Juan Aguilera - Rihla

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En el año 890 de la Jégira, Lisán al-Aysar, erudito árabe del reino de Granada, convencido de la existencia de un mundo más allá del océano, se embarca en una gran expedición. En esta rilha le acompañarán aventureros árabes, corsarios turcos, caballeros sarracenos, un hechicero mameluco y un piloto vizcaíno, renegado y borracho. Descubrirán una tierra lujuriosamente fértil y deberán enfrentarse a sus extraños pobladores: hombres-jaguar, guerras floridas y sacrificios humanos. El viaje llevará a Lisán a alcanzar una nueva sabiduría, conocer la magia, recuperar el motor y vivir una gran aventura. Una original novela que nos sumerge en una emocionante y exótica aventura y nos invita a reflexionar sobre las culturas ajenas y la propia, del pasado y del presente.

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– Que fue lo que tú hiciste…

– Exactamente. Como muchos otros antes de mí. A lo largo de las generaciones hemos ido aprendiendo a utilizar limitadamente el chu'lel . Lo malo es que sólo conocemos unas pocas combinaciones, pero con una máquina como ésta será posible descifrar otros muchos códigos y conseguir un poder similar a los ÿinn.

– ¿Es eso lo que estabas buscando, convertirte en un ÿinn ?

Baba le dirigió una mirada sombría y dijo:

– Tienes demasiada prisa por entenderlo todo, faquih . Se entra paso a paso en la oscuridad. Un pie primero y luego el otro…

Señaló el aparato que Lisán había montado. Seguía girando lentamente y sobre él continuaba desarrollándose la danza de lucecitas.

– Eso es un calendario. ¿Puedes marcar en él una fecha? -preguntó.

– Sí. Creo que sí.

– Hace dos años, cuando llegamos a estas tierras…

Lisán sujetó los dos discos con las manos y los obligó a situarse en la posición que Baba le había pedido. Los trazos de los cometas desaparecieron en la neblina y la esfera giró a toda velocidad. Cuando el andalusí liberó de nuevo los discos, los cometas reaparecieron y vio que uno de ellos estaba muy cerca de la bola azul.

– Ése es el cometa que vimos en el cielo mientras nos dirigíamos hacia aquí -señaló Baba-. Ahora, adelanta el calendario hasta la fecha actual.

Lisán así lo hizo. El cometa se movió alejándose de la esfera azul mientras trazaba una delicada elipse. Alcanzó el apogeo y regresó hacia ella. Pero esta vez su línea brillante no pasó junto a la Tierra, sino que chocó contra ésta.

– Ahí lo tienes -dijo Baba.

El andalusí tragó saliva. Sentía la garganta seca. Si lo que estaba viendo era información extraída directamente del chu'lel , si aquello era real, el cometa regresaría y se precipitaría sobre ellos. Recordó la amenaza de Sapas y el fin del mayor imperio de la Antigüedad…

– ¿Piensas que los ÿinn… ?

– Hace miles de años estuvieron a punto de destruirnos y lo van a intentar de nuevo ahora. Aquel que capturé me lo anunció. Su victoria final sobre nosotros, aliados con los demonios del hielo, va a producirse aquí, en Tenochtitlán. La ciudad de los mexica es un nudo en las corrientes del chu'lel , y la sangre de miles de hombres sacrificados hará que esa montaña de hielo caiga y destruya el mundo de los hombres.

Lisán iba a seguir preguntando, pero una gran algarabía se oyó de repente en el exterior, interrumpiéndolos. Se puso en pie y caminó unos pasos hacia la puerta. Pero se detuvo, confuso, y se volvió hacia el mago, que seguía en la misma posición.

– ¿Qué está pasando ahí fuera?

Baba se agachó y recogió los dos discos. La imagen sobre ellos desapareció al instante. Los guardó entre los pliegues de su ropa.

– Los mexica. Ésta es su última embajada. La guerra va a empezar ya.

4

Los cacalpixque caminaban entre las chozas haciendo sonar sus caracolas de batalla y lanzando aullidos que imitaban la voz de los jaguares.

– ¡Escuchad, guerreros itzá ! ¡Escuchad lo que venimos a advertiros, hombres bravos de Uucil Abnal! -gritaban-. Vosotros sois los que vais a recibir los golpes, vosotros sois los que vais a sufrir las heridas y todo el esfuerzo de la guerra. Vosotros y nadie más. Éstas son las palabras rituales, éste es nuestro último aviso. Escuchadlo…

Lisán contempló aquel extraño cortejo desde la puerta de su vivienda. Los esclavos de los embajadores mexica repartían regalos entre los ciudadanos de Uucil Abnal. Pequeños escudos, macanas, petos de algodón prensado y adornos de plumas. Pensó que aquello se parecía más a una boda andalusí, con los padrinos repartiendo presentes entre los invitados, que a una declaración de guerra. Pero eso es lo que era exactamente. El tiempo se había terminado.

– Queda fijado el tercero y último plazo de veinte días -dijo el cacalpixque -. Si persistís en vuestra negativa a aceptar la amistad de la Triple Alianza, nuestros ejércitos devastarán toda la provincia, los prisioneros serán sometidos a la esclavitud, y vuestra ciudad, reducida a cenizas.

Los mexica se marcharon y la ciudad volvió a quedar en silencio.

Lisán vio a Baba salir de su choza y caminar hacia el bosque. Corrió tras él.

– ¡Espera! -le gritó.

Llegó a su altura y lo sujetó por el brazo.

– Espera, no hemos terminado.

– De momento sí.

– No, creo que no.

Baba se volvió hacia él y dijo lentamente:

– Me has ayudado, faquih , y te lo agradezco, pero la verdadera batalla no va a suceder hasta que lleguemos a Tenochtitlán. Mantente con vida hasta entonces y nos volveremos a encontrar.

Pero Lisán no lo soltó.

– Espera, no puedes irte ahora. Esta gente te necesita… Necesitamos del poder y de la ciencia del disco de los ÿinns para vencer a los mexica .

Baba sonrió.

– ¿Ya te incluyes entre ellos?

– Debes ayudarnos.

– Esta guerra no tiene ningún interés para mí y no puedo arriesgarme. Nuestro destino está en Tenochtitlán. Entonces volveremos a vernos, faquih.

Se liberó de la presa del andalusí y desapareció de inmediato entre los árboles.

Lisán meditó durante horas sobre cada detalle descrito por el mago. ¿Cuánto era verdad y cuánto más mentiras? Él no tenía forma de saberlo. Desconcertado, acudió a la Gran Ceiba e intentó ver de nuevo al Uija-tao para preguntarle, pero uno de sus sacerdotes le impidió el paso.

– Está muy enfermo -le dijo-. Es imposible que pueda recibirte.

– Debo verlo ahora -insistió-. Es muy importante.

Ma'. Lo siento. No puedo dejarte pasar.

Pero otro sacerdote descendió del gran árbol y habló en susurros con el que estaba frente a Lisán. Con una expresión que el andalusí interpretó como de fastidio, el primero se hizo a un lado y dijo:

– Beey. Al parecer el Uija-tao también desea verte a ti. Puedes seguir a mi compañero si te place.

Lisán llegó a lo alto de la Ceiba y entró en la choza del adivino. Se sentó a su lado, sobre una estera de algodón, escuchando el silencio entrecortado de su respiración, que ya era apenas un silbido. La pálida luz de la luna iluminaba la piel cubierta de arrugas del anciano tendido frente a él y le daba un aspecto estremecedor. Su cuerpo material era una cáscara casi sin vida, como la imagen reseca de Ah Puch, el dios de la muerte.

– Estás ahí -dijo el anciano con un hilillo de voz.

Lisán apenas lo había visto mover los labios.

– Acércate -susurró de nuevo aquella voz mortecina.

Lisán se inclinó sobre él y acercó el oído a su boca.

– Me apago -dijo-. Mi alma desea retornar al chu'lel , disolverse apaciblemente en él, pero debo permanecer aquí. Mi misión no ha terminado y tenemos que volver a vernos…

Con un gran esfuerzo se sacó del cuello el cordel que sujetaba la bolsita de cuero y se la entregó al andalusí. Luego alzó una mano temblorosa y señaló el cajón de madera donde estaba guardada la pipa. Lisán la encontró, en su funda de piel de serpiente.

– Llévala contigo. Sé que hoy te ha ayudado, y puede volver a hacerlo en el futuro. Llévala siempre a tu lado.

Lisán le ató una cuerda y la colgó a su espalda. A continuación volvió a sentarse y le contó al anciano su conversación con Baba.

– Recuerda lo que viste en el fondo del cenote -dijo el anciano-. Recuerda que lo que habitualmente ven tus ojos es sólo una parte de la realidad. Lo que él te ha contado es por lo tanto un pequeño fragmento de algo mucho mayor. Y muy por encima, con una complejidad suprema, el Gran Todo tiene las respuestas… Mi Dios Único y tu Dios Único quizá son el mismo Dios después de todo. Algún día saldremos de este ciclo y lo averiguaremos…

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