Robert Heinlein - Viernes

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Viernes: краткое содержание, описание и аннотация

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Viernes es su nombre. Es una mujer. Y es un mensajero secreto. Está empleada por un hombre al que únicamente conoce como "Jefe". Operando desde y a través de una Tierra de un futuro próximo, en la cual Norteamérica ha sido balcanizada en docenas de estados independientes, en donde la cultura ha sido extrañamente vulgarizada y el caos es la norma feliz, se enfrenta a una sorprendente misión que la hace ir de un lado para otro bajo unas órdenes aparentemente absurdas. De Nueva Zelanda al Canadá, de uno a otro de los nuevos estados desunidos de América, mantiene ingeniosamente su equilibrio con rápidas y expeditivas soluciones, de una calamidad y embrollo a otro. Desesperada por la identidad y las relaciones humanas, nunca está segura si se halla un paso por delante, o un paso por detrás, del definitivo destino de la raza humana. Porque Viernes es una Persona Artificial… la mayor gloria de la ingeniería genética.
Una de las mejores obras de Heinlein, lo cual es lo mismo que decir una de las mejores de toda la ciencia ficción…

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Fineses, polinesias, amerindias, danesas, irlandesas, swazis, coreanas, germanas, hindúes, inglesas… y detalles y trozos de otros lugares, puesto que ninguna de las mencionadas más arriba eran puras. Nunca podrás permitirte ser racista; ¡te morderías la cola!

Todo lo dicho más arriba significa que fueron empleados los mejores materiales para diseñarte, independientemente de su fuente. Es una gran suerte que, con todo ello, salieras además hermosa.

(«¡Hermosa!» Jefe, tengo un espejo. ¿Es posible que pensaras realmente eso? De acuerdo, fui bien construida; pero eso simplemente refleja el hecho de que soy una buena atleta… lo cual a su vez refleja el hecho de que fui planeada, no nací. Bueno, es hermoso que pensaras eso si realmente lo pensabas… porque es el único juicio que me importa; de todos modos, yo soy yo, piensen lo que piensen los demás).

Hay un punto en el que te debo una explicación, si no una disculpa. Estaba previsto que fueras educada por unos padres seleccionados como su hija natural. Pero cuando tú aún pesabas menos de cinco kilos, fui enviado a prisión. Aunque fui capaz, finalmente, de escapar, no pude volver a la Tierra hasta después de la Segunda Rebelión Atlántica. Las cicatrices de esto aún están en ti, lo sé. Espero que algún día te purgues de tus temores y de tu desconfianza hacia las personas «humanas»; no te favorece en nada, sino que más bien te perjudica. Algún día, de algún modo, deberás darte cuenta emocionalmente de lo que sabes intelectualmente, de que todos los demás están atados a la Rueda como lo estás tú.

En cuanto a los demás, ¿qué puedo decirte en un último mensaje? Esa desafortunada coincidencia, mi convicción en el momento precisamente menos adecuado, te ha dejado demasiada herida, demasiado sentimental. Querida, debes curarte completamente por ti misma de todos los temores, culpabilidades y vergüenzas. Espero que hayas desenraizado la autocompasión, (¡Un infierno he hecho!) pero, si no, debes trabajar en ello. Creo que eres inmune a las tentaciones de la religión. Si no lo eres, no puedo ayudarte, del mismo modo que no puedo impedirte adquirir un hábito hacia las drogas. Una religión es algunas veces una fuente de felicidad, y yo jamás privaría a nadie de la felicidad. Pero es un consuelo apropiado para los débiles, no para los fuertes… y tú eres fuerte. El gran problema con la religión — con cualquier religión — es que una persona religiosa, habiendo aceptado ciertas proposiciones por la fe, no puede aceptar tales proposiciones por la evidencia. Uno puede calentarse al fuego de la fe o elegir vivir en la desolada inseguridad de la razón… pero no puede vivir con ambas cosas.

Tengo una última cosa que decirte… para mi propia satisfacción, para mi propio orgullo.

Yo soy uno de tus «antepasados»… no uno de los importantes, pero algo de mi esquema genético vive en ti. Tú eres no sólo mi hija adoptiva sino también en parte mi hija natural.

Para mi gran orgullo.

Así que déjame terminar esta carta con dos palabras que no te podía decir mientras estaba vivo.

Te quiero, HARTLEY M. BALDWIN Devolví la carta a su sobre y me acurruqué y me dejé llevar por el peor de los vicios, la autocompasión, y lo hice completamente, con abundancia de lágrimas. No veo nada malo en llorar; lubrica la psique.

Luego lo desterré de mí y me levanté y me lavé la cara y decidí que ya era bastante de llorar por el Jefe. Estaba complacida y halagada de que él me hubiera adoptado y reconfortada por el hecho de saber que una parte de él había sido usada para diseñarme… pero seguía siendo el Jefe. Pensé que podía permitirme una sesión catártica de pesar, pero me lo impedí: él se hubiera irritado conmigo.

Mis compañeras seguían durmiendo a pierna suelta, agotadas, así que cerré la puerta que las aislaba, me complació el darme cuenta de que era una puerta a prueba de ruidos, y me senté ante la terminal, metí mi tarjeta en la ranura, y tecleé Fong, Tomosawa y todo lo demás, tras dar unas cuantas vueltas por el servicio de información para obtener el código, y luego tecleándolo directamente; es más barato de este modo.

Reconocí a la mujer que respondió. Realmente la baja gravedad es mejor que un sujetador; si yo viviera en Luna City, llevaría tan sólo un monokini también. Y algún detalle complementario. Una esmeralda en el ombligo tal vez.

— Disculpe — dije —. De alguna forma debo haber tecleado el código del Ceres & South África cuando pretendía teclear el de Fong, Tomosawa, Rothschild, Fong y Finnegan. Mi subconsciente me está gastando jugarretas. Lamento haberla molestado, y gracias por la ayuda que me dispensó hace algunos meses.

— ¡Espere! — respondió —. No ha tecleado mal. Soy Gloria Tomosawa, accionista de la Fong, Tomosawa y demás, ahora que el abuelo Fong se ha retirado. Pero eso no interfiere con el hecho de ser vicepresidenta del Ceres & South África; somos también el departamento legal del banco. Y soy la jefa del fideicomiso también, lo cual significa que voy a tener tratos con usted. Todos aquí lamentamos terriblemente la noticia de la muerte del doctor Baldwin, y espero que eso no la haya afligido demasiado… señorita Baldwin.

— ¡Hey! ¡Vuelva atrás y empiece de nuevo!

— Lo siento. Normalmente, cuando la gente llama a la Luna desea que su comunicación sea lo más breve posible debido al coste. ¿Desea que se lo repita todo, palabra por palabra?

— No. Creo que lo he asimilado. El doctor Baldwin me dejó una nota diciéndome que estuviera presente en la lectura de su testamento, o que estuviera representada. No puedo estar ahí. ¿Cuándo será leído, y puede usted aconsejarme cómo puedo conseguir a alguien en Luna City que me represente?

— Será leído tan pronto como tengamos notificación oficial de la muerte por parte de la Confederación de California, lo cual debería ser en cualquier momento a partir de ahora puesto que nuestro representante en San José ha pagado ya los correspondientes sobornos. Alguien que la represente… ¿serviría yo? Quizá debiera decir que el abuelo Fong fue el abogado de su padre en Luna City durante muchos años… y yo heredé sus asuntos, y ahora que su padre ha muerto, he heredado también los suyos. A menos que usted me diga lo contrario.

— Oh, ¿podría usted? Señorita… señora Tomosawa… ¿es señorita o señora?

— Puedo y me encantará hacerlo. Y es señora. Tiene que serlo; tengo un hijo de más o menos la edad de usted.

— ¡Imposible! — (¿Aquella belleza capaz de ganar cualquier concurso de misses, dos veces mi edad?).

— Completamente posible. Aquí en Luna City somos chapados a la antigua, no como en California. Nos casamos y tenemos niños, y siempre por ese orden. No me atrevería a ser una señorita con un hijo de su edad, nadie me miraría a la cara.

— Quiero decir la idea de que usted tenga un hijo de mi edad. Parece como si hubiera tenido el bebé a la edad de cinco años. Cuatro.

Dejó escapar una risita.

— Dice usted cosas encantadoras. ¿Por qué no viene aquí y se casa con mi hijo? El siempre ha deseado casarse con una heredera.

— ¿Soy una heredera?

Se puso seria.

— Hum. No puedo romper los sellos de ese testamento hasta que su padre esté oficialmente muerto, lo cual no es así, al menos en Luna City, todavía no. Pero lo será dentro de poco, y no tiene ningún sentido hacerla llamar a usted de nuevo. Yo redacté ese testamento. Lo comprobé por si se habían producido cambios cuando lo recibí de vuelta.

Luego lo sellé y lo puse en mi caja fuerte. Así que sé lo que dice. Lo que voy a decirle ahora no lo sabrá usted hasta última hora de hoy. Es usted una heredera, pero los cazadores de fortuna no van a correr detrás de usted. No va a recibir ni un gramo en efectivo. En vez de ello, el banco (ese soy yo) tiene instrucciones de subvencionarla a usted en el momento mismo en que emigre fuera de la Tierra. Si elige usted la Luna, pagaremos su Pasaje. Si elige usted un planeta con prima de enganche, le daremos un cuchillo de explorador y rezaremos por usted. Si elige usted un planeta de alto precio de enganche como Kaui o Halcyon, pagaremos su viaje y su contribución y la ayudaremos con un capital inicial. Si usted no emigra nunca de la Tierra, a su muerte los fondos previstos para ayudarla revertirán a otras finalidades del fideicomiso. Pero su emigración tiene que ser primero confirmada. Una excepción: si emigra usted a Olympia, entonces tendrá que pagárselo todo. No recibirá nada del fideicomiso.

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