadas de que me preparaseis un caballo brioso y descansado. Me llamo Tanis, el Semielfo, y espero que mi emisario llegase oportunamente.

Los ojos del mozo casi se desorbitaron. Ya había observado la refulgente armadura y rica capa que portaba el desconocido, pero al oír su nombre su curiosidad fue reemplazada por la más viva veneración.

—S-sí, señor —tartamudeó, desconcertado de que tan noble héroe se dignase hablarle—. Recibimos vuestro mensaje y el animal está a punto. ¿Queréis que os lo traiga ahora mismo, s-señor?

—No —respondió Tanis con una sonrisa—. Aguarda unas dos horas, hasta que haya concluido mi cena.

—D-dos horas. Sí, señor. G-gracias, señor. —Meneando la cabeza de una manera monótona, como alelado, el muchacho asió las riendas que el semielfo trataba de embutir en sus manos insensibles y permaneció quieto, boquiabierto, olvidando su trabajo hasta que el impaciente equino lo despertó de una sacudida y casi lo tiró al suelo.

Una vez se hubo alejado el caballerizo con el agotado animal, Tanis se volvió para ayudar a desmontar a su acompañante.

—Debes ser de hierro —dijo ella tras poner el pie en el suelo—. ¿De verdad tienes intención de proseguir el viaje esta misma noche?

—Voy a hacerte una confesión: me crujen todos los huesos del cuerpo —comenzó a explicar el semielfo pero, sintiéndose incómodo de repente, se interrumpió. Era incapaz de conducirse con naturalidad en presencia de aquella mujer.

Vio que la luz de la posada bañaba sus rasgos femeninos, y leyó en ellos fatiga y pesar. Sus ojos parecían hundirse en unos pómulos huecos, cenicientos. También su paso, en consonancia con su demacrado aspecto, era vacilante, así que Tanis se apresuró a ofrecerle su brazo como apoyo. Ella lo aceptó, pero sólo un momento. Hizo acopio de voluntad y logró mantenerse firme, apartándolo con suavidad pero sin titubeos, antes de contemplar interesada su entorno.

El dolor mortificaba al semielfo al más mínimo movimiento, por lo que imaginó cómo debía sentirse una mujer tan poco acostumbrada a los esfuerzos físicos. No le quedó otro remedio que admirarla, ya que debía admitir que no había proferido la más leve queja durante su largo e inquietante periplo. Se había mantenido a su altura, sin rezagarse ni desobedecer sus órdenes por absurdas que, quizá, se le antojaran.

«¿Por qué entonces, se preguntó, no le inspiraba ningún sentimiento? ¿Qué dimanaba de su persona, tan desagradable, que le irritaba e incluso le producía cierto agobio?». Al escudriñar su rostro halló la respuesta. La única calidez que se perfilaba en sus rasgos era la que reflejaban las llamas del vecino establecimiento. Todo en ella respiraba frialdad, carencia de pasiones y de… ¿De qué? ¿Acaso de humanidad? Así se le había mostrado en el interminable y azaroso viaje, fríamente correcta, secamente agradecida y gélidamente distante. «Quizás incluso me habría enterrado con perfecto aplomo e impasibilidad», pensó pero, como si se amonestara a sí mismo por tan irreverente idea, posó la vista en el Medallón que ceñía su cuello: el Dragón de Platino de Paladine. Por simple asociación evocó las palabras de despedida de Elistan, que el clérigo susurró en su oído poco antes de su partida.

«Es conveniente que la escoltes, Tanis —le dijo el frágil anciano—. En muchos aspectos emprende una epopeya similar a la que realizaste tú años atrás, en busca del conocimiento de sí misma. No, tienes razón, ella ignora el auténtico motivo —le aclaró al constatar su expresión dubitativa—. Avanza con la mirada alzada hacia el cielo, no ha aprendido todavía que cuando uno olvida la senda bajo sus pies acaba por tropezar. Si no lo entiende a tiempo su caída será irreversible —añadió con una triste sonrisa, a la vez que mascullaba una plegaria—. Depositemos nuestra confianza en Paladine —concluyó».

Tanis frunció el ceño entonces y volvió a fruncirlo ahora, mientras recapacitaba sobre esta última frase. Aunque llegó a adquirir una sólida fe en las divinidades —más a través del amor y las creencias de Laurana que por ninguna otra razón— se sentía inseguro al poner su vida en sus manos y aquellos que, como Elistan, cargaban a los dioses con tan exhaustivo fardo tenían la virtud de impacientarle. «Dejemos que el hombre se responsabilice de vez en cuando de sus actos», meditó nervioso.

—¿Qué sucede, Tanis? —preguntó Crysania con su habitual frialdad.

No se había percatado de que durante todo este rato la había mirado sin verla, por eso le sobrevino un acceso de tos y tuvo que aclarar su garganta antes de apartar los ojos. Por fortuna, el mozo regresó en aquel preciso instante en busca del caballo de la mujer y ahorró al semielfo la necesidad de contestar. Se limitó a señalar la posada, y ambos se encaminaron a ella.

—A decir verdad —comentó Tanis cuando el silencio se tornó tenso—, me gustaría pernoctar aquí y departir con mis amigos. Pero he de estar en Qualinesti pasado mañana, y sólo una cabalgada ininterrumpida me permitirá llegar a tiempo. Mis relaciones con mi cuñado no son tan íntimas que me permitan perderme el funeral de Solostaran, se lo tomaría como una ofensa. —Sonrió de un modo enigmático, y apostilló—: Una ofensa personal y política, supongo que me comprendes.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El templo de Istar»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El templo de Istar» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Margaret Weis - Die Brüder
Margaret Weis
Margaret Weis - Drachenzauber
Margaret Weis
Margaret Weis - Drachenjäger
Margaret Weis
Margaret Weis - Ámbar y Sangre
Margaret Weis
Margaret Weis - La Torre de Wayreth
Margaret Weis
Margaret Weis - The Magic of Krynn
Margaret Weis
Margaret Weis - The reign of Istar
Margaret Weis
Margaret Weis - The War of the Lance
Margaret Weis
Отзывы о книге «El templo de Istar»

Обсуждение, отзывы о книге «El templo de Istar» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x