Robert Heinlein - Viernes

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Viernes: краткое содержание, описание и аннотация

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Viernes es su nombre. Es una mujer. Y es un mensajero secreto. Está empleada por un hombre al que únicamente conoce como "Jefe". Operando desde y a través de una Tierra de un futuro próximo, en la cual Norteamérica ha sido balcanizada en docenas de estados independientes, en donde la cultura ha sido extrañamente vulgarizada y el caos es la norma feliz, se enfrenta a una sorprendente misión que la hace ir de un lado para otro bajo unas órdenes aparentemente absurdas. De Nueva Zelanda al Canadá, de uno a otro de los nuevos estados desunidos de América, mantiene ingeniosamente su equilibrio con rápidas y expeditivas soluciones, de una calamidad y embrollo a otro. Desesperada por la identidad y las relaciones humanas, nunca está segura si se halla un paso por delante, o un paso por detrás, del definitivo destino de la raza humana. Porque Viernes es una Persona Artificial… la mayor gloria de la ingeniería genética.
Una de las mejores obras de Heinlein, lo cual es lo mismo que decir una de las mejores de toda la ciencia ficción…

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18

El barco de excursiones Salto a M’Lou era un auténtico marktwainer, un transporte mucho más extravagante de lo que había esperado… tres cubiertas de pasajeros, cuatro Shipstones, dos para cada una de las ruedas de paletas gemelas. Pero iba cargado hasta la borda, y me pareció que una brisa un poco fuerte era capaz de hundirlo. Y no éramos el único barco de transporte de tropas; el Myrtle T. Hanshaw estaba a unos pocos largos por delante de nosotros, arrastrándose por el río a una velocidad estimada de veinte nudos.

Pensé en los troncos sumergidos y esperé que su radar/sonar estuviera trabajando eficientemente.

Los Héroes del Álamo estaban en el Myrtle, así como la coronela Rachel, al mando de ambos equipos de combate… y esto era todo lo que necesitaba para corroborar mis sospechas. Una brigada más que completa no es una guardia de palacio. La coronela Rachel esperaba acción… posiblemente íbamos a desembarcar bajo fuego.

Todavía no nos habían sido entregadas las armas y las reclutas seguíamos vestidas de paisano; aquello parecía indicar que nuestra coronela no esperaba acción inmediata, y aquello encajaba con la predicción de la sargento Gumm de que íbamos a ir río arriba al menos hasta tan lejos como Saint Louis… y por supuesto el resto de lo que había dicho acerca de convertimos en guardias de corps del nuevo Presidente indicaba que íbamos a ir todo el camino hasta la capital…

…si el nuevo Presidente estaba de hecho en la sede del gobierno… si Mary Gumm sabía de qué estaba hablando… si alguien no le daba la vuelta al río mientras yo no estaba mirando. Demasiados «si», Viernes, y demasiados pocos datos seguros. Todo lo que sabes realmente es que este barco debería estar entrando en el Imperio precisamente ahora… de hecho no sabia en qué lado de la frontera estábamos o cómo comprobarlo.

Pero tampoco me preocupaba demasiado porque en algún momento en los siguientes días, cuando estuviéramos cerca del cuartel general del Jefe, planeaba renunciar informalmente de mi puesto en las Raiders de Rachel… antes de que entraran en acción, preferentemente. Había tenido tiempo de examinar todo el asunto y tenía la firme creencia de que no podríamos estar listas para el combate en menos de seis semanas de duro entrenamiento a manos de duros e inflexibles sargentos instructores. Demasiadas reclutas, demasiados pocos mandos.

Se suponía que todas las reclutas eran veteranas… pero yo estaba segura de que algunas de ellas eran tan sólo chicas granjeras que se habían marchado de casa y algunas de las cuales no tendrían más de quince años. Desarrolladas para su edad, quizá, y «cuando eres lo suficientemente grande, ya eres lo suficientemente mayor», como reza el viejo dicho… pero se necesitan más de sesenta kilos de masa para hacer un soldado.

Emplear tales tropas en una acción podía ser suicida. Pero eso era algo que no me preocupaba. Tenía el estómago lleno de alubias y estaba en la bovedilla con la espalda apoyada contra un rollo de cuerdas, gozando del atardecer y digiriendo mi primera comida como soldado (si esa es la palabra) mientras contemplaba satisfecha el hecho de que, en este momento, el Salto a M’Lou estaba cruzando, o había entrado en, el Imperio de Chicago.

Una voz a mis espaldas dijo:

— ¿Escondiéndose, soldado?

Reconocí la voz y volví la cabeza.

— Oh, sargento, ¿cómo puedes decir algo así?

— Fácil. Simplemente me he preguntado a mí misma: «¿Dónde irías tú si quisieras holgazanear un poco?»… y allí estabas tú. Olvídalo, Jonesie. ¿Te has alojado ya?

Todavía no lo había hecho porque había varias elecciones, todas ellas malas. La mayor parte de la tropa estaba alojada en camarotes, cuatro en los dobles y tres en los individuales. Pero nuestro pelotón, junto con otro, tenía que dormir en el salón comedor.

No veía ninguna ventaja en ocupar la mesa del capitán, así que no me había apuntado al invento.

La sargento Gumm asintió ante mi respuesta.

— De acuerdo. Pero no utilices tu manta para señalar tu sitio; alguien te la robará junto con el sitio. En el lado de babor, a popa, a la altura de la despensa, está el camarote del camarero de a bordo… es el mío. Es individual, pero tiene una litera muy amplia. Lleva ahí tu manta. Estarás mucho más cómoda que durmiendo en cubierta.

— Es muy amable por tu parte, sargento. — (¿Cómo demonios iba a poder salirme de esto? ¿O iba a tener que resignarme a lo inevitable?).

— Llámame sarge. Y cuando estemos solas, mi nombre es Mary. ¿Cuál dijiste que era tu nombre de pila?

— Viernes.

— Viernes. No está tan mal, cuando dejas de pensar en él. De acuerdo, Viernes. Nos veremos al toque de silencio. — Observamos la última y rojiza giba del sol desaparecer en el horizonte a popa, puesto que el Salto había girado hacia el este en uno de los interminables meandros del río —. Parece como si tuviera que chisporrotear y arrojar una nube de vapor.

— Sarge, tienes el alma de poeta.

— A menudo he pensado que podría. Escribir poesía, quiero decir. ¿Sabes las órdenes?

¿Acerca de la oscuridad total?

— Nada de luces fuera, nada de fumar fuera. Nada de luces dentro excepto en lugares completamente cerrados. Los contraventores serán fusilados al amanecer. Eso no me afecta mucho, sarge; yo no fumo.

— Corrección. Los contraventores no serán fusilados; simplemente desearán haber sido fusilados. ¿Así que no fumas en absoluto, querida? ¿Ni siquiera un porro amistoso con una amiga?

(¡Cede, Viernes!).

— Eso no es realmente fumar; es simplemente amistad.

— Así es la forma en que yo lo veo. No suelo ir por ahí con la cabeza cargada todo el tiempo. Pero un porro ocasional con una amiga cuando ambas os sentís en vena, es bueno. Tú también lo eres. — Se dejó caer en cubierta a mi lado, me rodeó con un brazo.

— ¡Sarge! Quiero decir Mary. Por favor, no lo hagas. Todavía no es completamente de noche. Alguien puede vernos.

— ¿Y a quién le importa?

— A mí me importa. Me hace sentir cohibida. Consigue que no me sienta en vena.

— No te preocupes, aquí se te pasará. ¿Eres virgen, querida? Con las chicas, quiero decir.

— Oh… por favor no me hagas preguntas, Mary. Y suéltame. Lo lamento, pero esto hace que me ponga nerviosa. Aquí, quiero decir. Porque cualquiera puede aparecer en cualquier momento por esa esquina de ahí.

Ella me dio un apretón, luego empezó a ponerse en pie.

— Es curioso que seas tan tímida en eso. Está bien, me reservaré para cuando…

El cielo se iluminó con una luz deslumbrante; sobre ella brotó un tremendo ¡kabuuum! y allá donde había estado el Myrtle el cielo se llenó de chatarra volante.

— ¡Jesucristo!

— Mary, ¿sabes nadar?

— ¿Eh? No.

— Entonces salta detrás de mí y yo te mantendré a flote.

— Salté por la barandilla en un arco tan amplio como me fue posible, di una docena de fuertes brazadas para alejarme lo más que pude, me di la vuelta. La cabeza de Mary Gumm se silueteaba contra el cielo.

Fue lo último que vi de ella, mientras el Salto a M’Lou estallaba.

En aquella parte del Mississippi hay riscos al este. La orilla oeste del río es simplemente tierras altas, no tan claramente marcadas, hasta unos diez o quince kilómetros más adelante. Entre estos dos lados la localización del río puede ser asunto de opinión… a menudo de opinión legal, porque el río gira y vuelve a girar formando canales que a menudo son reclamados como propiedad privada.

El río discurre en todas direcciones, y tan pronto es probable que lo haga hacia el norte como hacia el sur. Bueno, relativamente probable. Había estado discurriendo hacia el oeste al atardecer; el Salto, avanzando contracorriente, tenía el ocaso a sus espaldas.

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