Robert Jordan - Encrucijada en el crepúsculo

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Encrucijada en el crepúsculo: краткое содержание, описание и аннотация

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Mat Cauthon huye con la hija de las Nueve Lunas mientras la Sombra y el imperio seanchan emprenden una persecución implacable. Por su parte, las Aes Sedai sienten un inmenso flujo de Poder en un lejano paraje del oeste y temen que sea obra de los Renegados o incluso de la propia Sombra.
La heredera del Trono de Andor, rodeada de enemigos y de amigos siniestros que planean su destrucción, puede caer en manos de la Sombra y arrastrar consigo al Dragón Renacido, y Egwene al’Vere pone sitio al centro de poder Aes Sedai, pero ha de vencer con rapidez para evitar que los Asha’man sean los únicos capaces de defender el mundo del Oscuro.
Tras limpiar la mitad masculina de la Fuente Verdadera, Rand al’Thor se ve obligado a correr grandes riesgos sin saber con certeza quiénes son sus aliados y quiénes son sus enemigos.

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Había confiado en que la velocidad con la que se movían impediría que Masema enviara grupos en incursiones para saquear. Eso es lo que eran, como los Shaido, si no peores. Ofrecían a la gente una oportunidad de jurar lealtad al Dragón Renacido y a los que se negaban, a veces incluso a los que vacilaban simplemente, los mataban a fuego y acero. En cualquier caso, tanto si partían para seguir a Masema como si no, los que juraban tenían que hacer generosos donativos para apoyar la causa del Profeta, mientras que los que morían eran simplemente Amigos Siniestros y se confiscaban sus bienes. Según la ley de Masema, los ladrones perdían una mano, pero nada de lo que hacían sus saqueadores era un robo, según él. Conforme a sus leyes, el asesinato y un montón más de delitos merecían la horca, pero un número considerable de sus seguidores parecía preferir matar que recibir juramentos. De ese modo había más saqueo y para algunos de ellos el asesinato resultaba un entretenido pasatiempo al que jugar antes de comer.

—Diles que se mantengan alejados de esos altaraneses —prosiguió Perrin—. Las filas de Masema acogen a todo tipo de gente, y aun en el caso de que les estén entrando dudas, no tardarán mucho en apestar a fanatismo como los demás. Entonces no vacilarían en destripar a un vecino, cuanto menos a alguien que ha preguntado lo que no debía. Lo que quiero saber es qué hace Masema, qué está planeando.

Que ese hombre tramaba algo parecía evidente. Masema afirmaba que era blasfemia tocar el Poder Único, con excepción de Rand, y que lo único que deseaba era reunirse con él en el este. Como siempre, pensar en Rand vino acompañado de un torbellino de colores, aunque esta vez más vívidos que de costumbre; no obstante, la ira los evaporó en la mente de Perrin. Blasfemia o no, Masema había aceptado Viajar, que no sólo implicaba encauzar, sino hombres encauzando. Y, dijera lo que dijera, lo había hecho para permanecer en el oeste todo el tiempo posible, no por ayudar a rescatar a Faile. Perrin solía confiar en la gente hasta que demostraba que no era merecedora de ello, pero nada más percibir el efluvio de Masema se había dado cuenta de que ese hombre estaba tan desquiciado como un perro rabioso, y era aún menos de fiar.

Había pensado cómo frenar ese ardid, fuera lo que fuese. Y cómo frenar las matanzas y los incendios. Masema contaba con diez o doce mil hombres, tal vez más —el tipo no era nada comunicativo respecto a eso, y la forma que tenían de acampar, en un desperdigado desorden, hacía imposible contarlos—, mientras que los que seguían a Perrin eran menos de una cuarta parte, varios cientos de ellos conductores de carretas, mozos y otros que serían más un estorbo que una ayuda a la hora de luchar; no obstante, con tres Aes Sedai y dos Asha’man , por no mencionar a seis Sabias Aiel, podría parar a Masema. Las Sabias y las dos Aes Sedai estarían ansiosas de tomar parte en ello. O más que simplemente bien dispuestas, como mínimo. Querían muerto a Masema. No obstante, dispersar el ejército de Masema haría surgir cientos de bandas más pequeñas que se desperdigarían por Altara y más allá, todavía saqueando y matando para sí mismos en lugar de hacerlo en nombre del Dragón Renacido. «Desbaratar a los Shaido tendrá el mismo resultado», pensó, y apartó la idea de su mente. Frenar a Masema llevaría un tiempo que él no tenía. Lo de ese hombre tendría que esperar hasta que Faile estuviera a salvo. Hasta que los Shaido acabaran reducidos a astillas.

—¿Qué es eso tercero que has sabido esta noche, Selande? —inquirió bruscamente. Para su sorpresa, el olor a preocupación en la mujer se incrementó.

—Haviar vio a alguien —respondió lentamente—. No me lo dijo al principio. —Su voz se endureció un momento—. Tomé las medidas oportunas para que eso no vuelva a ocurrir. —Respiró hondo, dando la impresión de que se debatía consigo misma, y después soltó de corrido—: Masuri Sedai ha visitado a Mase… al Profeta. Es verdad, milord, ¡creedme! Haviar la ha visto en más de una ocasión. Entra subrepticiamente en el campamento, encapuchada, y se marcha del mismo modo, pero vio su cara claramente dos veces. En ambas ocasiones la acompañaba un hombre, y a veces otra mujer. Haviar no ha visto al hombre con bastante claridad para estar seguro, pero la descripción encaja con Rovair, el Guardián de Masuri, y Haviar no tiene la menor duda de que la otra mujer es Annoura Sedai.

Enmudeció de golpe y sus ojos brillaron sombríos a la luz de la luna, prendidos en él. Luz, ¡estaba más preocupada por cómo se lo tomaría él que por lo que aquello implicaba! Se obligó a aflojar los puños. Masema despreciaba a las Aes Sedai tanto como a los Amigos Siniestros; casi las consideraba como tal. ¿Por qué iba a recibir a dos hermanas? ¿Por qué iban a acudir ellas a Masema? La opinión de Annoura sobre Masema quedaba oculta tras el misterio y tras comentarios de doble sentido que podían significar cualquier cosa, pero Masuri había manifestado sin tapujos que había que acabar con Masema como con un perro rabioso.

—Asegúrate de que Haviar y Nerion estén pendientes de la aparición de las hermanas y a ver si pueden escuchar a escondidas en uno de sus encuentros con Masema. —¿Podría estar equivocado Haviar? No, en el campamento de Masema había pocas mujeres, relativamente hablando, y era inverosímil que el teariano confundiera a Masuri con una de esas viejas brujas sucias de mirada asesina. Por lo general, la clase de mujer que seguía a Masema hacía que los hombres parecieran gitanos en comparación—. Pero diles que tengan cuidado. Más vale dejar pasar la oportunidad a que los pillen. No servirán de mucho a nadie colgados de un árbol. —Perrin sabía que sus palabras sonaban bruscas e intentó suavizar el tono de voz. Eso le costaba más desde el rapto de Faile—. Lo habéis hecho bien, Selande. —Al menos no parecía que le estuviera gritando—. Tú, Haviar y Nerion. Faile se sentiría orgullosa si lo supiera.

Una sonrisa iluminó la cara de la mujer, que se irguió un poco más si tal cosa era posible. ¡El orgullo, limpio e intenso, el orgullo del logro, arrolló casi todos los demás olores de su efluvio!

—Gracias, milord. ¡Gracias!

Cualquiera habría pensado que le había dado un galardón. Quizá sí, pensándolo bien. Aunque pensándolo bien quizás a Faile no le hiciera gracia que estuviera utilizando a sus informadores o siquiera que supiera que existían. En su día, la idea de que Faile estuviera contrariada le habría causado intranquilidad, pero eso era antes de haberse enterado de lo de sus espías. Y de ese asuntillo de la Corona Rota que se le había escapado a Elyas. ¡Todo el mundo decía que las esposas guardaban bien sus secretos, pero había límites!

Mientras se ajustaba la capa sobre los estrechos hombros con una mano, Balwer se llevó la otra a la boca y tosió.

—Bien dicho, milord. Muy bien dicho. Milady, sin duda querréis transmitir las instrucciones de lord Perrin lo antes posible. No tendría sentido dejar que un malentendido lo echara todo a perder.

Selande asintió con la cabeza sin apartar la vista de Perrin. Abrió la boca y Perrin tuvo la certeza de que se proponía decir algo como que esperaba que encontrara agua y sombra. ¡Luz, el agua era algo que tenían de sobra, aunque fuera congelada en su mayor parte, y en esa época del año nadie necesitaba sombra ni en pleno mediodía! Seguramente era lo que iba a decir, porque vaciló antes de manifestar:

—Que la Gracia os sea propicia, milord. Si se me permite el atrevimiento, la Gracia le ha sido propicia a lady Faile con vos.

Perrin inclinó la cabeza dándole las gracias. En su boca había un regusto a ceniza. La Gracia tenía una forma curiosa de serle propicia a Faile, dándole un esposo que todavía no la había encontrado después de más de dos semanas de búsqueda. Las Doncellas afirmaban que se la había hecho gai’shain , que no se la trataría mal, pero tenían que admitir que esos Shaido ya habían roto sus costumbres de cien formas distintas. En su opinión, que lo raptaran a uno era maltrato de sobra. Cenizas muy amargas.

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