– ¿Eres como un… roush?
¿Soy como un roush? Bueno, sí en un sentido. Pero no realmente – contestó el niño levantando un brazo hacia las criaturas parecidas a libélulas que revolotean, pero no las miró-. Ellos son como roushes, pero ahora Puedes pensar de mí lo que quieras.
Volvió la cabeza hacia las criaturas en forma de león que bordeaban el mar.
– A ellos se les conoce como roushims.
– Tú… tú eres superior, ¿verdad? -preguntó Tom mirando al muchacho ¿Tienes mayor conocimiento?
– Conozco tanto como he visto en mi tiempo. Definitivamente no hablaba como un niño.
– ¿Y cuánto tiempo es eso? -investigó Tom.
– ¿Cuánto tiempo es qué? -preguntó a su vez el niño mirándolo burlonamente.
– ¿Cuánto tiempo has vivido?
– Mucho. Pero muy poco para empezar siquiera a experimentar lo que experimentaré en mi tiempo -respondió, se rascó la parte superior de la cabeza con una mano, y luego miró al mar-. ¿Cómo es venir a Elyon después de hacerle caso omiso por tanto tiempo?
– ¿Sabes eso? ¿Cómo lo sabes?
– ¿Quieres caminar? -indagó a su vez el niño con un brillo en los ojos.
El muchacho se dirigió a la blanca orilla arenosa, caminando sin mirar hacia atrás. Tom miró alrededor y luego lo siguió.
Había luz como de día, aunque Tom sabía que en realidad era de noche.
– Te vi mirando sobre el agua. ¿Sabes cuán grande es este mar? -interrogó el niño.
– Parece muy grande.
– Se extiende sin fin -contestó el niño-. ¿No es sensacional?
– ¿Sin fin?
– Eso es muy ingenioso, ¿verdad?
– ¿Puede Elyon hacer eso?
– Sí.
– Bueno, eso es… eso es muy ingenioso.
El muchacho se detuvo, y luego fue al borde del agua. Tom lo siguió.
– Recoge un poco de agua -sugirió el niño.
Tom se detuvo, con cautela metió la mano en la cálida agua verde y sintió que su poder le subió por el brazo en el momento en que sus dedos tocaron su superficie… como un impacto eléctrico de bajo voltaje que le zumbo por sus huesos. Sacó el agua con la mano y la observó filtrarse entre sus dedos.
– Muy ingenioso, ¿eh? Y no tiene fin. Podrías viajar muchas veces a la velocidad de la luz hacia el centro, y nunca llegar.
Parecía increíble que algo se pudiera extender eternamente. Espacio quizá. ¿Pero una masa de agua?
– Eso no parece posible -comentó Tom.
– Lo es cuando entiendes quién lo hizo. Vino de una sola palabra.
Elyon Puede abrir la boca, y cien mil millones de mundos como este aparecerán de su lengua. Tal vez lo subestimaste.
Tom miró a lo lejos, repentinamente avergonzado por su propia estupidez ¿Lo subestimó él? ¿Cómo podría alguien no subestimar alguna vez a uno tan grandioso?
– No te sientas mal -lo consoló el niño estirando su delicada mano y poniéndola suavemente en la de Tom.
Tom rodeó con sus dedos la manita. El muchacho levantó la mirada hacia él con sus grandes ojos verdes, y más que cualquier cosa que Tom hubiera deseado alguna vez, quiso con desesperación extender las manos y abrazar a este niño. Volvieron a caminar otra vez, tomados ahora de la mano.
– Dime -exteriorizó Tom-. Hay algo que me he estado preguntando. -¿Sí?
– He estado teniendo algunos sueños. Caí en el bosque negro y perdí mi memoria, y desde entonces he estado soñando con las historias.
– Lo sé.
– ¿De veras?
– Las noticias vuelan.
– ¿Puedes decirme por qué estoy teniendo esos sueños? Sinceramente, creo que esto parece ridículo, pero a veces me pregunto si mis sueños son realmente reales. O si este es un sueño. Me sería útil saber con seguridad qué realidad es verdadera.
– Quizá te podría ayudar con una pregunta. ¿Es el Creador un cordero 0 un león?
– No entiendo.
– Algunos dirían que el Creador es un cordero. Otros dirían que es un 'eón. Otros más dirían que es ambos. La realidad es que no es cordero ni león- Estas son ficciones. Metáforas. Sin embargo, el Creador es tanto corro como león. Las dos son verdades. Sí, puedo ver eso. Metáforas.
– No cambian al Creador -continuó el muchacho-. Sólo cambia la utrera que pensamos de él. Como yo. ¿Soy un niño?
Tom sintió la manita del muchacho, y empezó a conmoverse porque supo lo que el muchacho estaba diciendo. No podía hablar.
– Un niño, un león, un cordero. Deberías verme pelear. No verías a un niño, un león o un cordero.
Pasaron cinco minutos sin que pronunciaran otra palabra. Sólo caminaban, un hombre y un niño, tomados de la mano. Pero no era eso. Para nada Entonces Tom recordó su pregunta acerca de los sueños.
– ¿Qué hay con mis sueños?
– Tal vez ocurre lo mismo con tus sueños.
– ¿Son reales los dos?
– Tendrás que descubrirlo.
Siguieron caminando. Podría haber sido una nube, no arena, sobre lo que caminaban, y Thomas no estaba seguro de la diferencia. La mente le daba vueltas. Su mano estaba al lado del niño, moviéndose mientras caminaba. En ella estaba la mano del niño. Un temblor se le había producido en los dedos, pero el muchacho no demostró que lo notara.
Claramente lo notó.
– ¿Qué hay con el bosque negro? -investigó Tom-. He estado allí. Pude haber tomado del agua. ¿Es por eso que estoy soñando con las historias?
– Si hubieras preferido el agua de Teeleh, todo el mundo lo sabría. Sí, eso tenía sentido.
– Quizá entonces me podrías decir algo más. ¿Cómo es que Elyon puede permitir que exista maldad en el bosque negro? ¿Por qué sencillamente no destruir a los shataikis?
– Porque el mal proporciona una alternativa a su creación -informo el niño como si la idea fuera realmente sencilla-. Y porque sin él no podría haber amor.
– ¿Amor? -se sorprendió Tom, deteniéndose.
La mano del niño se deslizó de la suya. Se volvió, con una ceja arqueada-¿Depende el amor del mal? -preguntó Tom.
– ¿Dije eso? -cuestionó el muchacho con un destello pícaro en los ojos-. ¿Cómo puede haber amor sin una verdadera alternativa? ¿Sugerir'*5 que se despojara al hombre de su capacidad de amar?
Este era el Gran Romance. Amar a cualquier precio.
– ¿Sabes lo que pasaría si alguien escogiera el agua de Teeleh en vez de de Elyon? -desafió el niño después de volverse hacia el mar y mirar fijamente.
– Michal dijo que los shataikis serían liberados. Que eso traería muerte.
– Muerte. Más que muerte. Una muerte viva. Teeleh poseería a los seres humanos; este es el acuerdo. Sus mentes y sus corazones. El olor de la muerte en ellos sería intolerable para Elyon. Y su celo haría pagar un terrible precio -advirtió el muchacho, mientras sus ojos verdes centelleaban como si detrás de ellos se hubieran prendido luces intermitentes-. La injusticia estará contra Elyon, y lo único que lo satisfaría sería sangre. Más sangre de la que te puedes imaginar.
Lo dijo de manera tan clara que Tom se preguntó si se había expresado con insuficiente claridad. Pero el muchacho no era de los que hablaban con poca exactitud.
– Si llegan a ser de Teeleh, ¿existe una manera de recuperarlos? -quiso saber Tom.
No hubo respuesta.
– De todos modos, no me puedo imaginar a alguien cambiando este lugar o saliendo de él -comentó Tom.
– No tienes que salir, ¿sabes?
– Excepto cuando sueño.
– Entonces no sueñes -dijo el niño.
De repente la idea le pareció una solución sencilla. Si dejaba de soñar, ¡Bangkok ya no existiría!
– ¿Puedo hacer eso?
– Podrías -respondió el niño-. Hay una fruta que podrías comer que detendría tus sueños.
– ¿Así de simple, no más historias?
– Sí. Pero la pregunta es: ¿Lo quieres realmente? Tienes que decidir. La decisión es tuya. Siempre tendrás esa alternativa. Lo prometo.
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