Charles Sheffield - La telaraña entre los mundos

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La telaraña entre los mundos: краткое содержание, описание и аннотация

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Charles Sheffield es uno de esos escritores de ciencia ficción que hace que el resto de nosotros piense seriamente en hacer carrera como vendedores de saldos. De hecho, la única razón por la que le permitimos vivir es que también somos lectores de ciencia ficción. Tiene la base científica de un Clarke, la capacidad narrativa de un Heinlein, la aguda ironía de un Pohl o un Kornbluth y la habilidad como constructor de universos de un Niven.
Spider Robinson

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—Sí… pero no —Rob vio la expresión de Anson y levantó una mano—. No saltes, Howard. Te contesto en serio, y sé que quieres aclarar esto tanto como yo. En cierto sentido tienes razón. Los vuelos gravitatorios son un buen método para adquirir impulso libre, si pasas junto a una gran masa, y quiero decir una muy grande. No hay nada entre la Tierra y Atlantis del tamaño necesario.

—Nada que nosotros conozcamos —Anson hablaba con tono de entendido—. ¿Y la posibilidad de un agujero negro? Eso podría servir. Sería muy pequeño y no lo veríamos. Por cierto, McAndrew dice que el Halo…

Se interrumpió. Rob sacudía la cabeza otra vez.

—Perdóname por desilusionarte, Howard, pero de haber un agujero negro que valga la pena, uno con una masa considerable, en algún lugar del Sistema, lo habríamos descubierto hace mucho tiempo. Sus efectos de gravedad habrían afectado a otros cuerpos. Lo mismo ocurriría con un planeta desconocido. No puede haber una masa desconocida en el Sistema Interior. Al menos no lo suficientemente grande como para tener un campo de gravedad digno de mención. —Suspiró—. No encontraremos una explicación tan fácil. De todos modos, tu idea no encajaría con lo que dijo Pascal sobre cómo murieron los Duendes.

Rob volvió a notar cómo los ojos de Anson perdían expresión cuando recibía alguna información nueva de naturaleza objetiva. Era como si se convirtiera en un objeto sin sentimientos ni personalidad, un pizarrón en blanco sobre el cual se almacenarían para siempre los datos. Apenas terminaba el almacenamiento, volvía el otro Howard Anson, el caballero agradable y comprensivo con su fuerte personalidad, que tenía el mando, frunciendo el ceño ante el último comentario de Rob.

—¿Qué quieres decir con eso de que no encajaría con lo que dijo Pascal? Habría grandes fuerzas si se volara junto a un agujero negro, y la aceleración sería increíble.

—Debería serlo —asintió Rob—. Pero no sentirías nada. Las aceleraciones gravitatoria y dinámica estarían en perfecto equilibrio. Sentirías fuerzas de marea si estuvieras muy cerca, pero desaparecerían con la distancia. Para que te molestara tendrías que estar realmente cerca. En la mayoría de los vuelos con utilización de impulso gravitatorio, te sentirías como en caída libre. Realmente no sirve, Howard, mejor olvídate de esa idea. No explica lo que te contó Pascal.

—Muy bien —dijo Anson, encogiéndose de hombros—. Era mi última flecha. Tú eres el experto, tú me lo dirás. ¿Qué ha pasado con los Duendes y de dónde venían? Has descartado las únicas razones que se me ocurren.

—Es peor de lo que supones —dijo Rob, sonriendo con pena—. He descartado las únicas razones que se me ocurren a mí también. Déjame pensarlo un poco más. Por el momento tengo la cabeza tan llena del Tallo que no hay lugar para nada más.

—¿Sigue en pie el ofrecimiento de conseguirnos asientos para el aterrizaje?

—En primera fila. No puedo haceros entrar en el Centro de Control propiamente dicho, ya está demasiado lleno. Pero puedo colocaros en la sala exterior, desde donde veréis las mismas imágenes que yo.

—Estoy impaciente. —La voz de Anson había perdido parte de la frustración de momentos antes—. ¿Qué veremos? ¿Algo espectacular?

—Ésa es la gran pregunta. Sé lo que espero que veáis. Si algo sale mal, quién puede decirlo; pero sí será espectacular —Rob sonrió—. Cuanto mejor salga, menos fuegos de artificio para ver. Me ocuparé de que haya pases para ti y para Senta para el Centro de Control de Santiago.

—Ésa es una de las cosas que no comprendo. ¿Por qué en Santiago? ¿Por qué no en el punto de amarre, en Quito?

—No puedes permitirte poner el control donde puede ser arrasado si algo sale mal —la voz de Rob sonó sombría—. Si el Tallo se rompe, o si no podemos colocar el lastre de la manera correcta en el extremo superior, no habría ningún lugar seguro en todo el ecuador. En el peor de los casos, deberemos sacrificar el Control de Amarre para evitar males mayores. Tendremos cable más que suficiente para envolver la Tierra dos veces.

Anson guardó silencio un momento. Luego una mirada sorprendida apareció en su rostro, cuando se dio cuenta de que Rob no bromeaba.

—Es cierto. Estoy empezando a darme cuenta de lo que significan cien mil kilómetros de cable. ¡Dios mío!, has construido un verdadero monstruo para Regulo. Es más grande que Ourobouros, dos veces alrededor de la Tierra, no una.

—Y Regulo insiste en que éste es sólo el principio. En cuanto dispongamos de una transferencia de masa fácil desde la Tierra, podremos ir a trabajar al Sistema. Pondremos algo de agua de la Tierra en Marte, o traeremos asteroides a la superficie, poco a poco.

—Necesitaréis también un Tallo en Marte.

—Eso es fácil. Podríamos haber puesto uno en Marte hace tiempo de haberlo querido. No se necesita tanta resistencia para un Tallo-de-habichuela en Marte, se puede construir con hebras comunes de grafito si se quiere. De todas maneras, Howard, no decía en serio lo de llevar agua de la Tierra a Marte. No sería económico. Seguía el juego de Regulo, especular en todas direcciones. —Rob se reclinó en la silla y se restregó los ojos enrojecidos—. Verdaderamente creo que lo hago mejor cuando estoy cansado.

—Claro que sí —Anson vio que Rob miraba el reloj, y se dio cuenta de que el plan de horarios del Tallo sería la preocupación constante de Merlin hasta el descenso y el amarre—. Sólo cuando estás cansado dejas libre a tu mente. Cuando hayas terminado este trabajo, será mejor que te tomes unas largas vacaciones, Rob. Necesitas una recarga de energía.

—Bien, hablaremos del tema después del amarre. ¿Querrías averiguarme un par de cosas más, Howard? No tengo tiempo de ocuparme yo.

Rob se estaba poniendo más y más inquieto. El tiempo lo presionaba. Anson asintió.

—Dime lo que necesitas.

—No estoy seguro de los detalles. Quiero saber más sobre el Cancer pertinax , éste es el primer punto. Necesito saber también cuánta gente sufre de él, cuáles son los tratamientos, y si se está cerca de descubrir un remedio. Tiende a ser hereditario, pero me gustaría que averiguaras además si hay posibilidades de infección.

—Eso es fácil. La información estará en los bancos públicos de datos o en los programas de investigación. A menos que Morel tenga tratamientos sobre los que aún no haya informado; siempre prefirió esperar a perfeccionar sus técnicas antes de hablar de ellas. Veré qué puedo hallar. ¿Algo más?

Rob vaciló.

—No creo que esto esté en ningún banco de datos. Quiero saber algo sobre Corrie. Senta dice que es hija de Regulo. Corrie asegura que no lo cree. ¿Hay alguna manera de averiguar la verdad, por pruebas de cromosomas o comparación genética?

—Ah —Howard Anson se restregó el pecho pensativo mientras pasaba una linterna mental por su banco de datos interior—. Creo que ésta es difícil —dijo al fin—. Ya puedo confirmarte que no habrá nada en los archivos públicos. Hace un par de años hablé del tema con Senta. No me llevó a ningún lado. Yo reaccioné como tú cuando ella me dijo que Corrie era hija de Regulo; nada lo corrobora, ni el certificado de nacimiento ni ninguna otra prueba. Le pedí más detalles pero tiene grandes lagunas en la memoria. Probablemente sea parte de los mismos recuerdos que hemos intentado atrapar por medio de los trances de taliza. —Se encogió de hombros—. Investigaré una vez más, pero no esperes gran cosa. ¿Se te ocurre alguna razón para dudar de que Senta esté diciendo la verdad?

—No —Rob estiraba el brazo para cortar la comunicación—, ninguna. Pero haz la pregunta al revés. ¿Se te ocurre alguna razón para creer que Corrie miente? No pueden tener razón las dos.

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