Ira Levin - Las poseídas de Stepford

Здесь есть возможность читать онлайн «Ira Levin - Las poseídas de Stepford» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 1995, ISBN: 1995, Издательство: Plaza y Janés, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Las poseídas de Stepford: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Las poseídas de Stepford»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En la apacible y bucólica ciudad de Stepford las mujeres están poseídas por algo extraño, dificil de precisar, pero que en todo caso las induce a guardar una conducta sorprendentemente ejemplar. Por su parte, los maridos también observan un comportamiento intachable. Nadie se explica los motivos de unas vidas tan modélicas. Johanna, recién llegada a Stepford con su marido y sus hijos, decide investigar el enigma, sin imaginar que se verá atrapada en una pesadilla escalofriante… Las Poseídas de Stepford es una novela tan original como sobrecogedora, un nuevo hito en la producción del autor de la célebre La Semilla del Diablo.

Las poseídas de Stepford — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Las poseídas de Stepford», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—Aunque yo esté equivocada —dijo Bobbie con la boca llena—, aunque no haya aquí ningún agente químico que actúe como sospechoso —tragó—, ¿es éste el lugar donde realmente deseas vivir? Cada una de nosotras cuenta ahora con una amiga: tú la has conseguido después de dos meses, yo al cabo de tres. ¿Responde esto a tu concepto de una comunidad ideal? Cuando fui a Norwood a hacerme peinar para tu comida, vi una docena de mujeres: todas estaban apuradas, desaliñadas, irritadas…, ¡vivas! ¡Me dieron ganas de abrazarlas a todas, una por una!

—Busca amigas en Norwood —sugirió Joanna, sonriendo—. Tienes el coche.

— ¡Esa maldita independencia tuya! —Bobbie tomó su café del tablero—. Voy a pedirle a Dave que nos mudemos —anunció—. Venderemos la casa y compraremos otra en Norwood o en Eastbridge. Nos costará, a lo sumo, algunas molestias y dolores de cabeza, más los gastos de mudanza…, que puedo cubrir empeñando el cacharro, si él insiste.

—¿Crees que accederá?

—Será mejor que lo haga, o su vida va a hacerse un verdadero infierno. Yo siempre quise que compráramos en Norwood, pero él dijo: «Hay demasiadas avispas.» Y bueno, prefiero que me piquen las avispas, a que me envenene eso que está actuando por aquí. De modo que vas a quedarte sin ninguna amiga dentro de poco…, salvo que a tu vez hables con Walter.

¿De mudarnos?

Bobbie asintió, se quedó mirándola fijamente y sorbió su café.

Joanna meneó la cabeza.

—No podría pedirle que nos mudáramos de nuevo.

—¿Por qué no? Él quiere que seas feliz, ¿verdad?

—No estoy segura de no serlo. Y acabo de instalar el cuarto oscuro.

—Muy bien. Quédate clavada como una estaca. Transfórmate en tu vecina de al lado.

—Escucha, Bobbie: no puede tratarse de un agente químico. Es decir, podría ser, pero, francamente, no lo creo.

Conversaron sobre el mismo tema mientras terminaban de almorzar, y después siguieron viaje por la carretera de Eastbridge, y doblaron en la Ruta Nueve. Pasaron la galería comercial y las tiendas de antigüedades y llegaron a las plantas industriales.

—Los Solares del Envenenador —dijo Bobbie.

Joanna miró los limpios y bajos edificios emplazados a cierta distancia de la carretera, y separados entre sí por amplios espacios de césped verde. Óptica Ulitz (ahí trabajaba Herb Sundersen); CompuTech (Vic Stavros, ¿o estaba en Instatron?); Bioquímica Stevenson; Computadoras Haig-Darling; Microtécnica Burnham-Massey (Dale Coba —silbidos— y Claude Axhelm); Instatron; Reed & Saunders (Bill McCormick —¿cómo seguía Marge?—); Electrónica Vesey; Química Americana Willis.

—Experimentación sobre fluido nervioso, te apuesto cinco de los grandes —dijo Bobbie.

—¿En zona poblada?

—¿Por qué no? Con esa pandilla de Washington…

—Vamos, Bobbie…

Walter vio que andaba cavilosa, y le preguntó el motivo.

Joanna eludió la respuesta:

—Tienes que hacer ese contrato de Koblenz.

—Tengo todo el fin de semana libre. Vamos, desembucha.

Así, mientras raspaba los platos y los iba colocando en el lavaplatos, le contó que Bobbie quería mudarse, y le habló de su teoría de El Paso.

—Me parece bastante descabellado —dijo Walter.

—A mí también —convino Joanna—. Pero es cierto que las mujeres parecen cambiar aquí, y que el cambio es lamentable. Si Bobbie se va, y si Charmaine no recobra su personalidad anterior, que por lo menos era…

—¿Tú quieres que nos mudemos?

Ella lo miró con incertidumbre. Los ojos azules de Walter, que aguardaban la respuesta, no daban ningún indicio de sus sentimientos.

—No —dijo al fin Joanna—. No ahora, cuando estamos todos instalados. La casa es buena… Y sí: estoy segura de que sería más feliz en Eastbridge o en Norwood. Desearía que hubiéramos buscado en uno de esos pueblos.

—Vaya una respuesta inequívoca: no y sí —sonrió Walter.

—Pongamos un sesenta contra cuarenta por ciento—dijo Joanna.

Él se apartó de la alacena contra la cual estaba apoyado:

—Bueno, si la proporción llega a ser de cero contra cien, nos mudaremos.

—¿Querrías?

—Seguro. Si te sintieras realmente desdichada. No querría que fuera durante el año escolar…

—No, claro que no.

—Pero podríamos mudarnos en el verano próximo. No creo que perdiéramos nada, salvo el tiempo y los gastos de mudanza y embalaje.

—Es lo que dijo Bobbie.

—De manera que todo es cuestión de que te decidas.

Walter consultó su reloj y salió de la cocina.

—¿Sí?

Ella se adelantó hasta donde podía verlo, y se quedó parada en el pasillo.

—Gracias. Me siento mejor ahora —dijo, sonriendo.

—Eres tú quien tiene que pasar aquí todo el día, no yo —dijo Walter, y entró en el escritorio.

Joanna lo vio irse, volvió a la cocina, y echó un vistazo por la abertura hacia el comedor de diario. Pete y Kim, sentados en el suelo, miraban televisión… ¿El presidente Kennedy y el presidente Johnson juntos? ¡Qué raro! No: simplemente figuras que los representaban.

Miró un momento más, fue al fregadero y raspó los últimos platos.

También Dave estaba dispuesto a mudarse en cuanto acabara el período escolar.

—Accedió tan fácilmente, que le hubiera dado las gracias de rodillas —dijo Bobbie por teléfono a la mañana siguiente—. Lo único que espero es resistir hasta junio.

—Bebe agua mineral, por si acaso —bromeó Joanna.

—¿Crees que no? Acabo de mandar a Dave a comprar unas botellas.

Joanna se echó a reír.

—Ríe todo lo que quieras. Por unos pocos centavos diarios, más vale prevenir que lamentar. Además, he resuelto mandar una carta al Departamento de Salud. Pero, ¿cómo lo hago sin dar la impresión de una señora viejita con los tornillos flojos? Ahí está el problema. ¿Quieres ayudarme a escribir y firmar conmigo?

—Seguro. Ven más tarde. Walter está redactando un contrato de fideicomiso, y a lo mejor nos presta algunos vistos y considerandos.

Hizo collages de hojas otoñales con Pete y Kim. Ayudó a Walter a colocar las contraventanas de tormenta y se reunió con él en la ciudad, para ir a una cena de socios-y-sus-esposas: el plomo habitual de cordialidad falsa y auténtica inspección de trapos. Llegó un cheque de la agencia: doscientos dólares, por cuatro usos de su mejor fotografía.

Se encontró con Marge McCormick en el supermercado —sí, había tenido una indisposición, pero ya estaba bien, gracias—; con Frank Roddenberry en la ferretería: —«Hola, Joanna, ¿cómo le va?»— y con la delegada del Comité de Recepción, a la salida.

—Una familia negra viene a vivir en Gwendolyn Lane. Pero yo pienso que eso es bueno. ¿Usted no?

—Sí, yo pienso lo mismo.

—¿Ya tiene todo preparado para el invierno?

—Ahora sí. —Sonriendo le mostró la bolsa de alimento para pájaros que acababa de comprar.

— ¡Aquí es divino! —dijo la delegada del Comité de Recepción—. Usted es la fotógrafa, ¿verdad? ¡Debería tomarse un día de campo!

Llamó a Charmaine y la invitó a almorzar.

—No puedo, Joanna, lo siento mucho. ¡Tengo tanto que hacer en la casa! Tú sabes lo que es eso.

Claude Axhelm llegó un sábado a la tarde, para verla a ella, no a Walter. Llevaba consigo un estuche.

—Tengo un proyecto, en el que trabajo desde hace tiempo en mis horas libres —dijo, dando vueltas por la cocina, mientras Joanna le preparaba una taza de té—. Quizás haya oído hablar de él. He andado buscando cierto número de personas, para que me graben cintas con varias listas de palabras y sílabas. Los hombres lo hacen en la «Asociación», las mujeres en su casa.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Las poseídas de Stepford»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Las poseídas de Stepford» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Las poseídas de Stepford»

Обсуждение, отзывы о книге «Las poseídas de Stepford» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x