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Robert Silverberg: Tiempo de cambios

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Robert Silverberg Tiempo de cambios

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En Borthan, un planeta colonizado cientos de años atrás, la humanidad vive en paz, sin embargo el precio pagado parece demasiado elevado: nada es considerado más obsceno que el compartir los propios sentimientos con otro humano, y se ha prohibido el uso de la palabra “yo”. Kinnall Darival es un hombre que lo tiene todo en la vida para ser feliz. Solo una cosa le perturba: las convenciones sociales le impiden expresar sus sentimientos a la persona amada. Cuando conoce a Scxhweiz, un comerciante de la Tierra, este le ofrece una sustancia mágica capaz de derribar los muros entre las almas de los hombres. El sistema de valores de Darival se trastoca y experimenta cada vez más dudas que le conducirán a ser un proscrito entre los suyos y a provocar el dolor entre aquellos a los que ama.

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Se le oscureció el rostro; creo que en ese momento tuvo la certeza de que yo estaba loco. Pasando frente a él, fui al sitio donde había dejado la droga, la mezclé con rapidez y le ofrecí su parte. Sacudió la cabeza. Yo bebí, tragándomela impulsivamente, y volví a ofrecérsela.

—Vamos — le dije —. Bebe. ¡Bebe! Tardará un poco en empezar. Tómala ahora, así nos abriremos al mismo tiempo. ¡Por favor, Stirron!

—Podría matarte yo mismo — dijo —, sin esperar a que actúe el tribunal.

—¡Sí! ¡Dilo, Stirron! ¡Yo mismo! ¡Dilo de nuevo!

—Miserable exhibicionista. ¡El hijo de mi padre! Si te hablo en «yo», Kinnall, es porque no mereces más que inmundicias.

—No tiene por qué ser una inmundicia. Bebe y entiende.

—Jamás.

—¿Por qué lo rechazas, Stirron? ¿Qué te asusta?

—El Pacto es sagrado — dijo —. Cuestionar el Pacto es cuestionar todo el orden social. Si esparces esa droga por el país, toda razón se derrumbará, toda estabilidad se perderá. ¿Crees que nuestros antepasados eran malvados? ¿Crees que eran tontos? Kinnall, ellos comprendieron cómo crear una sociedad duradera. ¿Dónde están las ciudades de Sumara Borthan? ¿Por qué viven todavía en chozas en la jungla, mientras nosotros construimos lo que hemos construido? Tú pretendes que sigamos ese camino, Kinnall. Quieres destruir las distinciones entre el bien y el mal, de modo que en poco tiempo la ley misma desaparezca, y cada hombre levante la mano contra su semejante, y ¿dónde quedarán entonces tu amor y tu comprensión universales? No, Kinnall. Guárdate tu droga. Uno todavía prefiere el Pacto.

—Stirron.

—Basta. El calor es intolerable. Quedas arrestado; vámonos ya.

74

Porque la droga estaba en mí, Stirron accedió a dejarme algunas horas solo antes de volver a Salla, para que no tuviera que viajar mientras mi alma era vulnerable a las sensaciones externas. Una pequeña merced del septarca: apostó dos guardias junto a la puerta de mi cabaña y se fue con los demás a cazar aves-punzón hasta la hora del crepúsculo.

Nunca había tomado la droga sin que alguien la compartiera conmigo. Así, cuando me dominó esa sensación peculiar estaba solo con ellos, sintiendo las vibraciones y los gemidos y las ráfagas, y después, cuando cayeron los muros de mi alma, no tuve a nadie en quien entrar, ni a nadie que entrara en mí. Sin embargo, pude detectar las almas de mis guardias — duras, cerradas, metálicas — y sentí que, con algún esfuerzo, podía introducirme en ellas. Pero no lo hice, pues mientras estaba allí sentado y solo me vi lanzado en un viaje milagroso, en el que mi yo se expandió y se elevó hasta que abarqué todo nuestro planeta, y todas las almas del género humano se fundieron en la mía. Y se me presentó una visión maravillosa. Vi a mi hermano vincular Noim haciendo copias de mis memorias y distribuyéndolas entre aquellos en quienes podía confiar, y de esas copias se hacían otras, para llegar a circular por todas las provincias de Velada Borthan. Y de las tierras del sur llegaban después cargamentos del polvo blanco, buscado no sólo por una elite, no sólo por el duque de Sumar y marqués de Woyn, sino por miles de simples ciudadanos, por gente hambrienta de amor, por aquellos que descubrían que el Pacto se estaba convirtiendo en cenizas, aquellos que deseaban llegar al alma del otro. Y aunque los guardianes del antiguo orden hacían cuanto podían por impedir el movimiento, no les era posible detenerlo, porque el viejo Pacto había cumplido su ciclo, y ahora era evidente que el amor y la alegría ya no podían ser reprimidos. Hasta que por fin existió una red de comunicación, brillantes filamentos de percepción sensorial que ligaban a uno con uno con uno con todos. Hasta que por fin incluso los septarcas y los magistrados fueron arrastrados por la marea de la liberación, y todo el mundo se unió en jubilosa comunión, cada uno de nosotros abierto a todos, y el tiempo de cambios se completó; fue establecido el nuevo Pacto. Vi todo esto desde mi pobre cabaña en las Tierras Bajas Abrasadas. Vi que el luminoso esplendor envolvía el mundo, brillaba, llameaba, cobraba potencia, se hacía más vivo. Vi murallas que caían. Vi caras nuevas, cambiadas y exultantes. Manos que tocaban otras manos. Yoes que tocaban otros yoes. La visión ardió en mi alma durante medio día, colmándome de una alegría que nunca había conocido, y mi espíritu se elevó y recorrió ámbitos de sueño. Y sólo cuando el efecto de la droga comenzó a menguar en mí comprendí que no era sino una fantasía.

Tal vez no siempre sea una fantasía. Tal vez Noim encuentre lectores para lo que he escrito, y tal vez otros sean persuadidos para seguir mi camino, hasta que haya bastantes como yo, y los cambios se hagan irreversibles y universales. Ya ha sucedido otras veces. Yo desapareceré, yo el precursor, yo el anticipador, yo el profeta mártir. Pero lo que he escrito vivirá, y a través de mí tú serás cambiado. Es posible que esto no sea un sueño ocioso.

Esta última página ha sido escrita mientras llega el crepúsculo. El sol corre hacia las Huishtor. Me llevaré escondido este pequeño manuscrito, y si tengo suerte hallaré algún modo de dárselo a Noim, para que lo pueda unir a las páginas que ya recibió de mí. No sé si lo conseguiré, ni qué será de mí y de mi libro. Y tú, que lees estas páginas, me eres desconocido. Pero puedo decir esto: si las dos partes se han unido, y si tú me lees completo, puedes estar seguro de que he comenzado a triunfar. De esa unión sólo pueden salir cambios para Velada Borthan, cambios para todos vosotros. Si has leído hasta aquí, tu alma debe estar conmigo. Por esto te digo, mi desconocido lector, que yo te amo y tiendo mi mano hacia ti, yo que fui Kinnall Darival, yo que abrí el camino, yo que prometí contártelo todo sobre mí, y que ahora puedo afirmar que esa promesa se ha cumplido. Ve y busca. Ve y toca. Ve y ama. Ve y ábrete. Ve y cúrate.

FIN

Robert Silverberg

Titulo original: A time of changes

Traducción: Ariel Bignami

© 1971 by Robert Silverberg

© 1976, Ediciones Tiempo Cero

Rivadavia 1711 — Buenos Aires

Edición electrónica: Somellier R6 10/01

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