– Cuidado con lo que dices, animal -conminó la mujer-. Aquí afuera estamos en campo abierto.
– ¿Con quién? ¿Mi general, que moriría por mí? -objetó él extendiendo la mano hacia la oscura ciudad al otro costado del lago negro-. ¿O con el resto de esos roedores bajo el hechizo de Ba'al?
– ¡Comandante! -exclamó ella, término que usaba cuando estaba a punto de caer en la desesperación-. ¿Te has vuelto loco?
– Sí, ¡finalmente me deschaveté! Ba'al tendrá un motivo para intentar conquistar el trono, y yo me veré obligado a matarlo. Qué tragedia. Eres adorable al sugerirlo, esposa mía.
Qurong dio media vuelta y continuó su marcha hacia el Thrall, iluminado por el resplandor de antorchas encendidas en las torres y puertas del templo.so no es lo que quise decir -objetó Patricia.
– No, por supuesto que no deseas la muerte de Ba'al. Probablemente preferirías besarle los pies.
– Eres un zoquete indeciso, Q. En un momento me despiertas insistiendo en que ofrezca un sacrificio a Teeleh para que sane tus dolencias, y al siguiente lo maldices a él y a su sumo sacerdote. ¿Qué pasa? ¿Amas a Teeleh, o lo odias?
– Le sirvo. Soy su esclavo. ¿Significa eso que deba beber su sangre y parirle los hijos?
– Si él lo demanda.
– Esperemos que este dolor en mi estómago no sea su hijo en crecimiento.so sería un espectáculo -intervino detrás de ellos Cassak, el general de alto rango.
Patricia no había terminado.
– Si sirves a Teeleh, sirves a Ba'al. Uno de estos días te entrará eso en tu gruesa mollera.
– ¿Cómo serví a Witch, y después a Ciphus? Luego a Sucrow, ¿y ahora a este miserable Ba'al? – ¡Basta!
Esta vez, cuando la miró a los ojos vio que había ido demasiado lejos. Las líneas del rostro fantasmal de su esposa estaban delineadas de temor.
– ¡No hablarás de ese modo acerca de él en mi presencia! -advirtió.
– ¿Y qué soy yo, tu mascota para jugar? -preguntó Qurong; luego, con el puf›° cerrado exclamó-. ¡Yo soy Qurong! ¡El mundo se inclina a mis pies y se acobardó bajo mi ejército! Recuerda con quién compartes tu cama.
– Sí. Eres Qurong y amo a Qurong, líder de todo lo que está bien en este maldito mundo. No tengo pretensiones por haberte conocido, mucho menos por ser llamada esposa tuya.
Ella estaba jugando con él, pensó el comandante, solo medio seria, pero lo suficiente para que Cassak lo creyera todo.
– Y tú mostrarás tu amor por mí protegiéndome del peligro -concluyó Patricia.
– ¿Estás más asustada de ese hechicero que de mí?
– Desde luego. Tú me amas. Ba'al nos odia a los dos, y su odio solo se agravaría si te oyera hablar de Teeleh o de él como lo haces.
Qurong frunció el ceño, pero ya no estaba agresivo. Una aguda punzada de dolor le traspasó el estómago, y reanudó la marcha por el sendero lodoso que llevaba al Thrall.
Caminaron en silencio hasta llegar a los amplios escalones que llevaban a la enorme puerta. A esta la protegían a cada lado estatuas de bronce de la serpiente alada, una semejanza de Teeleh que el primer sumo sacerdote, un intrigante personaje llamado Witch, supuestamente había visto en una visión. Pocos, además de los sacerdotes, habían afirmado ver a la gran bestia en los últimos veinticinco años, desde que las aguas se convirtieran en veneno. Woref, el general, había afirmado una vez haber visto a Teeleh. En el recuerdo lejano de Qurong, Teeleh era más un murciélago que una serpiente.
En realidad, Teeleh probablemente era un producto de sus imaginaciones, un instrumento que usaban los sacerdotes para mantenerse aferrados al poder. Algunas personas habían visto murciélagos shataikis que vivían en bosques negros ocultos, y algunos de los murciélagos negros parecían tener un poder inexplicable, pero nada como el poder que los sacerdotes les atribuían.
Cuando Qurong derrotó por primera vez a Thomas de Hunter y se apoderó del bosque intermedio, acababan de perder a Witch en la batalla. Al derrotar a Thomas y quedarse sin sacerdote, por prudencia Qurong aceptó la oferta del mestizo, Ciphus, de protegerlos del mal. Ciphus los introdujo a una extraña manifestación religiosa que llamaba gran romance, que incluía adorar tanto a Teeleh como a Elyon, el dios Pagano de los habitantes del bosque.
La época de Ciphus duró solo un año, hasta tres meses después que los albinos yetan con Chelise, la mismísima traidora que se había ido para envenenarlos a todos ellos en los lagos rojos. Su hija se había convertido voluntariamente en bruja.
Lo que empezó como una indulgencia hacia los albinos se convirtió en amargos recuerdos, y Qurong había apoyado totalmente la oferta de Sucrow de matar a Ciphuss y hacer volver a las hordas a la adoración a Teeleh, la serpiente alada que gobernaba los poderes del aire. En su muerte, Ciphus se convirtió en un mártir que reverenciaban todos los mestizos, envalentonando a Eram, que pronto después desertó con los demás mestizos.
El reinado de Sucrow como sumo sacerdote terminó en una inútil búsqueda de un amuleto que supuestamente tenía gran poder. Tras la muerte de Sucrow les había llegado un sacerdote del desierto, que, subido a la parte más alta de la escalera del Thrall, declaró que Teeleh lo había nombrado sumo sacerdote tanto de lo sagrado como de lo profano. Afirmó haber vivido con Teeleh hasta ahora, cuando había llegado su tiempo. Era el siervo del dragón en el cielo. Qurong había visto en el pueblo el temor a este enjuto hechicero y estuvo de acuerdo en que fuera sumo sacerdote.
Mil veces después se dijo que esto había sido un gravísimo error. En el mejor de los casos, el equilibrio entre el poder político de Qurong y el poder religioso de Ba'al era difícil. Llegaría el momento en que Ba'al tendría que morir. Estaba totalmente lleno de sí mismo, embriagado en su propio poder.
– No me malinterpretes, mujer -declaró Qurong mientras se acercaban a los peldaños-. No estaría aquí sin un sano respeto hacia Teeleh. Apoyo todo esto…
Entonces movió las manos hacia el Thrall que surgía por encima de ellos como un negro centinela con ojos llameantes, obstruyendo la mitad del cielo.
– En más de cien ocasiones he besado los pies de la vasija de Teeleh, Ba'al, este supuesto dragón del cielo. Pero eso no significa que él sea más dios de lo que son dioses mis enemigos. Solo es carne humana que forja los ofrecimientos de un dios.
– Tan solo aleja su cuchillo de tu garganta -opinó Patricia en voz baja.
– Exactamente -concordó él, pensando que ella podía ser razonable cuando quería serlo-. Juro que a veces no sé quién es peor, los albinos, los eremitas, o mis propios sacerdotes. Ninguno de ellos me deja dormir. Se me hace un nudo en el estómago debido a todo esto.
– Ahora no -advirtió su esposa.
Uno de los vigilantes nocturnos les abrió la puerta, y se dirigieron por el piso de piedra hacia un enorme atrio rodeado por más serpientes de bronce por aquí, mi señor.
Qurong miró a su derecha, donde un encorvado sacerdote oculto bajo un mal' to negro con capucha inclinó la cabeza y se dirigió hacia el santuario sacrificial. E' sacerdote levantó el larguirucho brazo hacia una puerta grande de madera quemada por fuego y la empujó.
Luz anaranjada de una docena de llamas se desparramaba por el pasillo. En el interior se podía ver el altar sobre una plataforma, con llameantes luces a cada lado. Sobre el altar un animal sacrificado, una cabra blanca y negra atada, con patas y manos extendidas.
Pero los sacrificios de Ba'al eran más como una carnicería. Y aunque el sumo sacerdote mataba animales con la misma regularidad con que comía e iba al baño, Qurong no sabía que el tipo ofreciera sacrificios en medio de la noche.
Читать дальше