Como una llave.
– Si te parece. Los libros de historias reflejan la verdad de todo lo que ha ocurrido en la historia. Escribes en uno de los numerosos libros en blanco con la fe de un niño, y creas historia. Pero con todos los siete libros originales en realidad se pueden cambiar las reglas que gobiernan los demás libros.
– Y esos siete libros originales ya no están perdidos, a mi entender.
– Fueron hallados por cuatro guerreros…
– Johnis y…
– Esa es otra historia. Pero vinieron a parar aquí, ocultos en la biblioteca privada de Qurong. Por suerte, Ba'al. Michal hizo una pausa como si considerara qué decir, luego continuó- no sabe que el comandante los tiene, o los habría usado hace mucho tiempo.
– ¿Usarlos? ¿Para volver a escribir las reglas de los libros?
– No, se necesitan los siete para hacer eso. Qurong tiene seis. Pero con solo cuatro de ellos alguien puede descorrer el cerrojo del tiempo que sujeta la historia y viajar dentro de ella.
El corazón de Thomas palpitó con fuerza. La sugerencia fue inmediatamente clara.
– Así que… ¿puedo usar los cuatro libros para volver a la antigua Tierra?
Michal arqueó una ceja y ofreció una tímida sonrisa. Las palabras susurraron en la mente de Thomas. Anda al lugar de donde viniste. Crea un camino para que el círculo cumpla con su esperanza.
– ¿Cómo? ¿Cómo usas estos libros?
– Como estaba diciendo… -expresó Michal y carraspeó-. Una persona puede viajar en la historia si toca con su sangre cuatro libros juntos.
– Cuatro libros -coreó Thomas, levantando cuatro dedos.
– Sí, cuatro libros.
– Que están en posesión de Qurong.
– Sí, que están en posesión de él.
– Qurong los tiene, pero solo Ba'al conoce el poder de los libros.
– Correcto, el comandante los tiene, pero Ba'al ni soñaría en decir lo que sabe respecto de los libros de historias.
– Y si yo me corto y toco cuatro de estos libros entraré a la historia, por así decir-Igual que podía hacer en mis sueños.
– No es del todo igual. Irías físicamente, junto con cualquier cosa en tu posesión.
– ¿Físicamente? ¿Quieres decir de veras, zas, ir?
– Sí, zas.
Thomas parpadeó.
– ¿Y regresar de la misma manera? Zas. -preguntó y chasqueó los dedos.
– Sí. Zas -contestó Michal chasqueando de manera inaudible con los deditos..
– ¿Y es esto lo que se supone que debo hacer? -inquirió Thomas.so depende de ti. Yo solo soy un mensajero, y no puedo afirmar que el mensaje sea tan claro.
– ¿Y cómo se supone que logre hacer volver a mi hijo? Sin Samuel no tengo esperanza.
– ¿He dicho que los libros te ayudarían a encontrar a tu hijo? El razonamiento de Thomas se obstruyó.
– ¿Estás diciendo que él está perdido? -preguntó, andando de un lado al otro, frenético-. ¡No lo aceptaré! Debe haber una manera de salvar a Samuel.
– Yo no he dicho que no la hubiera. Ve. Y vuelve rápidamente antes de que sea demasiado tarde. Hazlo y quizás salves a tu hijo.
Thomas se pasó las manos por el cabello e intentó pensar claramente. La posibilidad de volver a la historia atraía su mente como un poderoso imán a una bola de acero. Tanto él como las historias estaban inexplicablemente ligados. Tal vez porque en realidad él había venido de Denver, Colorado. De Bangkok. Las historias donde esperaba su hermana, Kara.
– Ten cuidado, Thomas -estaba diciendo Michal detrás de él-. Donde existe una gran esperanza también hay una gran maldad. El momento de Teeleh también ha llegado. La sangre fluirá como un río.
– Sí -contestó él distraídamente-. Por supuesto.
¿Estaría Kara aún viva? ¿Monique? Los libros estaban en poder de Qurong. Había tenido razón en venir por ellos, a pesar del riesgo para sí mismo. Se presentaría una nueva esperanza si lograba poner su sangre sobre los cuatro libros y regresar a la historia.
Y entonces llegaría el final.
– ¿A quién le ha llegado el momento? -indagó, volviéndose-. ¿De qué maldad estás…?
Pero no había ningún roush peludo que lo oyera. Thomas miró hacia arriba pero s°lo vio ramas vacías. Entonces volvió a mirar alrededor, examinando el bosque. Michal se había ido.
El roush se había dejado ver después de diez años y dijo lo que había venido a decir. En realidad era el principio del fin.
Thomas miró hacia Ciudad Qurongi, donde esperaban los libros perdidos. Respiró hondo, se volvió a poner sobre la cabeza la capucha de la túnica del sacerdote y corrió.
THOMAS BAJÓ por el sendero que llevaba al palacio mientras imaginaba cómo caminaría un sacerdote con asuntos urgentes; tenía la cabeza inclinada para ocultar el rostro, las manos dobladas debajo de las largas mangas, y daba rápidos pasitos con los pies. Cuanto más pronto pasara a todo curioso espectador mejor.
La urgencia le venía de los libros. Más específicamente, de la necesidad de regresar a las historias, donde hallaría un camino para todos.
Una vez más, el mundo dependía del aplomo con que tomara cada decisión.
Las palabras de Michal lo obsesionaban mientras se alejaba a grandes zancadas de un guerrero encostrado que lo confundió con un sacerdote y se mantuvo lejos. Lo que una vez fue negro será verde. Y lo que una vez fuera verde será consumido por la^ tinieblas. Por tanto, después de todos estos años finalmente concluiría la gran busque da del corazón de la humanidad. Teeleh o Elyon los ganaría a todos ellos.
Sigue tu corazón, Thomas, porque el momento ha llegado… porque él te dará lo que pida, en ese instante en que todo esté perdido. No tenía idea de qué significaba esto. Solo que se acercaba la hora en que todo parecería perdido, una posibilidad que seguramente justificaría alguna urgencia. Las palabras siguientes del roush difícilmente se podrían confundir.
Anda al lugar de donde viniste. Crea un camino para que el círculo cumpla con su esperanza.
Se acercó a dos guardias en la puerta del palacio. La sangre seca que cubría t atuendo del sacerdote muerto no podía perjudicar las posibilidades de Thomas.
– ¡Abran! -exclamó en tono sibilante, levantó una mano, cuidando de mantener la piel escondida debajo de la manga-. Tengo asuntos urgentes de Ba'al.
El guardia de la izquierda se movió hacia el pasador, pero el otro dio un paso adelante.
– ¿Espera su excelencia…?
– ¡Abre o regreso y traigo al siniestro sacerdote para que conteste tus preguntas!
– No, mi señor -respondió el primero, abriendo la puerta-. La palabra de Ba'al es palabra de Teeleh.
Thomas pasó a toda prisa, sin darles tiempo de mirar debajo de la capucha. Seis guturales estaban ubicados al frente en cada lado del sendero.
– Dejen pasar al siervo de Ba'al -ordenó el guardia.
La sola perspectiva de responder a Ba'al surtió el efecto deseado. Ninguno de los guerreros cuestionó la orden. Mejor aún, el guardia ante la siguiente entrada de madera había oído el mandato y abrió la puerta haciendo una reverencia.
Thomas se apresuró hacia el enorme atrio y se detuvo, el pulso le palpitaba con fuerza. Dos grandes antorchas llameaban en las paredes de lado a lado, inundando el salón con luz anaranjada. A la derecha, un cuenco de polvo de morst se hallaba al lado de algunas frutas. En el centro había una mesa redonda hecha de piedra y adornada con una elevada estatua de la bestia negra, Teeleh.
Pensó en empolvarse el rostro con el aromático morst para cubrirse la piel albina, pero no había venido aquí a ocultarse. Al contrario, se echó para atrás la capucha, respiró varias veces para tranquilizarse, y se presentó a todo pulmón.
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