Carl Sagan - Contacto

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Contacto: краткое содержание, описание и аннотация

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La novela trata sobre lo que podría ser el contacto con una cultura extraterrestre inteligente, sobre cómo se vería afectada la especie humana al conocer que no estamos solos en el universo, lo que sería un gran cambio en la historia de la humanidad. La protagonista, Eleanor
Arrowayw, dirige el proyecto Argus del SETI, dedicado a captar emisiones de radio provenientes del espacio.
Un día, sus radiotelescopios captan una señal compuesta por una serie de números primos, lo que se considera evidencia de una inteligencia extraterrestre. La señal, además, contiene instrucciones para construir una compleja máquina. Una vez construida, cinco tripulantes, incluida la propia Ellie, son transportados a través de varios agujeros de gusano (ellos creen que es por medio de agujeros negros) a un punto en el centro de la Vía Láctea, específicamente en la constelación de Lyra y en Vega donde se reúnen con extraterrestres que adoptan la forma de un ser querido para cada uno de ellos.
Al volver a la Tierra, descubren que su viaje apenas ha durado veinte minutos de tiempo real, y que no quedan pruebas grabadas, por lo que son acusados de fraude y sometidos a frecuentes interrogatorios.
En una especie de epílogo, Ellie actuando según una sugerencia de los emisores de la señal, trabaja en un programa para encontrar patrones ocultos en los decimales del número pi. Finalmente encuentra oculto en la representacion en base 11 un patrón especial en el que los números dejan de variar de forma aleatoria y comienzan a aparecer unos y ceros en una secuencia. La única forma de ocultar semejante mensaje en pi es que el propio creador del universo lo hubiera hecho. Por lo que Ellie empieza una nueva búsqueda análoga al SETI en el aparente ruido de los números irracionales. Esta parte de la trama fue completamente omitida en el film realizado sobre la novela.

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Ellie tomó los microcasetes de vídeo con sus precisos rótulos: «Sistema de Anillos de Vega», por ejemplo: «Sistema quíntuple», «Paisaje Estelar en el Centro de la Galaxia», y otro caratulado «Playa». Cuando intentó hacerlos funcionar, comprobó que no pasaba nada, que estaban en blanco. No sabía qué podía haber ocurrido. Antes del viaje, había aprendido a manejar la microcámara, e inclusive la había probado varias veces. Mayor fue su consternación cuando le anunciaron que también habían fallado los instrumentos que llevaron sus compañeros. Peter Valerian quería creerle, lo mismo que Der Heer, pero les costaba mucho, por más voluntad que pusieran. La versión que exponían los Cinco era un poco… insólita, y carecía hasta de la más mínima prueba física. Además, era imposible que hubieran experimentado tantas cosas en apenas veinte minutos que dejaron de verlos.

No era ésa la recepción que había imaginado; sin embargo, tenía confianza en que todo habría de solucionarse. Por el momento, le bastaba con reconstruir mentalmente la vivencia y anotarlo todo con lujo de detalles ya que no quería olvidarse de nada.

A pesar de que un frente de aire extremadamente frío avanzaba desde Kamchatka, hacía un calor inusitado ese primer día del año cuando aterrizaron en el Aeropuerto Internacional de Sapporo varios vuelos no programados. En una nave que llevaba la inscripción «Estados Unidos de Norteamérica» arribó Michael Kitz, nuevo secretario de Defensa, junto con un grupo de expertos reunidos apresuradamente. Washington confirmó su presencia sólo cuando la noticia estaba por darse a publicidad en Hokkaido.

La breve nota periodística consignaba que se trataba de una visita de rutina, que no había crisis ni peligro alguno y que «nada extraordinario se había comunicado en el Centro de Integración de Sistemas, situado al norte de Sapporo». En un vuelo nocturno procedente de Moscú, llegaron entre otros, Stefan Baruda y Timofei Gotsridze. Sin lugar a dudas, a ninguno de los dos grupos les entusiasmaba la idea de pasar las vacaciones de Año Nuevo lejos de sus familias. Sin embargo el tiempo que reinaba en Hokkaido les resultó una grata sorpresa; tanto calor hacía que las esculturas de Sapporo se derritieran, y el dodecaedro de hielo se había convertido en un pequeño glaciar informe; el agua chorreaba por las superficies redondeadas, que antes fueran las aristas de los planos pentagonales.

Dos días más tarde sobrevino una intensa tormenta invernal, por cuyo motivo quedó interrumpido el tránsito hacia la planta industrial de la Máquina, incluso en vehículos con tracción en las cuatro ruedas. Se cortaron algunos enlaces de radio y televisión; al parecer, se derrumbó una torre relevadora de microondas. Durante la mayor parte de los nuevos interrogatorios la única comunicación con el mundo exterior fue el teléfono.

También podría serlo el dodecaedro, pensó Ellie, con grandes deseos de subir subrepticiamente de nuevo allí y poner en marcha los benzels. Pese a que le tentaba la fantasía, sabía que no había forma de determinar si la Máquina podría volver a funcionar, al menos desde el extremo terrestre del túnel. Él le había anticipado que no. Ellie se permitió volver a pensar en la playa… y en su padre. Cualquiera que fuese el resultado, una profunda herida que llevaba en su interior se había curado; tanto, que hasta le parecía sentir que el tejido se cicatrizaba. Había sido la psicoterapia más costosa del mundo, y eso ya es mucho decir, reflexionó.

A Xi y Sukhavati los interrogaron representantes de sus propios países. Si bien Nigeria no había desempeñado un papel importante en la recepción del Mensaje ni en la fabricación de la Máquina, Eda accedió a conversar largo y tendido con funcionarios nigerianos. Sin embargo, fue una indagación superficial comparada con el interrogatorio a que los sometieron los directivos del proyecto. Vaygay y Ellie debieron soportar sesiones mucho más minuciosas, dirigidas por equipos de alto nivel traídos expresamente de los Estados Unidos y la Unión Soviética. Al principio, en estos interrogatorios se excluía a personas de otra nacionalidad, pero luego, al canalizarse muchas quejas por medio del Consorcio Mundial para la Máquina, los Estados Unidos y la Unión Soviética accedieron a internacionalizar una vez más las sesiones.

Kitz fue el encargado de interrogar a Ellie, y teniendo en cuenta la poca anticipación con que se lo habrían notificado, llamaba la atención lo bien preparado que se presentó.

Valerian y Der Heer procuraban interceder por ella de vez en cuando, pero el espectáculo lo dirigía Kitz.

Kitz dijo que tomaba su relato con una actitud escéptica pero constructiva, según la más acendrada tradición científica. Confiaba en que ella no confundiría la franqueza de sus preguntas con ninguna animadversión personal puesto que sólo sentía por ella el mayor de los respetos. Por su parte, prometía no dejarse influir por el hecho de haberse opuesto al Proyecto de la Máquina desde el primer momento. Ellie decidió no hacer comentario alguno sobre tan patético engaño, y pasó a narrar su historia.

Al principio la escuchó con atención, le pidió que aclarara ciertos detalles y se disculpó cada vez que la interrumpía. Al segundo día, sin embargo, ya no hubo tales cortesías.

— De modo que el nigeriano recibe la visita de su esposa, la india de su marido muerto, el ruso de su simpática nietecita, el chino de un tirano mongol…

— Tsin no fue un tirano mongol…

— …y usted, por Dios, se reencuentra con su querido padre muerto, quien le comunica que él y sus amigos han estado trabajando en la reconstrucción del universo. Pero por favor… «Padre nuestro que estás en los cielos…» Eso es religión pura, antropología pura.

Sigmund Freud puro. ¿Acaso no lo ve? No sólo afirma que su padre resucitó de entre los muertos, sino que pretende hacernos creer que también creó el universo…

— Usted distorsiona lo que…

— Vamos, Arroway. No nos tome por ignorantes. ¿No nos presenta la más mínima prueba y nos quiere convencer de la mayor farsa de la historia? Siendo tan inteligente, ¿cómo pudo pensar que íbamos a tragarnos este cuento?

Ellie protestó, Valerian también lo hizo, aduciendo que con esa clase de preguntas sólo se lograría perder el tiempo. En esos momentos se estaba examinando la Máquina, y por los resultados del examen se podría comprobar la veracidad del relato. Kitz convino en que sería importante contar con la prueba pericial. Sin embargo, la versión que planteaba Arroway contenía ciertas pautas para comprender lo que había ocurrido.

— El hecho de reunirse con su padre es, de por sí, muy sugestivo, doctora, porque usted se crió en la tradición judeocristiana. De los Cinco, es la única perteneciente a esa cultura, y la única que se encuentra con el padre. Su historia es demasiado inaudita y carente de imaginación.

El clima era peor de lo que supuso, y le provocó un instante de pánico epistemológico, como cuando no encontramos el auto en el sitio donde lo dejamos estacionado, o la puerta que cerramos con llave la noche anterior se halla entornada a la mañana siguiente.

— ¿Supone que todo esto lo inventamos?

— Mire, doctora. De joven, yo trabajaba en la Fiscalía del condado de Cook, y cuando había que procesar a algún sospechoso, nos formulábamos tres preguntas: — Fue marcándolas con los dedos —. Esa persona, ¿tuvo la oportunidad? ¿Tuvo los medios?

¿Tenía motivaciones?

— ¿Para hacer qué?

Kitz lanzó una mirada de hastío.

— Sin embargo, nuestros relojes confirman que estuvimos ausentes más de veinticuatro horas.

— ¡Cómo pude haber sido tan estúpido! — exclamó Kitz, dándose una palmada en la frente —. Ha dado por tierra con mi argumento. Me olvidé que es imposible adelantar un día los relojes — ironizó.

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