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Robert Heinlein: Viernes

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Robert Heinlein Viernes

Viernes: краткое содержание, описание и аннотация

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Viernes es su nombre. Es una mujer. Y es un mensajero secreto. Está empleada por un hombre al que únicamente conoce como "Jefe". Operando desde y a través de una Tierra de un futuro próximo, en la cual Norteamérica ha sido balcanizada en docenas de estados independientes, en donde la cultura ha sido extrañamente vulgarizada y el caos es la norma feliz, se enfrenta a una sorprendente misión que la hace ir de un lado para otro bajo unas órdenes aparentemente absurdas. De Nueva Zelanda al Canadá, de uno a otro de los nuevos estados desunidos de América, mantiene ingeniosamente su equilibrio con rápidas y expeditivas soluciones, de una calamidad y embrollo a otro. Desesperada por la identidad y las relaciones humanas, nunca está segura si se halla un paso por delante, o un paso por detrás, del definitivo destino de la raza humana. Porque Viernes es una Persona Artificial… la mayor gloria de la ingeniería genética. Una de las mejores obras de Heinlein, lo cual es lo mismo que decir una de las mejores de toda la ciencia ficción…

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— No lo sé. Incidentalmente, ni siquiera sé quién me reclutó a mí; fue hecho a través de mi jefe. Quizá podamos olvidar a los otros… depende de su plan.

— Hablemos de dinero.

— Hablemos primero de planes.

— Oh… ¿crees que puedes imitar mi voz?

Tilly respondió:

— «Oh… ¿crees que puedes imitar mi voz?» — ¡Hazlo de nuevo!

— «¡Hazlo de nuevo!» Suspiré — De acuerdo, Tilly, puedes hacerlo. El periódico de a bordo dice que la salida cerca de Botany Bay se producirá en algún momento mañana y, si las cifras son tan aproximadas como lo fueron con Frontera, nos situaremos en órbita estacionaria y las naves bajarán aproximadamente al mediodía de pasado mañana… a menos de cuarenta y ocho horas de este momento. Así que mañana me pondré enferma. Muy triste. Porque tenía puesto todo mi corazón en bajar a la superficie para todas esas maravillosas excursiones. El funcionamiento exacto de mi plan depende de cuándo sea fijada la hora de partida de las naves de aterrizaje, lo cual deberá esperar, si he comprendido bien el asunto, hasta que salgamos al espacio normal y podamos predecir exactamente cuándo alcanzaremos la órbita estacionaria. Sea como sea, la noche antes de que las naves partan, alrededor de la una de la madrugada, cuando los corredores estén vacíos, yo me iré. Desde aquí, tú serás nosotras dos. No dejarás entrar a nadie; estoy demasiado enferma.

«Si alguien me llama por la terminal, cuida de no conectar el vídeo… yo nunca lo hago.

Tú eres las dos en todo lo que puedas manejar, o, si no puedes, yo estoy dormida. Si empiezas a sustituirme y las cosas se ponen difíciles, bueno, simplemente estás tan atribulada con la fiebre y las medicinas que no eres coherente.

«Ordenarás el desayuno para las dos… tu desayuno habitual para ti, y té con leche y tostadas y zumo para la inválida.

— Viernes, puedo darme cuenta de que está planeando escapar de la nave en una de las naves de aterrizaje. Pero las puertas de las naves de aterrizaje están siempre cerradas cuando no están en uso. Lo sé.

— Yo también lo sé. Pero no te preocupes, Tilly.

— De acuerdo. No me preocuparé. Bien, puedo cubrirla durante un tiempo después de que usted se haya ido. ¿Qué debo decirle al capitán cuando usted ya no esté aquí?

— Así que el capitán está en esto. Lo imaginé.

— Sabe de qué se trata. Pero recibimos nuestras órdenes del sobrecargo.

— Tiene sentido. Supongamos que arreglo las cosas para que seas atada y amordazada… y tu historia sea la de que salté sobre ti y te inmovilicé. Yo no puedo hacerlo, por supuesto, porque tienes que ser las dos desde esta mañana hasta que los botes inicien su viaje. Pero puedo arreglar las cosas para que luego seas atada y amordazada. Creo.

— Eso seguramente mejoraría mi coartada. ¿Pero quién es el filántropo?

— ¿Recuerdas nuestra primera noche en la nave? Volví tarde, con una cita. Tú nos serviste té y pastel de almendra.

— El doctor Madsen. ¿Cuenta usted con él?

— Creo que sí. Con tu ayuda. Esa noche estaba un tanto ansioso.

Se echó a reír.

— Su lengua iba arrastrándose por la moqueta.

— Sí. Todavía sigue arrastrándose. Mañana me pondré enferma; él vendrá a verme, profesionalmente. Tú estarás aquí, como de costumbre. Tendremos las luces apagadas en el dormitorio. Si el doctor Jerry tiene los nervios templados como creo que los tiene, tomará lo que yo le ofreceré. Luego cooperará. — La miré —. ¿De acuerdo? Luego vendrá a verme de nuevo a la mañana siguiente… y te atará. Sencillo.

Tilly permaneció sentada y pensativa durante un largo momento.

— No.

— ¿No?

— Hagámoslo realmente sencillo. No mezclemos a nadie más en ello. A nadie. No necesito que me aten; eso simplemente ocasionaría sospechas. He aquí mi historia: en algún momento, no mucho antes de que las naves de desembarco partan, usted decide que se encuentra bien; se levanta, se viste, y abandona la cabina. No me comunica sus planes; yo soy simplemente la pobre doncella torpe… usted nunca me cuenta esas cosas.

O quizá ha cambiado de opinión y decide ir con la excursión al suelo de todos modos. No importa. Yo no estoy encargada de mantenerla dentro de la nave. Mi única responsabilidad es mantenerla vigilada mientras está aquí en la cabina. No creo que sea responsabilidad de Pete tampoco el mantenerla en la nave, probablemente la única persona que salga un poco escaldada sea el capitán. Y no voy a llorar por él.

— Tilly, creo que tienes razón, en todos los puntos. Había supuesto que deseabas una coartada. Pero estarás mejor sin ninguna.

Me miró y sonrió.

— No deje que eso la impida llevarse, al doctor Madsen a la cama. Aprovéchese de él.

Uno de mis trabajos era mantener a los hombres alejados de su cama… como creo que ya debe saber…

— Me lo imaginé — admití secamente.

— Pero estoy cambiando de lado, así que ya no es ese el caso. — Repentinamente se formaron hoyuelos en sus mejillas —. Quizá yo debiera ofrecerle al doctor Madsen una bonificación. Cuando llame a su paciente a la mañana siguiente y yo le diga que ya está usted bien y que se ha ido a la sauna o a algún otro lugar.

— No le ofrezcas ese tipo de bonificación a menos que sea por motivo de negocios. Tal como sé que él entiende los negocios. — Me estremecí —. Estoy segura.

— Si lo anuncio, lo hago. ¿Está todo correcto? — Se puso en pie, yo la imité.

— Todo menos lo que te debo.

— He pensado en eso. Marj, usted conoce sus circunstancias mejor que yo. Lo dejo en sus manos.

— Pero ni siquiera me has dicho lo que van a pagarte por eso.

— No lo sé. Mi amo no me lo ha dicho.

— ¿Tienes propietario? — Sentí una súbita aflicción. Cualquier PA puede tenerlo.

— Ya no. O no del todo. Fui vendida con un contrato por veinte años. Faltan solamente trece. Luego seré libre.

— Pero… Oh, Dios, Tilly, ¡sal tú también de la nave!

Puso una mano sobre mi brazo.

— Tranquilícese. Usted me ha hecho pensar en eso. Esa es la razón principal por la que no deseo ser atada. Marj, no estoy registrada en la nave como sujeta a ningún contrato.

En consecuencia puedo apuntarme a una excursión al suelo si puedo pagarla… y puedo.

Quizá la vea ahí abajo.

— ¡Sí! — La besé.

Ella me abrazó fuertemente, y el beso ganó velocidad. Gimió contra mi lengua, y sentí su mano introducirse entre mis ropas.

Finalmente deshice el beso y la miré directamente a los ojos.

— ¿Es así como están las cosas, Tilly?

— ¡Infiernos, sí! Desde la primera vez que la bañé.

Aquella tarde los emigrantes que abandonaban la nave en Botany Bay montaron un espectáculo en el salón para los pasajeros de primera clase. El capitán me dijo que tales representaciones eran tradicionales y que los pasajeros de primera clase contribuían habitualmente con una colecta para los colonos… pero que esto no era obligatorio. Él mismo acudió al salón aquella noche — también tradicional —, y me encontré sentada a su lado. Aproveché la ocasión para mencionar que no me sentía demasiado bien. Añadí que quizá tuviera que cancelar mis reservas para las excursiones por la superficie del planeta.

Me quejé un poco por ello.

Él me dijo que, si no me sentía perfectamente bien, lo mejor era evidentemente que no me expusiera a la superficie de un planeta extraño… pero que no me preocupara por perderme Botany Bay, que no era ni con mucho de los mejores. El resto del viaje era la parte más maravillosa. Así que, ¿por qué no es una buena chica? ¿O tendré que encerrarla en su habitación?

Le dije que, si mis náuseas no cesaban, iba a ser necesario que me encerrara en mi habitación. El viaje a Frontera había sido horrible — mareada durante todo el camino —, y no quería arriesgarme de nuevo a algo parecido. De todos modos había empezado a prepararme picando apenas en la cena.

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