Ari Weingart llegó al despacho a la hora fijada. El bueno de Ari: educado, divertido, incluso puntual. Un santo.
—¿Está el jefe? —preguntó Ari.
—Sí que está. Le diré que ya estás aquí.
La ventana de Ray Scutter miraba al sur desde la sexta planta del Hubble Plaza, y a menudo la vista lo distraía. Normalmente había un constante flujo de tráfico de entrada y salida de Blind Lake. Últimamente no había nada, y el bloqueo había hecho que la vista desde su ventana fuera estática; la tierra más allá de la valla del perímetro estaba tan en blanco como el papel de estraza, sin ningún movimiento más que el devenir de las sombras de las nubes y alguna bandada ocasional de aves. Si uno mantenía la vista fija durante un tiempo venía a asemejarse al paisaje inhumano de UMa 47/E. Justo igual que otra imagen importada. Era todo superficie, ¿verdad? Todo bidimensional.
El bloqueo había creado diversos problemas irritantes. Y uno de ellos, y no el menor por cierto, era que él había terminado siendo, por carambola, el encargado de la autoridad civil del campus.
Su estatus en la jerarquía de la administración era relativamente bajo. Pero la conferencia anual sobre Astrobiología de la NSI y el Ciencia Exocultural habían tenido lugar en Cancún el fin de semana anterior. Una enorme delegación del personal académico y puestos directivos de la administración había metido el bañador en la maleta y había dejado Blind Lake un día antes del bloqueo. Si quitabas todos aquellos nombres del gráfico de responsabilidades, lo que quedaba era Ray Scutter flotando sobre la dirección de varios departamentos como un globo perdido.
Aquel o quería decir que la gente venía a él con problemas para cuya solución carecía de poder. Exigencias que él no podía concederles, como una explicación coherente del bloqueo o una excepción especial del mismo. Tenía que decirles que él tampoco sabía nada. Todo lo que podía hacer era seguir las indicaciones de los protocolos previstos y esperar instrucciones del exterior. Esperar, en otras palabras, a que toda aquella montaña de mierda llegara a su fin. Pero ya l evaba demasiado tiempo.
Su vista vagaba por la ventana cuando Ari Weingart l amó a la puerta y entró.
A Ray le disgustaba el alegre optimismo de Weingart. Sospechaba que ocultaba un desprecio secreto, sospechaba que bajo aquel exterior de tipo majo, Weingart estaba luchando por conseguir más influencia de forma tan entusiasta como cualquier otro director de departamento. Pero al menos Weingart había comprendido la posición de Ray y parecía más interesado en cooperar que en quejarse.
Si al menos pudiera eliminar aquel a sonrisa… Aquel gesto recorrió a Ray como un rayo láser, con dientes tan blancos y regulares que parecían azulejos luminosos.
—Siéntate —dijo.
Weingart cogió una silla y abrió su ordenador de bolsillo. Directo al trabajo. A Ray le gustaba aquello.
—Querías una lista de situaciones de las que vamos a tener que ocuparnos si la cuarentena continúa mucho más. He tomado algunas notas.
—¿Cuarentena? —dijo Ray—. ¿Es así como la gente lo l ama?
—Para diferenciarlo de un bloqueo estándar de seis horas, sí.
—¿Por qué deberíamos ser sometidos a cuarentena? No hay nadie enfermo.
—Cuéntaselo a Dimi. —Dimitry Shulgin era el jefe de Seguridad Civil, que tenía cita a las cuatro—. El bloqueo sigue una oscura red de nomenclaturas en el manual militar. Él dice que el os lo llaman una «cuarentena de información», pero nadie creía realmente que pudiera llegar a darse.
—No me lo ha mencionado. Juro por Dios que ese hombre es como una puta estatua eslava. ¿Qué es exactamente lo que ocurre en una «cuarentena de información»?
—La normativa es de hace bastante tiempo, de cuando Crossbank estaba comenzando a obtener imágenes. Es uno de esos escenarios paranoicos de las sesiones del Congreso. La idea era que Crossbank o Blind Lake podían recoger algo peligroso, obviamente nada físico, sino algún virus o un gusano de algún tipo. ¿Sabes qué es la esteganografía?
—Información codificada en fotografías o imágenes. —No le recordó a Weingart que él, Ray, había declarado en aquellas sesiones. La información de interés militar había sido un tema candente durante aquel tiempo. El lobby ludita había temido que Blind Lake importara algún programa digital alienígena pernicioso, o, por amor de Dios, algún virus mortal que pudiera extenderse por las rutas terrestres, creando una ola de caos sin precedentes.
A pesar de lo cauteloso que era normalmente respecto a la capacidad de Blind Lake para explorar lo desconocido, la mera idea le parecía ridícula. Los aborígenes de UMa 47/E no tenían forma de saber que se les espiaba. Y aunque así fuese, las imágenes procesadas en Blind Lake habían viajado, aunque misteriosamente, a la velocidad convencional de la luz. Se necesitaría tanto una percepción imposible como un deseo ridículamente paciente de venganza para que el os pudieran reaccionar de cualquier forma hostil. Aun y todo, él mismo se había visto forzado a admitir que una peligrosa esteganografía no era una imposibilidad absoluta, al menos en abstracto. Así pues, se había previsto una serie de planes de contingencia dentro de la inmensa red de planes de seguridad que rodeaba a Blind Lake. Aunque, en opinión de Ray, aquel era el mayor fiasco de la historia de la Astronomía desde la teoría de Girolamo Fracastoio, que aseguraba que la sífilis era consecuencia de la conjunción de Saturno, Júpiter y Marte.
¿De verdad se habían l evado a efecto todos aquellos edictos l enos de palabrería?
—Hay un problema con esa idea —le dijo a Weingart—: no hay provocación. No hemos descargado nada sospechoso.
—Todavía no, en cualquier caso —respondió Weingart.
—¿Sabes algo que yo no sepa?
—Apenas. Pero digamos que si ha habido un problema en Crossbank…
—Vamos, hombre. Crossbank está mirando océanos y bacterias.
—Lo sé, pero si…
—Y nosotros estamos trabajando con objetivos completamente diferentes, en cualquier caso. Su trabajo no afecta al nuestro.
—No, pero si hubo alguna clase de problema con el proceso…
—¿Quieres decir algo endémico al Ojo?
—Si hubiera algún tipo de problema con los O/CBE en Crossbank, el Ministerio de Energía o los militares podrían haber decidido ponernos por precaución en cuarentena.
—Al menos podrían habernos avisado.
—El bloqueo de información tiene que ser de doble sentido para ser efectivo. Nada entra y nada sale. Tenemos que asumir que no quieren información alguna en el cableado.
—Eso no significa que no puedan dar un aviso.
—A no ser que tuvieran prisa.
—Todo esto es ridículamente especulativo, y confío en que ni tú ni Shulgin lo hayáis hablado con nadie. Los rumores pueden causar el pánico.
Weingart pareció querer decir algo, pero se lo cal ó.
—En cualquier caso —dijo Ray—, no está en nuestras manos. La cuestión acuciante es qué podemos hacer por nosotros mismos hasta que alguien reabra la verja.
Weingart asintió y comenzó a leer su lista.
—Abastecimiento. Hemos comprobado que el agua potable no ha sido restringida, pero sin ninguna intervención, pronto vamos a tener escasez de algunos productos alimenticios antes del fin de semana, y deberemos afrontar una posible hambruna para finales de noviembre. Asumo que nos van a reabastecer, pero quizás fuera buena idea apartar nuestro excedente, y quizás incluso apostar algunos guardias.
—No puedo ni imaginar que este… asedio dure hasta el Día de Acción de Gracias.
—Bueno, pero ahora estamos hablando de posibles escenarios.
—De acuerdo, de acuerdo. ¿Qué más?
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