• Пожаловаться

Robert Silverberg: Tiempo de mutantes

Здесь есть возможность читать онлайн «Robert Silverberg: Tiempo de mutantes» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, год выпуска: 1992, ISBN: 84-406-2532-4, издательство: Ediciones B, категория: Фантастика и фэнтези / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Robert Silverberg Tiempo de mutantes

Tiempo de mutantes: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Tiempo de mutantes»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Cuando llega el invierno, los mutantes se reúnen… Siempre han vivido en la sombra, pero cerca de la sociedad normal. Ignorados, marginados, han sobrevivido recluidos en clanes invisibles, usando sus extraordinarias facultades psíquicas para escudarse contra la intolerancia, en fanatismo y el aborrecimiento que inspira a los normales, hasta ahora… El primer líder mutante, que ha emergido a la luz para reclamar iguales derechos que el resto de los mortales, es asesinado. Encontrar al asesino es la difícil misión de un grupo de mutantes. Entre ellos están Michael, confuso entre la lealtad al clan y su amor por una persona normal; Melanie, sola entre los mutantes y rechazada por los normales; y Jean, que usa su poder psíquico y su sexualidad de mutante para obtener todo aquello que más desea. Como sociedad deben luchar contra su entorno, ocultando sus miedos hasta encontrar un medio que proteja sus intimidades, sus amores y sus vidas.

Robert Silverberg: другие книги автора


Кто написал Tiempo de mutantes? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Tiempo de mutantes — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Tiempo de mutantes», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—¿A qué se refiere?

—Joe Bailey es amigo mío —dijo la agente sin alterar la voz—. Y de usted. Está preocupado por lo que le pueda suceder. Después de su conversación de anoche, Joe me llamó. Colocamos una cámara en su piso y por eso me ha encontrado esperándola hace un rato.

—¿Bailey le ha hablado de Canay? —Andie meneó la cabeza—. Lo mataré.

Apretó los puños. Sus ojos sostuvieron la mirada de Esteron y casi sonrió.

—Si lo hace, no me lo cuente. —La voz de Esteron tenía un levísimo asomo de cálida ironía, pero su expresión permaneció sombría—. Señorita Greenberg, sospechamos que Canay está plenamente implicado. El senador podría ser inocente. Si duda de lo que estoy diciendo, puedo mostrarle los informes financieros. Pero me parece que me cree usted, ¿verdad?

—Sí.

—Estupendo. Entonces, me gustaría pedirle que trabaje para nosotros.

—¿Qué? —Andie la miró con incredulidad.

—Se trataría simplemente de informarnos de lo que viera, una vez al día.

—No creo que pueda hacerlo.

Esteron le sonrió suavemente.

—¿Se da cuenta de que si procesamos por fraude al senador, o al señor Canay, podría ser acusada de cómplice?

—No me amenace con tonterías —replicó Andie—. Como habrá visto sin duda en mis datos, también soy abogada y sé defenderme en un tribunal. Creo que empezaría por hablar de discriminación deliberada y acoso al único senador mutante del Congreso. Además, si ha husmeado tanto como me temo, debería saber que nunca me volveré contra Stephen por usted. Nunca.

—Ya me temía que iba a responder así. —La agente miró al vacío por la ventanilla de Andie. Por fin, añadió—: ¿Le hablará de esto?

—No lo sé. —Andie levantó ambas manos—. ¿Por qué tiene que mezclarme en todo esto? ¿Por qué no se limita a hacer su trabajo?

—Porque necesito su ayuda.

—¡Pues búsquese a otro!

—Usted es la única que puede ayudarme.

—Entonces, me parece que no ha tenido suerte. —El tono de voz de Andie era áspero—. ¿Jacqui Renstrow trabajaba con usted?

—Era una informadora, sí. Sospechamos que su muerte tiene relación con esto.

Durante unos momentos, sus miradas se encontraron.

—No me lo puedo creer —dijo Andie—. No quiero. Es imposible que Stephen esté relacionado con nada de esto.

—Esperemos que no.

Andie luchó por mantener el dominio de sí misma.

—¡No quiero hablar más del asunto! ¡Voy a volver a mi despacho ahora mismo!

Cruzó los brazos y contempló los primeros rayos trémulos del sol tras el parabrisas.

—Si es eso lo que quiere… —murmuró Esteran en voz baja, pesarosa.

La agente pulsó un botón y el deslizador dio la vuelta a la esquina, emprendiendo el regreso al Capitolio. Ninguna de las dos mujeres pronunció una sola palabra el resto del trayecto.

El vehículo se detuvo junto a la entrada de servicio de la Sala Norte. Cuando Andie se apeó, Esteron le entregó una holotarjeta.

—Por si cambia de opinión.

La agente hizo un rápido gesto de despedida y continuó la marcha. Andie corrió escalera arriba. Pasaba bastante de las siete. ¿Tanto rato había estado hablando con Esteron? La cabeza le latía, y se preparó una taza de café. ¿Qué iba a decirle a Jeffers? Tenía que ser cosa de Canay. Stephen no haría nunca algo ilegal. Nunca.

Ben Canay entró en la oficina y le dedicó una radiante sonrisa al verla.

—¡Buenos días! Llega temprano.

—Supongo que no podía aguantar más —respondió con una sonrisa forzada.

La pantalla del escritorio emitió un sonoro zumbido. Era una llamada de Jeffers desde su deslizador.

—Andie, gracias a Dios que te encuentro. He intentado localizarte en casa, antes.

—¿Sucede algo, Stephen?

—Me he dejado uno de mis maletines de pantalla en casa, y tengo que pronunciar unas palabras en un desayuno que se celebra a las ocho. ¿Puedes enviar a un mensajero a buscarlo?

La inspiración le vino con la rapidez de un circuito de datos.

—No me fío de esos mensajeros —respondió—. Me acercaré yo misma a recogerlo. No tengo una mañana muy cargada.

Jeffers le dirigió una sonrisa de alivio.

—¿No te importa?

—Es un placer.

—Está en la mesa del vestíbulo, junto a la puerta. Programaré la cerradura para que te franquee el paso.

—De acuerdo.

—Estoy en deuda contigo, Andie.

Con un guiño, Jeffers cortó la comunicación.

El viaje en taxi hasta el selecto barrio de Jeffers duró quince minutos. Muy pronto, el paisaje cambió de la nobleza marmórea de los edificios gubernamentales a las pulcras casas con jardín, embellecidas por tupidas arboledas y cuidadas extensiones de césped. Andie se dijo que el barrio resultaba pintoresco incluso en invierno.

Mientras aparcaba junto a la casa particular de Jeffers, el sol asomó entre las nubes matinales. Andie colocó la palma de la mano en la placa identificadora en forma de diamante situada junto a la puerta. La cerradura emitió un chasquido y le franqueó el paso.

El vestíbulo estaba iluminado por unos paneles de marfil traslúcidos. El maletín de pantalla de Jeffers estaba exactamente donde el senador había dicho, sobre una mesilla de roble bruñido junto a la puerta.

Andie no había visitado nunca la casa. Una vez que tuvo el maletín, observó la escalera y decidió subir con cautela los peldaños cubiertos con una alfombra de color verde oscuro. Arriba encontró una gran sala bañada por el sol, de paredes forradas con paneles de teca. A la izquierda se iniciaba un largo pasillo y, en la primera habitación donde asomó la cabeza, descubrió una pantalla de escritorio, unos archivadores y un sofá flotante gris.

Dejó el maletín y contempló la pantalla de escritorio. Jeffers había programado la puerta para que le permitiera el acceso a la casa. ¿Cómo podía ella convencer a la pantalla de que hiciera lo mismo? Su mirada observó la placa de identificación colocada junto al teclado.

¿Y si todos los aparatos electrónicos de la casa funcionaran en el mismo circuito? ¿Era posible que Stephen hubiera programado inadvertidamente su propia pantalla para permitirle el acceso? Colocó la palma de la mano sobre la placa y la pantalla se iluminó. Andie pasó el directorio de archivos. Había muchísimos… ¿Por dónde empezar?

Distinguió uno titulado «Jacobsen» y marcó la orden para detenerse en él. Cuando abrió el archivo, encontró una hoja de cálculo en la que aparecían apuntadas diversas cantidades reservadas a A.T. «Identificar A.T.», solicitó Andie.

«Arnold Tamlin. Ver archivo Marzo», respondió la pantalla.

¿Tamlin?

A la mujer empezaron a temblaría las manos.

Buscó el archivo indicado. Contenía una serie de instrucciones de Ben Canay a Tamlin, corregidas por Jeffers.

«¡Dios mío! —pensó Andie—. Jeffers dirigió en las sombras el asesinato de Jacobsen!» Las piernas le fallaron y tuvo que dejarse caer en la silla del escritorio.

Andie no se lo podía creer.

Se cubrió el rostro con las manos.

¿Qué debía hacer ahora?

«Podría marcharme sin más —pensó—. Podría fingir que no sé nada.»

No.

Se volvió y contempló la pantalla.

Decidió que no podía marcharse, que tenía que averiguar hasta dónde llegaba aquello. Tras un profundo suspiro, empezó a repasar de nuevo el directorio de archivos.

Una hora más tarde, había localizado las hojas de cálculo en las que constaba el lugar adonde estaba siendo desviado el dinero.

Brasil. Clínicas médicas de la ciudad de Río de Janeiro y alrededores.

«La investigación de los supermutantes —pensó Andie—. Jeffers también anda detrás de esto.» Sintió el impulso histérico de echarse a reír, pero el único sonido que emitió fue un sollozo agudo y tenue.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Tiempo de mutantes»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Tiempo de mutantes» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Отзывы о книге «Tiempo de mutantes»

Обсуждение, отзывы о книге «Tiempo de mutantes» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.