A la mitad del sorteo hubo alegres gritos por la parte delantera de la sala; una de las empleadas de la MasterCard había ganado mil oseznos. Chambers sonrió ampliamente.
— No ocurre a menudo, pero ocurre, y eso nos mantiene a todos alegres durante unos cuantos días. ¿Nos vamos? No, ustedes tienen todavía un billete que puede salir premiado, ¿no? Aunque es difícil que toquen dos premios aquí en un mismo sorteo.
Finalmente, con un ensordecedor estruendo de trompetas, llegamos al gran premio de la semana… ¡¡¡el «Gigantesco, Supremo, Superpremio para Toda-California»!!! La chica con la protuberante delantera extrajo primero dos premios honoríficos, la provisión para un año de Ukiah Gold con una pipa para hach incluida, y una cena con la gran estrella del senso Bobby «La Bruta» Pizarro.
Luego extrajo el último número de la suerte; el maestro de ceremonias leyó los números, y estos aparecieron parpadeando encima de su cabeza.
— ¡Señor Zeta! — exclamó —. ¿Ha registrado su número el propietario?
— Un momento… No, no está registrado.
— ¡Tenemos un Ceniciento o Cenicienta! ¡Tenemos un ganador desconocido! ¡En algún lugar en nuestra gran y maravillosa Confederación, alguien acaba de conseguir doscientos mil oseznos! ¿Nos estará escuchando este protegido de la fortuna? ¿Se pondrá en contacto, él o ella, con nosotros, y nos permitirá ofrecer su identidad a nuestros espectadores antes de que termine este programa? ¿O se despertará mañana por la mañana para enterarse de que es rico o rica? ¡Este es el número, amigos! Lo dejaremos brillando ahí arriba hasta el final de este programa, luego lo repetiremos en cada noticiario hasta que el elegido de la fortuna acuda a reclamar su premio. Y ahora un mensaje publicitario…
— Viernes — susurró Georges —, déjame ver tu billete.
— No es necesario, Georges — susurré de vuelta —. Es ése.
El señor Chambers se puso en pie.
— Se acabó el programa. Es bueno que uno de los miembros de nuestra pequeña familia haya ganado algo. Ha sido un placer tenerles con nosotros, señorita Baldwin y señor Karo… y no duden en llamarme si puedo ayudarles en algo.
— Señor Chambers — dije —, ¿puede la MasterCard cobrar esto por mí? No deseo ir en persona.
El señor Chambers es un hombre encantador, pero lento en reaccionar. Tuvo que comparar los números de mi billete de lotería con los números que aún parpadeaban en la pantalla tres veces antes de empezar a creérselo. Luego Georges tuvo que detenerlo cuando iba a empezar a correr en todas direcciones, a pedir un fotógrafo, a llamar al departamento central de Loterías Nacionales, a pedir un equipo de holovisión… y fue bueno que Georges lo detuviera, porque yo hubiera procedido mucho más drásticamente.
Me irritan los grandes machos que no escuchan mis objeciones.
— ¡Señor Chambers! — dijo Georges —. ¿No la ha oído usted? No desea ir a cobrarlo en persona. No quiere publicidad.
— ¿Qué? Pero los ganadores siempre salen en las noticias; ¡es la costumbre! No va a ocuparles mucho tiempo y no les proporcionará ninguna molestia… ¿Recuerdan a la chica que ganó antes?: en este momento ya está siendo fotografiada con J.B. y su pastel.
Vayamos directamente a su oficina y…
— Georges — dije —. La American Express.
Georges no es lento… y yo no dudaría en casarme con él si Janet lo dejara libre.
— Señor Chambers — dijo tranquilamente —, ¿cuál es la dirección de la oficina principal de la American Express en San José?
Chambers interrumpió inmediatamente su revolotear.
— ¿Qué ha dicho?
— ¿Puede darnos la dirección de la American Express? La señorita Baldwin llevará allí el billete ganador para que ellos se encarguen de cobrarlo. Antes llamaré para asegurarme de que comprenden que un requisito indispensable es una reserva absoluta.
— Pero ustedes no pueden hacer eso. Ella lo ha ganado aquí.
— Podemos, y lo haremos. Ella no lo ha ganado aquí. Simplemente ha ocurrido que ella estaba aquí mientras el sorteo se celebraba en otra parte. Por favor, apártese; nos vamos.
Luego tuvimos que repetir de nuevo toda la escena delante de J.B. Este era un digno tipo viejo con un cigarro colgando de un lado de su boca y un trozo de pastel colgando aún de su labio superior. No era ni lento ni estúpido, pero tenía la costumbre de que las cosas ocurrieran como él quería, y Georges tuvo que mencionarle casi a gritos la American Express antes de que se le metiera en la cabeza el que yo no quería ningún tipo de publicidad en absoluto (¡el Jefe se hubiera desmayado!), y que estábamos dispuestos a acudir a alguno de esos cambistas de Rialto antes que tratar con su firma.
— Pero la señorita Bulgrin es una cliente de la MasterCard.
— No — contradije —. Creía que era una cliente de la MasterCard, pero el señor Chambers se negó a aceptar mi tarjeta de crédito. Así que voy a abrir una cuenta con la American Express. Sin fotógrafos.
— Chambers. — Había un repique de sentencia en su voz —. ¿Qué Es Esto?
Chambers explicó que mi tarjeta de crédito había sido librada por el Banco Imperial de Saint Louis.
— Una de las casas más reputadas — comentó J.B. — . Chambers. Extiéndale otra tarjeta.
Nuestra. Inmediatamente. Y cobre el billete premiado por ella. — Me miró, y se sacó el cigarro de la boca —. Ninguna publicidad. Los asuntos de los clientes de la MasterCard son siempre confidenciales. ¿Satisfactorio, señorita Walgreen?
— Completamente, señor.
— Chambers. Hágalo.
— Sí, señor. ¿Qué limite de crédito, señor?
— ¿Qué extensión de crédito desea, señorita Belgium? Quizá debiera preguntárselo en coronas… ¿cuál es su límite con mis colegas en Saint Louis?
— Soy una cliente de oro, señor. Mi cuenta es registrada siempre en lingotes más que en coronas, bajo su método de dos columnas para clientes en oro. ¿Podemos considerarlo de esta forma? Entienda, no estoy acostumbrada a pensar en oseznos. Viajo tanto que me resulta mucho más fácil pensar en gramos de oro. — (No es justo mencionar el oro a un banquero en un país de moneda débil; ofusca su pensamiento).
— ¿Desea usted pagar en oro?
— Si es posible. Con libranzas en gramos, tres nueves de pureza, extendidas en Aceptaciones del Ceres & South África, oficina de Luna City. ¿Será eso satisfactorio?
Normalmente pago cuatrimestralmente… entienda, viajo mucho… pero puedo dar instrucciones al C. & S.A. para que pague mensualmente si el pago cuatrimestral no es conveniente.
— El pago cuatrimestral es completamente satisfactorio. — (Por supuesto que lo era… los intereses suben más).
— En cuanto al límite del crédito… Sinceramente, señor, no me gusta situar demasiado de mi actividad financiera en un solo banco o en un solo país. ¿Podríamos dejarlo en treinta kilos?
— Si ese es su deseo, señorita Bedlam. Si en cualquier momento desea incrementarlo, simplemente comuníquenoslo. — Añadió —: Chambers. Hágalo.
De modo que regresamos a la misma oficina en la cual me habían dicho que mi crédito no era bueno. El señor Chambers me ofreció un formulario de solicitud.
— Déjeme ayudarla a rellenarlo, señorita.
Lo estudié. Nombre de los padres. Nombre de los abuelos. Lugar y fecha de nacimiento. Direcciones, incluidas calles y números, durante los últimos quince años.
Patrón actual. Patrón anterior. Razones de cambio del empleo anterior. Tres referencias de personas que la han conocido a una durante al menos diez años. ¿Ha sido usted demandada alguna vez por insolvencia, o ha tenido que acudir a alguna reclamación por deudas, o ha sido director o responsable de algún negocio, o ha tenido participación en él, o ha formado parte de alguna corporación, que se haya visto obligada a efectuar reorganización a causa del párrafo trece de la Ley Pública Noventa y Siete del Código Civil de la Confederación de California? ¿Ha sido alguna vez sentenciada por…?
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