El Thrall se levantaba por encima de la playa del lago, alumbrado por llamas anaranjadas que iluminaban una espiral que se erigía hasta lo alto de tres edificios. Se decía que Ba'al había levantado esta nueva adición, coronada por una imagen de bronce de la serpiente alada. El nuevo anexo que se extendía del muro occidental parecía bastante grande como para albergar a centenares de sacerdotes.
Los libros perdidos estarían en este templo, bajo el ojo atento de Ba'al, o al cuidado de Qurong. Si el siniestro sacerdote tuviera acceso a ellos, sin duda los habría usado.
El pensamiento había cautivado la mente de Thomas en las últimas ocho horas mientras hostigaba el caballo hacia el sur. Si un hombre como Ba'al hallara la manera de entrar al otro mundo… La idea lo hizo estremecer.
Pero aparentemente Ba'al no había usado los libros. La súplica que le hiciera a Teeleh clarificaba que a él no lo habían enviado como a otros. Esto solo podía significar que el sumo sacerdote no tenía los libros.
Qurong debía tenerlos. Suponiendo que existieran, desde luego, lo cual era todo menos seguro.
De cualquier modo, la necesidad de saber había crecido como un monstruo en el interior de Thomas. Tenía la seguridad de que su destino dependía en alguna forma de lo que ocurría en el otro mundo, lo cual también significaba que el destino del círculo estaba ligado al otro mundo. A los libros. Ahora entendía que todo siempre estuvo relacionado con los libros de historias.
– Hola, viejo amigo.
Thomas giró a la derecha, soltándose por un instante del tronco del árbol y asiéndose a unas ramas para afirmarse. Miró directamente a los grandes ojos verdes de un roush de poco más de medio metro de alto.
– Lo siento -se disculpó la peluda criatura cuyos enormes ojos miraban sin parpadear.
Thomas no lograba pronunciar palabra alguna. ¡Es… un roush!
Había pasado mucho tiempo desde que viera uno, incluso empezaba a preguntarse si solo había soñado con las legendarias criaturas que cumplían órdenes de Elyon.
Pero aquí había uno, posado a menos de dos metros, mirando a Thomas como si este fuera un idiota.
– Eres real -logró decir finalmente Thomas.
– Igual que tú. A menos que ahora sea mi turno de soñar.
Entonces reconoció al roush. ¿Podría ser? ¿Michal? ¿Thomas?
– ¿Así que… así que eres tú.
– En persona.
– De veras?
– Ahora me estás comenzando a preocupar. Disfrutamos juntos una inmensa historia, y sin embargo parece que dudaras de mi existencia.
– No. Solo que… no nos hemos visto desde hace una eternidad.
– En realidad, ese es mucho tiempo, además del que aún está por venir. Han pasado diez años, creo -expresó, y rió con la lengua-. Ustedes los humanos tienen muy mala memoria.
– Oh, Elyon, ojalá los demás pudieran ver.
– ¿Fueron tus ojos abiertos a los shataikis? -preguntó Michal-. ¿No fue así?
– Sí.
– Bien entonces. Ahora me ves. Pero eso no significa que yo no haya estado por ahí.
– No, por supuesto que no -contestó Thomas, deseando abrazar a la criatura, estrecharla en los brazos y hundir el rostro en ese cuello peludo.
Pero entonces él ya no era un chiquillo. ¿O sí? ¿Qué era lo que Elyon solía decir?
¿Soy un león, un cordero, o un niño?
Thomas se colgó de una rama más abajo y se descolgó siete metros hasta el suave suelo del bosque. El roush lo miró hacia abajo, inmóvil, luego lanzó una interjección y saltó al aire. Flotó hasta tierra, extendiendo a lo ancho las alas de delgada piel D'anca.
– ¿Has desarrollado temor a las alturas? -inquirió Michal-. Yo…
Eso fue todo lo que el roush atinó a decir. Impulsado por una desesperada necesidad de saber, de tocar y de sentir, Thomas cayó de rodillas, lanzó los brazos alrededor del cuello de la criatura, que apenas era un cuello, apretando el suave torso contra sí.
La sensación de este cuerpo cálido, tan real en sus brazos, lo inundó en tal arranque de emoción que le salieron lágrimas de los ojos. Gozo. Amor. Alivio. Reivindicación y poder.
Samuel estaba equivocado, equivocadísimo.
– Tranquilo, tranquilo. Caramba, la hediondez de esa túnica… por favor, ¡vas a sofocarme!
– Lo siento -se disculpó Thomas echándose hacia atrás y mirando el redondo rostro-. Lo siento.
– Comprendido. No son necesarias las disculpas, pero se aceptan. Me dijeron que te habías disfrazado con esta atroz vestimenta, pero no esperaba tener que usarla -dijo Michal, saltando a su derecha y mirando hacia atrás-. Bien pensado, por cierto. Te introducirá fácilmente en la ciudad. Lo que me preocupa es cómo sacarte.
– Entonces apruebas lo que estoy haciendo.
– No está a mi alcance aprobar o desaprobar. Estoy aquí simplemente con un mensaje. Pero mientras tanto se me podría persuadir a brindar algún consejo. Es decir, si aún valoras el consejo del roush de Elyon.
– Sería un tonto si no lo hiciera. ¿Ha caído tan bajo tu opinión de los humanos?
El roush arqueó una ceja.
– Pues sí, hemos cometido algunas equivocaciones a lo largo del camino.
– Cometeremos -corrigió Michal-. Cometeremos algunas equivocaciones a lo largo del camino.
– Está bien, cometeremos. Pero seguramente todo esto acabará antes de que nos muramos de viejos.
– ¿Es así como piensas? -objetó el roush mirando hacia el bosque-. ¿Que hay un final? ¿Que todo termina cuando mueres?
– No, pero no todo es eterno -explicó Thomas, lo que pareció satisfacer a Michal-. ¿Tienes un mensaje?
Michal miró a Thomas y asintió una vez.
– Los bosques coloridos, igual que Elyon, Hacedor de todo lo bueno, vendrán otra vez -informó como si estuviera recitando poesía-. Este es el inicio y el final pero sigue siendo el principio. Lo primero será lo último y lo último será lo primero-Lo que una vez fue negro será verde. Y lo que una vez fue verde será consumido p°r las tinieblas. Sigue tu corazón, Thomas, porque el momento ha llegado. Llora con los que lloran; implora con quienes ruegan; toca y vuelve a tocar, porque él te dará lo que pidas en ese instante en que todo esté perdido.
Michal respiró hondo y volvió a alejar la mirada.
– Anda al lugar de donde viniste. Crea un camino para que el círculo cumpla con su esperanza.
La noche se silenció. Un ave nocturna graznaba a lo lejos y la brisa hacía susurrar hojas en lo alto.
– ¿Es todo?
– ¿No es suficiente?
– No. Bueno, sí, lo es, pero no es suficientemente.
– Claro es para quien tiene oídos y oye, es perfectamente claro.
– Entonces explícame.
– No puedo.
– ¿Por qué no?
– Se volverá claro con el tiempo. ¿No lo comprendes?
– Comprendo lo que debo comprender -respondió el roush lanzándole una mirada.
– Entonces al menos dime lo que comprendes -pidió Thomas rascándose la cabeza y caminando de un lado al otro-. Me encuentro aquí en un limbo. Acabo de perder un hijo ante los mestizos, el círculo está resquebrajado, los shataikis se han reunido al llamado de Ba'al… ¡mi mundo se está destrozando! Al menos dime cómo salvar a mi hijo.
Michal suspiró y caminó bamboleándose algunos pasos, estabilizándose con un veloz aleteo.
– ¿Has oído hablar de los libros perdidos? Así que él tenía razón.
– He oído rumores…
– Son ciertos. Los siete libros originales de historias se perdieron, tres de ellos dentro de la historia.
¿Dentro de la historia? Estaba a punto de exigir a la peluda criatura que explicara cuando Michal continuó.
Es una larga historia, más de lo que necesitas saber. Pero lo que podría ser útil es saber que estos siete libros no son como los demás libros de historias. Con todos los siete alguien podría volver a escribir las reglas que controlan los libros en blanco.
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