– Fue Svensson.
– Por supuesto. Voy a las ondas tan pronto como traigan a este tipo Orear y voy a decirle al pueblo estadounidense que voy a colaborar con los franceses.
– Comprendo.
– Que Dios nos ayude, Merton.
– Sí señor. Que Dios nos ayude.
JOHAN OBSERVÓ los tres caballos que galopaban dentro del cañón hacia ellos. Suzan los había descubierto desde lo alto del barranco e hizo señas con la mano. Ahora ella guiaba, tenía el cabello oscuro suelto al viento. Nacida para cabalgar. El recordaba la reputación de ella como comandante de los exploradores, quien podía localizar un simple grano de paja del desierto en cualquier cañón. Cuando él era Martyn la había temido casi tanto como a Thomas. Inteligencia era la clave de muchas batallas y Suzan lo había igualado en cada giro.
No se había imaginado que alguna vez tendría el placer de cabalgar al lado de ella. Verla acercarse con tal garbo y belleza hizo que se le acelerara el pulso. Quizás era hora de expresar sus sentimientos por esta mujer.
Thomas cabalgaba detrás de ella. Extraño pensar en eso, pero si él estaba despierto aquí, significaba que dormía en su otra realidad.
Además de Thomas, la mujer. La hija de Qurong.
– Lo logró de veras -comentó Mikil al lado de él-. Mírala cabalgar.
– Thomas debió de haberla sacado a la fuerza. La Chelise que conocí nunca acordaría venir por su cuenta.
– El amor obliga a la mujer más fuerte -expresó Jamous guiñándole un ojo a Mikil.
– ¿Amor? -exclamó Johan soltando la carcajada-. Dudo que el amor obligue a la hija de Qurong.
– De cualquier manera, estás consiguiendo lo que has sostenido expuso Mikil-. Estamos a punto de ver cuán amigos pueden ser albinos y encostrados.
– No tenía esto en mente. Me refería al ahogamiento. Y cuanto más pienso en el asunto, más creo que estaba equivocado.
– Ten cuidado con lo que esperas.
Suzan bajó del caballo, dio dos rápidos pasos hacia ellos y luego disminuyó la marcha. ¿O eran dos rápidos pasos hacia él? No había duda de que la mirada de ella estaba fija en él. Johan se preguntó si los demás lo notaron.
Thomas y Chelise habían disminuido la marcha hasta un trote suave. Suzan viró hacia Mikil y le agarró los brazos.
– La fortaleza de Elyon. Me agrada verte. ¿Y William?
– Continuó hacia la tribu con Caín y Stephen.
Thomas montaba radiante. Chelise se detuvo a su lado, mirando con cautela desde su capucha, el rostro blanco con morst. Se había puesto flores de tuhan en el cabello. Esto, junto con la suave textura del morst, era nuevo para las hordas.
– Me gustaría presentarles a la princesa -expresó Thomas señalándola con la mano-. Mis amigos, les presento a Chelise, hija de Qurong y deleite de Thomas.
Los ojos de Mikil se abrieron de par en par con asombro. ¿Deleite? Ella era una encostrada. ¿Y correspondía Chelise los sentimientos de él?
– Y este, princesa Chelise, es Johan -anunció Suzan colocando una mano en el hombro de Johan.
¿Habían hablado de él?
– Es un placer volver a verte -manifestó Johan dando un paso e inclinando la cabeza.
Chelise se quedó muda. Nunca lo había visto como albino. La pobre muchacha estaba aterrada.
Thomas bajó a la arena y estiró la mano hacia Chelise, quien la agarró y desmontó con garbo. Luego él la tomó de la mano y Chelise no hizo ningún intento por desanimarlo. ¿Había alguno de ellos visto alguna vez una escena así? Un albino, Thomas, comandante de los guardianes, agarrando ornamente la mano de una mujer enferma.
Chelise finalmente le soltó la mano y siguió adelante. Inclinó la cabeza.
– Johan. Es un placer volver a ver al gran general.
En realidad el gran general está detrás de ti -objetó Johan-. Se arna Thomas, y yo soy su humilde siervo.
El señaló a los otros.
– Esta es Mikil, tal vez la recuerdes como la segunda al mando de Thomas, y su esposo, Jamous. Jamous asintió con la cabeza.
– Veo que tú y Thomas se han vuelto amigos -declaró Mikil dando un paso al frente, después hizo una pausa prolongada-. Cualquiera que sea amigo de Thomas también es mi amigo.
La teniente sonrió y estiró la mano.
Chelise sonrió tímidamente y le correspondió. Recibir a una encostrada como hiciera Mikil no era una escena tan fuera de lo común… el Círculo había guiado a muchos encostrados dentro de los estanques rojos para ahogarlos.
– Lo siento, el aire está prácticamente impregnado con romance – opinó Mikil volviéndose y suspirando; luego fue hasta donde Jamous, le agarró el rostro entre las manos y lo besó de modo apasionado en los labios-. No puedo evitarlo.
Thomas se ruborizó e intentó poner las cosas en su lugar para la asombrada princesa.
– Tendrás que perdonarnos, pero en el Círculo no somos muy tímidos acerca del romance. Creemos que el amor entre nosotros no es muy distinto del amor entre Elyon y su novia. Lo llamamos el Gran Romance. Quizás recuerdes eso. Del bosque colorido.
– He oído rumores -comentó Chelise, pero la mirada de curiosidad en el rostro de la joven reveló su ignorancia de tales rumores.
Todos se quedaron en silencio.
– ¡Bien entonces! -exclamó después Thomas dando una palmada-. El sol se va a poner, y nos gustaría un poco de carne. Solo hemos comido fruta todo el día. Johan, dime por favor que has cazado algo de carne. Es lo menos que un poderoso general como tú podría hacer por una princesa.
Los ojos de Thomas centellearon.
– ¿Quieres carne, verdad, Chelise? Me confesaste cuánto te gusta un buen bistec con tu vino. ¿Tenemos vino, Johan?
– En realidad, un sencillo pastel de trigo estaría bien…
– ¡Tonterías! Esta noche celebramos. ¡Carne y vino!
– ¿Y qué estamos celebrando? -preguntó Chelise; Johan pensó que ella ya se sentía más cómoda.
– Tu rescate, desde luego. ¿Johan?
Una tímida sonrisa recorrió la boca de Chelise.
– Tenemos tres conejos y nuestra agua es tan dulce como el vino. ¿Nos arriesgamos a encender fuego?
– No puedes tener una celebración adecuada sin fuego. ¡Por supuesto que nos arriesgamos a encender una hoguera!
***
LA NOCHE era cálida y la luna estaba llena, pero Thomas apenas lo notó. Podría ser helada y a él no le importaría. En su pecho ardía un fuego, y con cada hora que pasaba abrazaba más esa calidez. Así se lo repetía él mismo.
Pero al mismo tiempo Thomas estaba plenamente consciente de que aumentaba su recelo. También era probable que él apenas notara la fría noche debido a la oleada de confusión que sentía. ¿Adónde los conducirían sus insólitos sentimientos por Chelise? Ver a sus amigos en el campamento solo realzaba la peculiaridad del extraño romance. Audazmente la había llamado su deleite, por supuesto, pero se sentía como un hombre lleno de nervios en el día de su boda. ¿Con qué derecho había hecho tan atrevidos comentarios tan pronto y en tan contrarias circunstancias?
Los conejos que Johan cazara temprano anegaron el campamento con un delicioso aroma. El grupo conversó un poco y vio cómo los roedores se asaban sobre una varilla. Había muchos asuntos que pudo haber provocado una fuerte discusión en los miembros del grupo, pero Mikil tenía razón: algo más había en el aire, y en comparación hacía parecer insignificantes los asuntos de doctrina y estrategia. Había una romántica tensión en el aire. El aura de amor improbable, si no prohibido.
Thomas se sentó con las piernas cruzadas junto a Chelise, quien con garbo se había sentado en la arena. Mikil se recostó en los brazos de Jamous a la derecha de Thomas. Eso dejaba fuera a Johan y Suzan, la extraña pareja. Pero parecía que después de todo ellos no eran tan extraños. Cualquier pensamiento que hubieran ocultado antes no estaba muy bien disimulado esta noche. Si Thomas no se equivocaba, el hombre al que Suzan se refiriera anoche era nada menos que Johan.
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