Aún no hubo objeción. Ni siquiera del consejo, en donde sin duda sabían lo peligroso que era este procedimiento. Pero solo sabían con seguridad que cruzarse con Thomas era inútil.
Bien -continuó Thomas-. Salgo esta noche. Samuel, Mikil, Jamous, ustedes tres y solo ustedes tres vendrán conmigo. Traigan nuestros caballos. ¿Estaba él yendo hacia las hordas, hacia el padre de Chelise, sin ella?
– Thomas… Thomas, ¡tienes que llevarme! -exclamó ella dando un paso adelante.
– No. Tu mente no está clara en cuanto a este asunto. Cómo puedes decir eso? Yo… ¡yo soy tu esposa! He dedicado mi vida…res la hija de Qurong -declaró; luego, con solo un poco más de ternura-. Por favor. No cuestiones mi criterio en este asunto.
– Entonces yo debería ir, padre -manifestó Marie.
– Samuel, Mik.il, Jamous -decidió él, y se volvió hacia ellos-. Nadie más. Chelise, trae a mi hijo menor. Tráeme a Jake.
Luego Thomas de Hunter dio la vuelta y se metió en la noche, dejando a tres mil seres solos cerca de la fogata.
JANAE DE RAISON salió de la oficina de su madre y cerró tras sí la puerta, satisfecha del suave clic del pasador al engranar. Williston estaba cerca de su escritorio blanco en el atrio.
– Siéntate, Williston -comunicó ella-. La respuesta es no, no necesitaré nada más. Quizás un sandwich, pero preferiría ir a buscarlo yo misma si no te importa. Él hizo una reverencia con la cabeza.
Janae atravesó el suelo de piedra ornamental, helado en sus pies desnudos gracias al aire acondicionado. Vivir en el sur de Asia podría ser una aventura húmeda sin el zumbido de la electricidad para extraer humedad y calor de la atmósfera.
– No te importa que te despoje de ese placer, ¿verdad, Will? Sé lo mucho que lo disfrutas, pero me gustaría hacerlo -expresó ella deslizando los ojos hacia arriba y dejándolos vagar por la corbata y la chaqueta negra.
Un hombre guapo de pelo oscuro, canoso a los lados. ¿Cuántas veces de niña había fantaseado con tener una aventura apasionada con su mayordomo? Demasiadas para recordar.
Puso una mano en la mejilla de Williston y luego la retiró lentamente, dejando que las uñas le rasparan la piel.
– ¿Está bien, querido Will? ¿Solo por esta vez?
– Desde luego, señora. Lo que le plazca -contestó él sonriendo.
Este era un juego en que participaban a menudo, y ambos se las arreglaban para sacarle algún placer, ella en tentarlo y él en fingir que era tentado, aunque los dos sabían que él no siempre estaba fingiendo.
Janae bajó la mano hasta la corbata del hombre, la extrajo de la camisa, y luego la dejó volver a su lugar mientras se alejaba.
– ¿Dónde está él?
– ¿Dónde está quién, señora?
– ¿Nuestro pequeño y atractivo visitante?
– En las habitaciones de huéspedes donde lo dejé, supongo.
Parecía como si él quisiera decir más, por lo que ella dio media vuelta en el arco de entrada de cuatro metros hacia el pasillo. Te gustaría agregar algo más?
– ¿No confías en nuestro invitado?
– Es un poco enervante, señora -contestó Will después de una breve pausa.
– Aja. Tal vez entonces él y yo nos llevaremos bien.
– Sí, señora -expresó él, volviendo a hacer una reverencia.
La joven se dirigió a la cocina, haciendo caso omiso de los criados, quienes se movían como fantasmas por la mansión de siete mil metros cuadrados que funcionaba como sede mundial de Farmacéutica Raison. Desempolvando, siempre desempolvando las arañas de cristal y los candeleras, las pinturas de temporada, las mesas de mármol, todo lo que tuviera una superficie lisa. Eran principalmente filipinos que hablaban perfecto inglés, y algunos malasios. Janae se había criado trilingüe, con afluencia a los ocho años en francés, inglés y tailandés, pero también había aprendido suficiente tagalo y malayo para hacerse entender.
Atravesó el comedor hacia la cocina, pensando en el visitante, en este Billy Rediger que había entrado a la casa de ellas y que había dejado hundidas a Monique y a Kara, aunque ellas nunca lo admitirían.
– Voy a preparar un par de sandwiches, Betty -informó, deteniendo a la cocinera en medio de la cocina-. ¿Me podrías conseguir una bandeja y dos vasos de leche helada?
– Sí, señora.
La muchacha sacó un plato blanco de cerámica y preparó dos sandwiches de crema de cacahuete y mermelada de fresas, cada uno con una saludable porción de caviar ruso.
Con cada pasada del cuchillo y cada inmersión de la cuchara en el frasco de caviar, la mente le volvía al hombre. A Billy. Su madre había sido inequívocamente directa en sus instrucciones para Janae. Kara había sido incluso más enérgica.
– ¡Por supuesto que no hay sangre! -manifestó Kara, desechando todo el asunto con un movimiento de la mano; luego le asestó un golpe a la puerta-. Pero está él-Y mientras haya alguien afuera con esta idea ridícula, en particular alguien que pueda leer las mentes, es posible que no podamos estar seguras.
– ¿Por qué? -preguntó Janae-. ¿Si no hay sangre?
– Porque una vez la hubo -contestó Monique-. Lo que el tipo dijo es parcial- mente cierto. Hicimos una ampolleta con la sangre de Thomas Hunter y la guarda- mos en lugar seguro por varios años. Pero temimos un suceso exactamente como este, así que la envié a nuestro laboratorio en Indonesia, donde fue destruida. Hoy día no existe el laboratorio ni la sangre.
– Pero mientras ese bobo crea que la sangre existe, nos creará problemas -añadió Kara.
– ¿Y qué quieren de mí? ¿Que lo distraiga? -inquirió ella, pero estaba pensando: Oh, Dios mío, ¿y si Billy tiene razón? Es eso un problema?
– No. Creo que podría ser de los que se pueden distraer. ¿Puede de verdad leer la mente?
– Por favor, Janae. Mantenlo vigilado, pero ten mucho cuidado. Podría tratarse de un personaje más bien peligroso. Esperemos eso.
Janae agarró la bandeja cargada, rechazando la ayuda de Betty de llevar el refrigerio. Salió de la cocina y se fue por el pasillo hacia las habitaciones de huéspedes.
Había situaciones que mamá le confiaba y otras que no. Si enviaba a Janae de Raison a alguna planta o laboratorio inactivo en el mundo, ella lo pondría a producir a toda su capacidad en una semana. Pero a veces mamá la observaba del mismo modo que había mostrado para con sus enemigos. Mantén cerca a tus amigos; mantén más cerca a tus enemigos.
Monique y Kara no tenían intención de fiarse de Janae con Billy. Pretendían mantener a los dos tan cerca como fuera necesario para investigar cada movimiento.
La enorme puerta blanca que conducía a la suite de huéspedes estaba cerrada. Janae pensó en tocar, pero decidió intentar abrirla. Balanceando la bandeja en la mano izquierda hizo girar la perilla y abrió la puerta de un empujón.
El salón de huéspedes era redondo, rodeado por ventanas desde las que se divisaban prados bien cuidados y la selva al fondo. En el centro del salón se levantaba una cúpula dorada con una enorme araña metálica de luces. Unos gruesos cortinajes adornados con encajes se deslizaban majestuosamente desde lo alto de cada ventana hacia el piso de mármol.
El mobiliario era principalmente inglés antiguo, madera barnizada con colores y café envejecidos, nada demasiado oscuro. Monique prefería aquí en el trópico los colores claros a las tinturas oscuras, a diferencia de su casa en Nueva York, en la cual se veía abundante uso de madera de cerezo y caoba.
Ninguna señal de Billy. O estaba en el baño a la derecha, en el pasillo que llevaba a las habitaciones, o en la sala que funcionaba como biblioteca. Janae consideró las habitaciones con algún interés, pero al instante decidió que probablemente estaría más interesado en libros que en camas, incluso después de un largo vuelo. Giró hacia la biblioteca.
Читать дальше