Se quedaron mirándolo. Así era exactamente.
– Quiero que sepas que esta decisión es totalmente tuya -dijo el presidente-. Podríamos asegurar la sobrevivencia de Estados Unidos y…
– No. Él me dio vida para esto -lo interrumpió Thomas; ahora todo tenía sentido; luego miró a Kara, quien tenía los ojos llorosos-. La historia gira alrededor de este sacrificio. ¿Lo ves? Recibí vida en el lago para que pudiera darles vida a ustedes. El hecho de que esto vaya a costarme la vida en realidad es intrascendente.
Thomas estaba siguiendo los pasos de Justin. Por supuesto. De eso se trataba. Él no sabía cómo funcionaría esto en estas dos realidades suyas, pero sabía que su vida había estado señalada para este momento. Para esta decisión.
– Hagámoslo. Sáquenmela toda -determinó él empezando a dirigirse al salón con la cama de hospital, pero se volvió al ver que ellos no lo siguieron-. Dormiré, ¿correcto? Debo soñar. Eso es lo único que pido. Permítanme soñar. Y Kara. Que Kara sueñe.
Ella tenía los ojos totalmente abiertos.
– Thomas… -balbuceó ella, pero le faltaron las palabras.
Obligó a su mente a volver a su último sueño. Lo sintió lejano, mezclado con este asunto de su sangre.
– Esa es mi única condición -declaró.
Ellos miraron en silencio.
– Tienes que soñar, Kara -pidió Thomas, llevándola a un lado y bajando la voz-. Yo estoy…
– Thomas, yo…
– No, escúchame -la interrumpió él hablando rápidamente-. Estoy otra vez en la biblioteca con Chelise. Woref está tratando de obligarme a negar mi amor por ella. Amenazó con matarla si no lo hago.
Thomas se pasó una mano por el cabello, recordando ahora todo.
– Necesito que despiertes como Mikil y encuentres a Qurong. Tienes que soñar antes que yo, así tendrás suficiente tiempo para entrar a la ciudad de las hordas, hallar al padre de Chelise, y convencerlo de rescatar a su hija de manos de Woref en la biblioteca. Será peligroso, no mentiré. Y si Mikil muere allá, muy bien podrías morir aquí. Pero es lo único…
¿Cómo podía él pedirle que hiciera esto?
– Por favor -insistió él.
– Desde luego que lo haré -respondió ella afirmando la mandíbula y dando un paso adelante-. Es lo menos que puedo hacer por mi hermano. Por el comandante de los guardianes del bosque.
– Te amo, Thomas -susurró Kara viendo en los ojos de él que se hallaba a punto de llorar-. Esto no es el fin. Justin tiene más. Sé que así es.
Thomas intentó contestar, pero estaba muy emocionado.
– Entonces déjame hacer esto -logró él decir al fin,
– Thomas…
Una lágrima se deslizó por la mejilla de Monique. Él sabía que ella lo amaba. Quizás no como una mujer ama a un hombre, pero había compartido bastante del amor de Rachelle por él para que ella le importara de manera muy profunda.
– Está bien, Monique. Lo verás. Todo saldrá bien.
– No tienes que hacer esto -aseguró Robert Blair-. De veras que no.
– No sean irrazonables. No me habrían llamado aquí si pensaran otra cosa. ¿Cómo pueden siquiera sugerir que yo piense de otro modo?
Ellos parecieron congelados.
Thomas se volvió y se fue al cuarto de espera a grandes zancadas.
***
TRES CIRUJANOS vestidos de blanco alistaron a Thomas, Kara había insistido en soñar en el mismo cuarto que su hermano. La habían sedado y le habían puesto un parche con un poco de la sangre de él a la misma incisión que el Dr. Bancroft le hiciera en el brazo. Ella giró la cabeza y miró a Thomas, quien descansaba de espaldas, preguntándose si él sentía la heparina que le acababan de inyectar por vía intravenosa. El agente trombolítico impediría que se le coagulara la sangre al entrar a la máquina de bypass.
– Te veré en el otro lado, Thomas -manifestó Kara.
Él la miró. Monique estaba al lado de la cama de Kara, con los brazos cruzados, batallando con emociones que Thomas solo podía imaginar. El presidente se hallaba fuera del salón en su teléfono celular. Evidentemente Phil Grant había desaparecido. Creían.
– La fortaleza de Elyon -dijo su hermana.
Thomas le brindó una débil sonrisa. Empezaba a sentir los primeros efectos de las drogas.
– Es un fallecimiento, Kara. Solo un fallecimiento -aseveró el asintiendo hacia la ventana-. Tal vez ellos no entenderían lo que está sucediendo ahora, pero tú sí. Lo sabes como Mikil. Es la manera de Justin.
– Aquí no se siente de ese modo -objetó ella.
– Se debe a que no siempre el Círculo se siente real aquí. ¿Pero lo hace eso menos real? Tenemos Las historias escritas por el Amado, Kara. La conexión es obvia. Es lo mismo aquí que allá; ¿no puedes ver eso?-Sí. Sí puedo -contestó ella mirando el techo-. Pero en el Círculo hay tristeza en la defunción hasta para quienes se quedan.
Ella tenía razón.
– Si no lo logro, díselo, Kara. Cuéntales lo que los dos vimos.
– Lo haré.
– ¿Te hablé del estanque rojo que habían ocultado detrás del lago? -. indagó él.
– No. ¿De veras? -declaró ella, volviéndose.
– De veras. Chelise dice que secaron el lago pero que no se pudieron deshacerse de toda el agua, así que la cubrieron en el costado norte.
– Los estanques rojos -concordó Kara-. Como sangre.
Los ojos de ella se cerraron brevemente, luego se abrieron. Las drogas estaban funcionando.
– Te amo, Thomas.
Luego los ojos se le cerraron a ella.
– Yo también te amo, Kara.
Thomas miró la brillante luz encima de é¡. El tiempo parecía desacelerar.
– Usted empezará a sentir somnolencia -informó uno de los doctores-. Le administramos anestesia en la vena.
Le habían explicado que estaban usando un procedimiento simple de bypass que bombearía su sangre dentro de la máquina a su derecha. Él deseaba soñar, así que lo pondrían a dormir rápidamente. No sentiría dolor, ni siquiera un pinchazo. Una vez que empezaran, todo el procedimiento tardaría menos de diez minutos.
Los doctores se apartaron y Robert Blair se le colocó al lado de la cama.
– Quiero que sepas que ningún alma viva tendrá alguna duda de quién les salvó la vida -le dijo el presidente poniéndole la mano en el hombro-. Estás cambiando la historia.
– ¿Es eso lo que crees? -inquirió Thomas, a quien ya le costaba concentrarse-. Quizás así sea. Estoy salvando algunas vidas. Cuando Justin murió, hizo mucho más. Si debes agradecer a alguien, agradécele a él.
– Justin -dijo el presidente-. ¿Y quién es Justin?
– Elyon. Dios.
– Créeme, nunca volveré a creer en Dios de la misma manera -aseguró Blair levantando la mirada y enfocándola hacia fuera de la ventana.
– Thomas -dijo una voz, y una mano le tocó el otro hombro; él miró a Monique, quien trataba de no llorar, pero estaba perdiendo fuerzas.
– Nada de esto es culpa tuya -afirmó Thomas-. No fue tu vacuna la que causó todo esto. Fue lo que el hombre hizo con tu vacuna. Recuerda eso.
– Lo recordaré -contestó ella en voz baja.
Ahora apenas podía oírla. Se le estaba escurriendo el mundo.
– El verdadero virus es la maldad -se oyó decir él mismo-. La enfermedad… de las hordas.
Luego se quedó dormido.
Soñando.
***
MONIQUE NO soportó presenciar el procedimiento completo. Todos se encontraban bien presentados y pulcros vestidos de blanco, con instrumentos plateados y máquinas complicadas, pero al final sencillamente estaban vaciándole la sangre a Thomas hasta que este muriera.
Así era como sacrificaban el ganado.
Pero también había sido la decisión de él. Este hombre que una y otra vez había venido a rescatarla y que le salvara dos veces la vida estaba haciendo ahora su sacrificio final. Ella no conocía un hombre más valiente.
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