Cuando vi lo que estaban cargando recordé de pronto algo y me sentí presa del pánico.
— Anna, ¿quién era la secretaria del Jefe?
— No tenía ninguna. A veces yo le ayudaba si necesitaba que alguien le echara una mano. Muy raras veces.
— Tenía una dirección para contactar con mis amigos Ian y Janet Tormey. ¿Qué habrá sido de ella?
— A menos que esté aquí — tomó un sobre de su bolso y me lo tendió —, ha desaparecido… porque hace mucho tiempo que tengo órdenes estrictas de ir a su terminal particular tan pronto como él fuera declarado muerto y teclear un cierto programa. Era una orden de borrado, lo sé, aunque él nunca me lo dijo. Cualquier cosa personal que hubiera en los bancos de memoria ha sido borrada. ¿Era personal ese dato?
— Muy personal.
— Entonces ya no está. A menos que lo tengas aquí.
Miré a lo que me había entregado: un sobre cerrado con sólo la palabra «Viernes» escrita en él. Anna añadió:
— Eso hubiera debido estar en tu paquete, pero yo lo tomé y lo retiré. Esa tipa ruidosa estaba leyendo todo lo que caía en sus manos. Yo sabía que esto era una cosa privada entre tú y el señor Dos Bastones… el doctor Baldwin, tendría que decir ahora. No estaba dispuesta a dejar que ella le echara las zarpas encima. — Anna suspiró —. Trabajé con ella durante toda la noche. No la maté. No comprendo por qué no lo hice.
— La necesitábamos para firmar todos estos papeles — dijo Rubia.
Junto a nosotras había uno de los oficiales de estado mayor, Burton McNye… un hombre tranquilo que raramente expresaba sus opiniones. Pero esta vez habló:
— Lamento que se contuviera. Míreme; no tengo dinero en efectivo, siempre he utilizado mi tarjeta de crédito para todo. Esa irritable picapleitos se negó a entregarme mi cheque de liquidación hasta que yo le hube devuelto mi tarjeta de crédito. ¿Qué ocurre con una libranza sobre un banco lunar? ¿Puede uno cobrarla, o tiene que guardarla para su colección? Puede que esta noche tenga que dormir en la Plaza.
— Señor McNye…
— ¿Sí, señorita Viernes?
— Ya no soy «señorita» Viernes. Simplemente Viernes.
— Entonces yo soy Burt.
— De acuerdo. Burt, tengo algunos oseznos en efectivo y una tarjeta de crédito que Wainwright no puede tocar, aunque lo ha intentado. ¿Cuánto necesita?
Sonrió, y alargó una mano y me palmeó la rodilla.
— Todas las cosas agradables que he oído de usted son ciertas. Gracias, querida, pero me las arreglaré. Primero llevaré esto al Banco de América. Si no lo hacen efectivo inmediatamente, quizá puedan darme un adelanto mientras gestionan el cobro Si no, iré a la oficina de ella en el Edificio CCC y me plantaré ante su escritorio y le diré que es problema suyo encontrarme una cama. Maldita sea; el Jefe hubiera hecho las cosas de modo que cada uno de nosotros recibiera al menos unos cuantos cientos de billetes en efectivo; ella lo ha hecho así a propósito. Quizá para obligarnos a firmar con sus compinches; yo no estoy dispuesto a hacerlo. Si ella intenta algo conmigo, voy a probar si recuerdo o no todas las cosas que me enseñaron en el entrenamiento básico.
— Burt — respondí —, nunca meta las manos encima de un picapleitos. La forma de luchar contra un picapleitos es con otro picapleitos, uno más listo. Mire, nosotras vamos a estar en el Cabaña. Si no puede hacer efectiva esta libranza, será mejor que acepte mi oferta.
A mí no me causará ningún perjuicio.
— Gracias, Viernes. Pero voy a estrangularla hasta que suelte el dinero.
La habitación que Rubia había reservado resultó ser una pequeña suite, una habitación con una gran cama de agua y un saloncito con un sofá que se abría hasta convertirse en una cama doble. Me senté en el sofá para leer la carta del Jefe mientras Anna y Rubia utilizaban el baño… luego fui a usarlo yo misma cuando ellas salieron. Cuando salí yo, estaban en la gran cama, al parecer dormidas… cosa que no resultaba sorprendente; ambas habían estado en pie durante toda la noche realizando un trabajo agotadoramente nervioso. Me mantuve muy quieta y me senté, y seguí leyendo la carta:
Querida Viernes, Puesto que ésta es mi última oportunidad de comunicarme contigo, tengo que decirte algunas cosas que no he sido capaz de decirte cuando estaba con vida y aún era tu patrón.
Tu adopción: no la recuerdas porque no ocurrió de esa forma. Descubrirás que todos los documentos son legalmente correctos. Eres desde todos los ángulos mi hija adoptiva.
Emma Baldwin posee el mismo tipo de realidad que tus padres de Seattle, es decir, real para todos los efectos prácticos y legales. Necesitas ser cuidadosa únicamente en una cosa: no dejes que tus distintas identidades tropiecen entre sí. Pero ya has actuado de ese modo en muchas ocasiones, profesionalmente.
Asegúrate de estar presente o representada en la lectura de mi testamento. Puesto que soy ciudadano lunar, (¿Eh?) este testamento estará en Luna City inmediatamente después de mi muerte, puesto que la República de la Luna no sufre todos los retrasos provocados por los abogados que uno encuentra en casi todos los países de la Tierra. Llama a Fong, Tomosawa, Rothschild, Fong y Finnegan, Luna City. No te precipites demasiado; mi testamento no te librará de la necesidad de aprender a vivir.
Tu origen: siempre te has mostrado curiosa al respecto, comprensiblemente. Puesto que tus virtudes genéticas fueron reunidas a partir de muchas fuentes, y puesto que todos los archivos al respecto han sido destruidos, puedo decirte muy poco. Déjame mencionar dos fuentes de tu esquema genético de las cuales puedes sentirte orgullosa, conocidas por la historia como señor y señora Joseph Green. Hay un monumento conmemorativo de ellos en un cráter cerca de Luna City, pero no vale la pena el viaje hasta allí porque no hay mucho que ver. Si preguntas a la Cámara de Comercio de Luna City en relación a ese monumento, puede que obtengas una cassette con un relato razonablemente exacto de lo que hicieron. Cuando lo oigas, sabrás por qué te dije que suspendieras tus juicios acerca de los asesinos. El asesinato es normalmente un negocio sucio… pero los asesinos a sueldo honorables pueden llegar a ser héroes. Escucha la cassette y juzga por ti misma.
Los Green fueron colegas míos hace muchos años. Puesto que su trabajo era muy peligroso, conseguí que los dos depositaran material genético, cuatro óvulos de ella, una provisión de esperma de él. Cuando resultaron muertos, hice efectuar un análisis de esos genes con vistas a un hijo póstumo… sólo para descubrir que eran incompatibles; la fertilización simple hubiera ocasionado un reforzamiento de los alelos perniciosos.
En vez de ello, cuando la creación de personas artificiales se hizo posible, sus genes fueron utilizados selectivamente. El tuyo fue el único diseño que tuvo éxito; otros intentos que los incluían fueron o no viables o tuvieron que ser destruidos. Un buen diseñador genético trabaja de la misma forma que un buen fotógrafo: un resultado perfecto deriva de la voluntad de rechazar drásticamente cualquier intento que no alcance la perfección. Ya no habrá más intentos utilizando a los Green; los óvulos de Gail han desaparecido, y la esperma de Joe probablemente ya no es utilizable.
No es posible definir tu relación con ellos pero es equivalente a algo entre nieta y bisnieta; el resto de ti procede de varias fuentes pero puedes sentirte orgullosa del hecho de que toda tú fuiste seleccionada con el máximo cuidado para maximizar los mejores rasgos del Homo sapiens. Este es tu potencial; el que consigas o no realizarlo por completo ya es cosa tuya.
Antes de que los archivos relativos a ti fueran destruidos, satisfice en una ocasión mi curiosidad listando las fuentes que intervinieron en tu creación. Por todo lo que puedo recordar, son:
Читать дальше