Sally se dio cuenta de que todos la miraban asombrados. Entonces Frederick sonrió y la muchacha sintió que se ruborizaba de vergüenza. Miró al suelo, confundida.
– ¡Lo siento! No pretendía daros órdenes… Pensé… No sé lo que pensé. Lo siento.
– ¡No digas tonterías! ¡Eso es lo que queremos! -dijo Frederick-. Necesitamos un jefe. Y ya lo tenemos.
– Voy a empezar ahora mismo -dijo Trembler, levantándose de la mesa.
– Y yo limpiaré los platos -dijo Frederick-. Aunque sólo por esta vez.
Los recogió y se fue.
Rosa dijo:
– ¿Sabes?, eres como dos personas muy diferentes.
– ¿De verdad?
– Cuando te haces cargo de algo eres muy contundente…
– ¿Yo?
– Y cuando no, eres tan tranquila que nadie diría que estás ahí.
– ¡Qué horrible! ¿Soy muy mandona? No pretendo serlo.
– No, no es eso lo que quiero decir. Ni de lejos. Lo que pasa es que parece que sepas justo lo que se debe hacer, mientras que Fred y yo no tenemos ni idea… Es fantástico.
– Rosa, ¡sé tan poco! No sé ni cómo hablar a la gente. Pero lo que sí sé… No sé cómo explicarlo. No es el tipo de cosas que las chicas saben. Me encanta hacer esto, no puedes imaginarte lo mucho que me gusta, pero no es… Es que me siento culpable. Como si tuviera que ser normal y saber coser y todas esas cosas.
Rosa se echó a reír. Estaba magnífica; los rayos de sol parecía que se estrellaran sobre su pelo como las olas contra una roca, desmenuzándose de golpe en miles de brillantes gotitas suspendidas en el aire.
– ¿Normal dices? -exclamó Rosa-. ¿Y qué crees que soy yo? Una actriz…, ¡algo no mucho mejor que una mujer de la vida! Mis padres me echaron de casa precisamente por eso, porque quería ser actriz. Y nunca he sido tan feliz…, igual que tú.
– ¿Te echaron de casa? ¿Y qué es lo que pasó con Frederick y tu tío?
– Fred tuvo una gran pelea con nuestros padres. Querían que él fuera a la universidad y todo eso. Mi padre es obispo. Fue espantoso. Y el tío Webster es una especie de viejo rebelde… A él no le tienen en cuenta, aunque no le importa ni lo más mínimo. Fred ha estado trabajando con él durante tres años. Es un genio. Los dos son genios. Sally, ¿alguna vez has hecho algo malo?
Sally parpadeó.
– Me parece que no.
– Entonces no te sientas culpable, ¿de acuerdo?
– De acuerdo… Tienes razón. ¡No lo haré!
– Si eres buena en algo, tienes que dedicarte a ello.
– ¡De acuerdo!
Rosa se puso en pie de un salto.
– Vamos a ordenar todo lo que nos servirá de accesorios. No les he echado un vistazo desde hace mucho tiempo…
Trabajaron durante todo la mañana; y Trembler, animado por el entusiasmo general, vendió un estereoscopio a un cliente que sólo había entrado para concertar cita para un retrato de medio cuerpo. Finalmente, a las doce, llegó el reverendo Bedwell.
Sally estaba detrás del mostrador en ese momento, escribiendo cartas de aviso para la gente que les debía dinero. Levantó la vista y vio la figura corpulenta del sacerdote de St. John; al principio no le reconoció, ya que llevaba un viejo abrigo de tweed y unos pantalones de pana, y se había quitado el alzacuello blanco. De hecho, no llevaba ni cuello, ni se había afeitado; su aspecto se había transformado de tal manera que más que un sacerdote apacible parecía un malvado rufián, y Sally estuvo a punto de pedirle que actuara en una función estereoscópica.
– Perdone -dijo el reverendo-. Ya sé que no es la ropa más adecuada para hacer una visita. Tengo mi hábito en un armario, en la consigna de Paddington. Sólo espero que pueda encontrar un compartimiento a la vuelta… No puedo presentarme en la parroquia vestido así.
Rosa entró y Sally los presentó, y de inmediato le invitó a almorzar. Bedwell la miró un instante y aceptó enseguida. Pronto estuvieron sentados a la mesa y, mientras comían el pan con queso y la sopa que Rosa había preparado, les explicó lo que había planeado.
– Cogeré un taxi hasta el Muelle del Ahorcado y le sacaré de esa pensión aunque sea a rastras. No se resistirá, pero puede que la señora Holland sí… De todas formas, lo traeré aquí, si me lo permiten, para que la señorita Lockhart pueda enterarse de lo que mi hermano tiene que contarle. Luego nos iremos a Oxford.
– Vendré con usted -dijo Sally.
– No, no vendrá -dijo él-. Mi hermano está en peligro y también lo estaría usted si estuviese cerca de esa mujer.
– Vendré yo -se ofreció Frederick.
– Magnífico. ¿Ha boxeado alguna vez?
– No, pero solía practicar esgrima en el colegio. ¿Cree que habrá pelea?
– Por eso me he vestido así. Es un poco embarazoso empezar a arrear puñetazos vestido de sacerdote. Aunque la verdad es que no sé lo que puede pasar.
– Tenemos un alfanje en el despacho del tío Webster -dijo Rosa-. ¿Queréis cogerlo? Y a lo mejor debería maquillarte de pirata, Fred, con un parche en un ojo, bigotes negros, espesos… y entonces ya estaríais preparados para estereografiaros juntos.
– Iré tal cual -dijo Frederick-. Si quiero bigote, dejaré que me crezca.
– ¿Su hermano es totalmente idéntico a usted? -preguntó Rosa-. Es que he conocido a algunos gemelos que decían que eran idénticos, pero al final no se parecían tanto.
– Absolutamente iguales, señorita Garland. Aparte del opio; ¿y quién sabe? Si hubiese sido tentado de la misma manera que él, a mí también me hubiese podido suceder lo mismo. Pero… ¿qué hora es? Tendríamos que irnos. Gracias por la comida. Estaremos de vuelta… ¡dentro de un rato! Se fue con Frederick, y Rosa se quedó sentada, pensativa, durante unos instantes.
– Gemelos idénticos -dijo ella-. ¡Qué oportunidad!… ¡Cielo santo! ¡Qué tarde es! No llegaré a tiempo… El señor Toole se pondrá furioso…
El señor Toole era el actor director con el que estaba ensayando y al parecer era muy estricto con la puntualidad y con todo tipo de normas. Se echó la capa por encima y se fue rápidamente.
Trembler volvió al patio y Sally se quedó sola. La casa estaba ahora vacía y tranquila.
El reverendo Bedwell se había dejado el periódico y Sally lo cogió para mirar anuncios. La Compañía Estereográfica de Londres había puesto a la venta nuevos retratos del señor Stanley, el famoso explorador, y el último retrato del doctor Livingstone. Su oferta incluía fotografías sobre más temas, pero no habían pensado en escenas dramáticas o historias explicadas en fotografías. Tendrían el mercado para ellos solos.
Entonces su mirada se detuvo en un pequeño anuncio en la sección de anuncios particulares.
DESAPARECIDA. Desaparecida, desde el martes, 29 de octubre, una JOVEN de 16 años; delgada, de pelo rubio y ojos marrones; llevaba un vestido negro de muselina y una capa negra, o un vestido verde obscuro holandés, y zapatos con hebillas de latón. Se llevó una maleta pequeña de piel negra, con las iniciales V. L. Les agradeceremos cualquier información que puedan aportar. Referencia: Sr. Temple, de Temple & King, Lincoln's Inn.
De repente, Sally sintió un escalofrío, como si todos los habitantes de Londres la estuvieran buscando. ¡Tendría que cambiar de ropa! Y no salir mucho de casa, aunque no iba a poder esconderse para siempre; seguramente, Londres era lo suficientemente grande para pasar desapercibida…
El problema era que ella no sabía hasta qué punto se podía fiar del señor Temple. Parecía un buen hombre y la verdad es que su padre había confiado plenamente en él, excepto en lo de las diez mil libras que faltaban (¿dónde diablos podrían estar?); pero eso no era suficiente para que ella también lo hiciera.
El abogado ya debía de haber averiguado que se había marchado de la casa de la señora Rees; quizá la preocupación del abogado por ella lo había llevado incluso a pedir su tutela en el tribunal de menores… ¿Y eso qué implicaría? Que tendría aún menos libertad que antes.
Читать дальше