Connie Willis - Tránsito

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Ocho premios Hugo, seis premios Nebula, y el John W. Campbell Memorial en unos diez años avalan la excepcional habilidad narrativa de la autora de
y
. Se trata de una de las mejores y más inteligentes voces de la narrativa modena, que esta vez nos sorprende e intriga con una emotiva y racional exploración del mundo de las ECM (Experiencias Cercanas a la Muerte) en una novela de implacable suspense.
Según diversos testigos, en una ECM parece haber varios elementos nucleares: experiencia extracorporal, sonido, un túnel de altas paredes, una luz al final del túnel, parientes fallecidos y un ángel de luz con resplandecientes túnicas blancas, una sensación de paz y amor, una revisión de la vida, una revelación del conocimiento universal y la orden de regreso final. ¿Es todo esto algo real, o se trata tan sólo de manifestaciones surgidas de la bioquímica de un cerebro moribundo?
En
, Joanna Lander es un psicóloga que investiga las ECM. Su encuentro con el neurólogo Richard Wright ha de permitirle simular clínicamente ese tipo de experiencias con el uso de drogas psicoactivas. Pero los sujetos del experimento del doctor Wright ven cosas completamente distintas de lo esperado, y Joanna decide someterse al experimento para conocer directamente una ECM. Y las sorpresas empiezan…
Novela finalista del premio Hugo 2002
Novela finalista del premio Nebula 2001
Novela finalista del John W. Campbell Memorial Award 2002

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“Oh, no —pensó Richard—, ya está empezando con otra historia.” Miró a Joanna, tratando de indicarle por señas que hiciera otra pregunta, pero sus ojos estaban clavados en el señor Wojakowski.

—… dice: “¿Cuánto tiempo va a tardar en repararlo?” Y el práctico del puerto dice: “Seis meses, quizás ocho.” Y el capitán va y dice:, “Tienen tres días.” —El señor Wojakowski se dio una palmada en la rodilla, lleno de regocijo—. ¡Tres días!

—¿Y lo repararon en tres días?

—Puede estar segura de que sí. Repararon las vías de agua y soldaron sus entrañas y lo enviaron de vuelta a Midway. Resurgió de entre los muertos en tres días. Demonios, parecía que los japos habían visto a un fantasma cuando apareció allí y hundió a tres de sus portaaviones.

Se dio otro golpe en la rodilla.

—Pero entonces yo no sabía nada de eso. Creí que se había hundido de todas, todas, y que estaba perdido. Los japoneses habían llegado ya a Malakula. Hablé con los nativos para que me llevaran escondido a Vanikalo, pero la Marina jopo estaba desembarcando en todas esas islas, así que me conseguí una canoa y unos cuantos cocos, y me marché hacia Port Moresby. Pensé que morir en el mar era mejor que ser capturado por los japos. Y eso es lo que hice. Me quedé sin comida y sin agua, y los tiburones empezaron a acecharme, y yo pensaba que había llegado el final cuando vi algo en el horizonte.

Se inclinó hacia delante, señalando más allá de Joanna.

—Es un barco, y al principio pienso que estoy viendo visiones, pero sigue acercándose y, cuando se acerca más, veo que tiene una torreta encima. Puedo ver los mástiles y las antenas. Bueno, lo único con una torreta así es un portaaviones, y si es un portaaviones japo, será mejor que salga de aquí pitando. Trato de distinguir si hay un sol naciente en la bandera, pero no lo veo, tengo el sol de cara, y no puedo ver nada, excepto que viene derechito hacia mí. Y entonces veo el número en su casco, CV-5, y sé que es el Yorktown, surgido de la tumba. Entonces supe que nada ni nadie podría hundirlo.

—Pero se hundió en la batalla de Midway, ¿no? El se la quedó mirando.

—No antes de hundir tres portaaviones y ganar la guerra.

—Lo siento —dijo Joanna—. No pretendía…

—No importa —dijo el señor Wojakowski—. Todos los barcos se hunden tarde o temprano. Pero no ese día. No ese día. Ese día parecía que iba a permanecer a flote eternamente. Nunca he visto un espectáculo más hermoso en toda mi vida. —Miró más allá de ellos, recordando, su rostro moteado encendido.

“Creí que se había hundido, y que no iba a volver a verlo nunca más. Pensé que estaba perdido, y allí estaba el barco, avanzando hacia mí por las aguas, las banderas ondeando y todos los marineros a bordo asomados a la baranda de la cubierta, todos con sus uniformes blancos, lanzando sus gorros al aire y aullando para que subiera a bordo. ¡Fue el mejor día de mi vida! —Le sonrió a Joanna, y luego a Richard—. ¡El mejor puñetero día de mi vida!

Joanna tardó otros diez minutos en conseguir que el señor Wojakowski recuperara el hilo lo suficiente para decirles que el túnel era en realidad un pasillo y que había una puerta al fondo, con una luz brillante y gente vestida de blanco cuando la abrió.

—La luz se reflejaba en ellos y no pude ver una maldita cosa. Joanna le preguntó cómo se sentía durante la ECM.

—¿Sentir? No sé si sentí nada. Estaba demasiado ocupado observándolo todo. Fue como cuando los japos nos alcanzaron aquella primera vez en el mar de Coral. Recuerdo que pensé que iba a cagarme en los pantalones, pero no lo hice. Mac McTavish estaba de pie a mi lado y…

Hizo falta toda la habilidad de Joanna y otros diez minutos para impedir que se embarcara en otra historia, y nunca consiguieron una respuesta.

—Lo siento —se disculpó Joanna después de que el señor Wojakowski se marchara por fin—. No quise arriesgarme a volver a preguntarle.

—Lástima que su testimonio de la ECM no sea tan detallado como esa historia del rescate del Yorktown —dijo Richard.

—La verdad es que nos ha contado bastante. El hecho de que recordara el ataque de los Zeros indica que sintió algún temor, aunque dijo que no.

—También recordó el mejor día de su vida —dijo Richard—. Comentó que la luz era más brillante que la última vez. ¿Dijo algo Amelia Tanaka comparando el brillo o el resplandor de sus ECM?

—No lo recuerdo. Puedo cotejar sus descripciones —dijo ella, y se levantó como para ir a su despacho.

—No lo necesito ahora mismo. Estaba sólo divagando. Los niveles de endorfinas del señor Wojakowski fueron elevados esta vez, y he pensado que podrían estar produciendo el efecto de la luz.

—”La luz se reflejaba en ellos y no pude ver una maldita cosa” —leyó Joanna sus notas—. No es eso lo que me sorprendió de su declaración. Lo que me sorprendió es que abrió la puerta.

—¿Abrió la puerta? —dijo Richard, preguntándose qué había de extraordinario en eso.

—Sí, es la primera vez que tengo noticias de que alguien que experimenta una ECM actúa con voluntad. Todos los testimonios que he oído tienen una visión pasiva, en la que el sujeto ve y experimenta cosas o recibe la acción de otras figuras, pero el señor Wojakowski no sólo abrió la puerta, sino que también se detuvo y prestó atención al sonido. —Se encaminó hacia la puerta— Comprobaré lo del brillo.

Volvió al cabo de menos de una hora para notificar que no había nada en las descripciones de Amelia comparando los resplandores.

—La he llamado y se lo he preguntado. Me ha dicho que la luz fue mucho más brillante en la primera sesión. También le he preguntado por la sensación de calor y amor que describió, y ha dicho que estuvo presente en las tres sesiones y fue más fuerte en la primera. Naturalmente, hay que tener en cuenta que han pasado más de diez días desde esa primera sesión, y cuatro desde la última, así que su memoria puede que no sea fiable.

Pero concordaba con los escaneos, que mostraban un nivel mucho más alto de endorfinas en la primera sesión que en la segunda, y el análisis de los neurotransmisores lo confirmó. Niveles más altos de endorfinas alfa y beta en el primero. No sólo eso, sino que en la primera había TRH y en la segunda no.

Él comparó los datos con los escaneos que acababan de obtener del señor Wojakowski. En ambos había NPK y endorfinas beta, y en mayores cantidades que en ninguna de las experiencias de Amelia. Cuando Joanna llegó para la sesión de la señora Troudtheim, Richard le preguntó si podía repasar las entrevistas que había hecho sobre las ECM en los dos últimos años, para ver qué decían sobre luces brillantes y sentimientos cálidos.

Ella ya lo había hecho.

—Parece que hay una correlación —dijo—. Es difícil asegurarlo con descripciones de segunda mano, sobre todo puesto que “brillante” es un término subjetivo, pero los sujetos que describen la sensación como “envolviéndome de amor y paz” o “una abrumadora sensación de seguridad” también describen una luz muy brillante, y a veces nada más que luz, como si el resplandor fuera tan deslumbrante que no les dejara ver nada.

—”No pude ver una maldita cosa” —dijo Richard, citando al señor Wojakowski—. Interesante. Tendremos que ver qué dice la señora Troudtheim al respecto.

Pero la señora Troudtheim no dijo nada. Y no fue “nuestra mejor observadora”, como dijo Joanna justo antes de que Tish le administrara la ditetamina. Fue una gran decepción.

No es que no fuera tan sensata y tan tranquila como Joanna había predicho.

Se desvistió y se subió a la mesa de reconocimiento sin decir nada, ella misma se colocó bien el antifaz cuando no cubrió del todo sus ojos, y contó lo que había experimentado con clara precisión.

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